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Su repentina aparición fue excesivamente extraña, el oxígeno del lugar parecía ahogarlo, su cuerpo se hizo también más pesado, le costó varios minutos acostumbrarse, ya que un mareo se le hizo presente. Su manera de caminar era tosca, temblorosa, su vista estaba borrosa de igual forma. Las diminutas personas se veían como neblinas sin forma. No pudo evitar preguntarse el por qué había aparecido en ese lugar, y también, dudar sobre si esto verdaderamente era el mundo real.

Cuando consiguió ver un poco más nítidamente, notó la cantidad de personas que había, los humanos parecían gente extremadamente preocupada por todo. El gesto de todos, estaba tan fruncido, tan serio, todos concentrados en sus propias cosas. Ninguno parecía notarlo, siquiera. ¿Cómo no lo hacían? Si su cabello brillaba hasta en la distancia. 

Se escurrió entre la gente, perdiéndose así, siguiendo a la multitud, preguntándose a dónde iban todos tan apurados. Ninguno le miraba a los ojos, pero a la vez, se sentía parte del lugar, al ser llevado por el sitio como lo estaba siendo. Como un niño pequeño, miró a su alrededor, la cantidad de lugares enormes que conseguían asustarlo y hacerlo sentirse excesivamente diminuto. No notó cuando comenzó a ser arrastrado por unas escaleras que parecían ir debajo de la tierra. Rápidamente sintió un calor infernal, y pensó que tal vez así se sentiría estar en el infierno, más la gente parecía entrar ahí sin quejarse. Y si bien sus rostros estaban disgustados, algo indiferentes también, insistían en meterse por aquellos laberintos. ¿Por qué, si no les gustaba ese lugar, iban igualmente? ¿Por qué se sometían a ese calor tan asfixiante?

Los humanos llegaron a una serie de máquinas, cada uno, como si fuesen robots, apoyaban una tarjeta que hacía un sonido de aprobación e ingresaban dentro de otra plataforma. No había otro lugar para ir más que ése, entonces entendió que él también tenía que ir ahí. La intriga le ganó, y se acercó a la máquina. La tarjeta que todos usaban él no la tenía, por lo que comenzó a dudar sobre si debería escurrirse por debajo de aquel fierro que las personas empujaban cuando el sonido de aprobación ya había sonado. 

Casi no lo pensó cuando sonrió por su rebeldía al ingresar al lugar sin pagar. El guardia estaba justo delante de él, pero éste no dijo nada. Tal vez... Tal vez él era invisible a los ojos de los humanos. Quiso comprobar esta teoría, saltando un poco, gritando, pero al no llamar la atención comprendió que así era. Él era invisible, y eso lo apenó, porque quería saber los problemas de los demás, quería sentarse con los humanos y conocer cada una de sus inquietudes. Quería saber lo que se sentía ser un humano.

Se le borró de la cabeza lo que estaba pensando cuando vio una vía larga, y la gente esperando en una plataforma un poco más alta que éstas. Entendió entonces que ésas eran las vías de la tierra. En el cielo existía un tren, que llevaba desde una punta del cielo a la otra, pero nunca lo había tomado, ni siquiera estaba seguro de que ése fuese el recorrido que el tren tenía. Lo único que había hecho había sido acercarse por curiosidad, para ver a qué era lo que llamaban vías, para ver al tren irse, más nunca lo había tomado.

Y aquí, en la tierra, parecían tener algo parecido, pero éste estaba debajo de la tierra, en la oscuridad. Lograba causarle escalofríos, pero la adrenalina le obligaba a quedarse ahí, observando curioso los movimientos de las personas a su alrededor. Cada una parecía metida en su propio mundo, ajena a lo que acontecía a su alrededor. 

Se tambaleó un poco por el borde de la plataforma, y se hizo hacia atrás cuando sintió el ruido de algo acercándose. Casi pegó un grito al ver un transporte enorme que no había visto jamás. Éso no era un tren. O sí, es decir, es parecido al tren que conoce, pero... Ah, ya no estaba seguro. ¿Era un tren o no era un tren? ¿Era un tren subterráneo?

Como todas las noches [PJM+MYG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora