10. Descubriendo la verdad.

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El incidente en el barco me arruinó la tarde. A pesar de que todos mis acompañantes quisieron- y probaron- el resto de atracciones, yo decidí quedarme en tierra. Me sentía intranquila, sin comprender de manera exacta lo que había sucedido.

Cuando llegué a palacio aún continuaba dándole vueltas. Me tumbé sobre el colchón, observando el rústico techado de la gran cama.

¿Por qué nadie a excepción de mi persona se había asustado por lo sucedido? ¿Habían sido imaginaciones mías o realmente había ocurrido? Y lo último pero no menos importante, ¿por qué me sentí segura en brazos del despreciable sirviente?

Hice una mueca de incomodidad al notar como algo duro presionaba contra uno de mis costados y, levantando uno de los cojines, encontré el ejemplar sobre seres celestiales.

Incorporándome en la cama de nuevo, abrí el gran libro por el marca-páginas y continué con mi lectura. Sin embargo, una de las últimas oraciones del párrafo anteriormente leído llamó mi atención:

Tienen, además, el poder de inmiscuirse en los pensamientos de los humanos y penetrar en ellos ideas inventadas.

Mi mente comenzó a maquinar toda clase de teorías extraordinarias e increíbles que hubieran sido hilarantes si en aquel momento no pensara que algunas de ellas podrían ser ciertas.

Si Harry, solamente si él formara parte de aquel clan de criaturas sobrenaturales, habría podido hacerme creer, mediante la instalación de una falsa idea, una realidad que no era. Podría haberme hecho creer que iba a morir.

Negué con la cabeza. 

—Harry no me odia tanto, creo.

Un ruido grave retumbó en mi interior recordándome que no había tomado nada sólido desde la hora del té, además de que había vomitado al bajar de la atracción de la muerte. 

En sigilo, bajé a la cocina con intención de tomar algo, quizás unas chocolatinas o un trozo de empanada del medio día. El haberme escondido junto a Neve tantas tardes en la cocina había tenido sus ventajas: sabía dónde guardaban las cocineras las sobras. No me importaba tomar algo no recién cocinado, al fin y al cabo la comida era comida y todo lo que preparaban nuestras cocineras estaba exquisito, pasara un día o dos. 

La presencia de alguien en la sala me llamó la atención y él también pareció percatarse de la mía.

 —Hola— saludé cuando miró por encima de su hombro para identificarme. Él hizo un movimiento de cabeza y volvió a su posición inicial.

—Hola, ¿no puedes dormir?

—Tenía hambre.

 —Ya somos dos— respondió. El silencio formado solo era roto por el sonido que producía el cuchillo sobre las rodajas de queso. Harry estaba preparando un bocadillo. 

Me acerqué a él y le observé desde su izquierda. Noté cómo se tensaba ligeramente y agarraba con más firmeza el cuchillo.

—¿Quieres que te prepare uno? No me cuesta nada.

Le observé. La hoja de la navaja se deslizó suavemente en el interior del tomate que el rizado sujetaba con su otra mano. Mi estómago volvió a rugir. 

—Si no es molestia, te lo agradecería. 

Desvió la mirada de su tarea y me dio una débil sonrisa.

—No lo es.

Mientras él preparaba otra dos rebanadas de pan, yo decidí sacar la leche de la despensa y servirla en dos vasos. Sentí su mirada sobre mí varias veces y eso me puso nerviosa, lo que me hizo derramar algo del lácteo sobre la mesa. Con un trapo limpié las pequeñas manchas blanquecinas y, después, volví a su lado. 

Como un Ángel - h.s ; Pt. I ∙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora