7. El libro.

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—...al igual que esto es indispensable para dar una buena impresión, también es muy importante saber cóm—

Carraspeé, interrumpiendo su monólogo.  Me observó desde su sitio, cruzándose de brazos y esperando a que hablara.

—Mary, ¿puedo hacerle una pregunta que no esté relacionada con las clases de etiqueta?

Tamborileó con la puntera de su tacón el suelo tras asentir, dejándome claro que aquel día no contaba con mucha paciencia.

Bajo la mesa en la que disponía todos mis instrumentos de escritura, me crují los dedos y me mordí el carillo de la mejilla, pensativa. No podía decirle directamente lo que se me había pasado por la cabeza tras varias semanas de lo ocurrido, así que tuve que idear una de mis tan buenas mentiras.

—Oí a unas chicas hablar sobre un cadáver que había aparecido por el poblado con dos cicatrices en la espalda en forma de "V" inversa.

Nana se enderezó en su sitio, aún de pie, con los brazos rectos pegados ahora a su torso.

—¿Quiénes eran esas chicas? ¿Mencionaron el nombre del cuerpo? ¿Oíste algo más de su conversación?

Su voz sonó pausada pero pude percibir un ligero toque de desesperación en el tono.

Negué con la cabeza como respuesta.

— Me preguntaba si sabía de algún animal de los alrededores que pudiera causar ese tipo de heridas.

Mary se colocó una de las tantas horquillas que sujetaba su gran moño. Estas, al tener detalles en verde turquesa, resaltaban con el color nogal de su cabello. 

Después de aquella pequeña pausa, habló:

—No me considero una erudita de la biología ni mucho menos, pero seguramente existan seres que puedan generar tal daño y alguno mucho peor aunque desconozcamos su existencia— se acercó al alféizar de la ventana y corrió una de las cortinas hacia el lateral, haciendo que ambos lados quedaran simétricos—. ¿Qué otra cosa pudiera ser, pues?

Apoyé la espalda en el respaldo de la silla y suspiré. Algo en mi interior me decía que aquella teoría era errónea. ¿Realmente un animal podría generar unas cicatrices con tal precisión? Recordaba perfectamente el trazo que tenían las de Harry: estaban bien definidas y eran simétricas entre sí a cada lado de la espalda.

—No lo sé. Quizás...

Nana inhaló de manera audible y centré mi atención en ella. Observé cómo realizaba la señal de la cruz mientras murmuraba algunas palabras. Después, hizo contacto visual conmigo. 

—¿Piensa que ha sido cosa de brujería, de magia negra?

—Jesucristo, no. 

Sin embargo, una de las tantas barbaridades que había mencionado Mary captó mis cinco sentidos: magia.

Fue ahora ella la que carraspeó.

—Bueno, sea lo que fuere, debe olvidarse de esas cicatrices que no son relevantes y centrarse en la lección. Ya hemos perdido mucho tiempo. 


En cuanto terminó la clase, decidí dirigirme a la biblioteca situada en el ala suroeste del castillo. Aquella sala era una de mis favoritas del lugar; al estar construida completamente de madera, desprendía un olor rústico que me recordaba a las tardes de verano en las que mi familia y yo nos desplazábamos a nuestra casa de campo en Escocia. 

Un vago recuerdo de mi padre dirigiendo una pequeña barca en el lago Ness me ofuscó la mente y decreté el centrarme en lo que había venido a hacer.

Como un Ángel - h.s ; Pt. I ∙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora