—¿Dándote un baño, princesa? Creo que le falta el jabón y la esponja— comentó gracioso. Mis puños se cerraron a mis costados y me di la vuelta con la intención de encararle.
—Déjame tranquila— respondí entre dientes. Harry parpadeó confundido por la forma en la que le había contestado.
Dio un paso al frente.
—¿Te encuentras bien?
Absorbí mi nariz y me aclaré la garganta intentando deshacer el nudo que se cernía sobre esta.
—Solo quiero estar sola— mentí, quería estar con mi padre. Aparté la mirada de sus ojos, aguantando la ganas de llorar. Su vista fija en mí me quemaba la piel y me hacía incomodar.
Oí el crujir de la hierba bajo sus pies y después sentí su tibia mano en mi mentón; me hizo observarle.
—Has estado llorando— contestó en tono suave y sonando preocupado—. ¿Qué ha ocurrido?
Y no supe el por qué pero rodeé su cuerpo con mis brazos y me fundí en un abrazo con el odioso chico que tenía delante. Su cuerpo se mantuvo rígido varios segundos por mis actos inusuales, sin embargo no tardó mucho en resguardarme entre sus brazos, apretándome contra él. Por algún motivo, me sentí protegida y comencé a llorar sobre su camisa de algodón, en silencio. Una de sus manos acariciaba mi espalda de una manera algo torpe, no obstante su toque me tranquilizaba.
—Mi... mi...— intenté pronunciar aquellas palabras, pero mi propia voz me jugó una mala pasada y se me entrecortó.
—Sssh... no hace falta que me lo digas ahora— susurró en mi oído mientras me estrechaba más contra su pecho. Su diestra acarició mi cabello y retiró algunos cabellos mojados de mi rostro—. Estás temblando, deberías cambiarte de ropa.
Los brazos se me habían entumecido en parte por el frío y mi labio inferior temblaba por la humedad. Aún así, su cuerpo irradiaba calor y un olor muy particular que me recordaba a cuando éramos niños.
Me separó de a poco de su cuerpo y posó sus manos en mis brazos, sujetándome de la misma forma en la que me miraba, de manera delicada
—Vamos dentro—sugirió y pasando uno de sus brazos por mi cintura, nos encaminó hacia la puerta que llevaba a las cocinas y me ayudó a bajar dichas escaleras.
En silencio, nos dirigimos a la segunda planta del castillo y entramos en mi habitación. Hizo que me sentara en la cama y arrodillándose frente a mí, tomó una de mis piernas y comenzó a descalzarme el pie. Después, repitió el procedimiento con el otro y una vez había terminado, se puso de pie y se dirigió a la puerta.
—Debes cambiarte de ropa si no quieres enfermas— indicó con la mano en la manija dorada.
—No, por favor. No te vayas— rogué en tono de súplica—. No quiero quedarme sola— murmuré, agachando levemente la cabeza.
—Y no lo haré, pero no creo que quieras que esté presente en la habitación mientras te desvistes. Aunque, si es así, yo no tengo ningún inconveniente en quedarme— indicó. Elevé la vista y como suponía, una ligera sonrisa se formó en sus labios. Sin embargo, esta vez no sentí la burla en sus palabras, sino el intento de hacerme sentir mejor con su comentario infantil—. En cuanto termines, vuelvo.
Asentí con la cabeza y observé cómo desaparecía tras la madera blanca barnizada. Me dirigí al vestidor y allí me puse uno de los tantos pijamas que poseía. Caminé de forma pausada hacia el baño y una vez estuve frente al espejo, me limpié la cara. Parte del maquillaje se había corrido y no sabía con exactitud si el causante había sido el agua de la lluvia o la de mi propio llanto. Quizás ambos.
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Como un Ángel - h.s ; Pt. I ∙
أدب الهواة¿Qué pasaría si todos los que te rodean, no son lo que tú crees que son? Primer libro de la trilogía Falling.