Mentiras

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—Ya veo porque estás tan desaparecida, Grace. ¿Cuándo pensabas contarnos de tú embarazo? — Pregunta con una enorme sonrisa.

Estaba apunto de responderle dándole información sobre mi embarazo, pero, ¿y si lo hago y le dice a Morgan? O peor, ¿y si le avisa a los medios? No puedo tomar un riesgo tan grande, además, ¿por qué asume que vine al ginecólogo porque estoy embarazada? O sea, sí lo estoy pero pude haber venido por otra cosa.

—¿Embarazo? Para nada. Vine por un chequeo, ya sabes, una mujer tiene que cuidarse y saber que su cuerpo está bien.— Solté una pequeña risa forzada. En realidad no necesitaba darle toda ésta información. ¡La odio!

—Es verdad. Lo siento, lo primero que pensé es en un embarazo pues tú relación con Stephen va muy bien, ¿no? — ¿Lo pregunta sarcásticamente o sólo soy yo?

—De maravilla, en realidad.

—Pues me alegro, felicitaciones. Al fin pudiste dejar atrás a Morgan y ahora estás lista para ser feliz. Me alegro mucho por ti, de verdad, cómo amiga te lo digo.— Me acaricia el hombro y me contengo para no tomar su brazo y alejarla de mi. Porque ya no la soporto. Ni un momento más soportaré su hipocresía y desfachatez.

—Tengo que irme ya, mis hermanos están esperándome.— Miento.

—Igual están esperándome, nos vemos después, Grace.— Sonriente se da la vuelta y comienza a alejarse.

—Perra.— Susurro por lo bajo.

¡Claro! Me felicita porque ahora con mucha libertad puede hacer lo que se le antoje con Morgan. ¿Amiga? ¡Amiga mis ovarios! ¿Es qué acaso las amigas se acuestan con los ex-novios de otras? Lo peor es qué tiene el descaro de ser una hipócrita, la odio tanto. De verdad altera mis nervios a un nivel que le hace daño a mi bebé. ¡Pero es que la veo y quiero golpearla!

Por un pasa un maldito taxi y le pido que me lleve al centro comercial pues quiero comprar un poco de ropa holgada ya qué mi embarazo debe seguir siendo secreto.

Y es qué aún no he decidido a quién darle la noticia primero, si se la doy a Stephen pensará qué es suyo y sólo le daré ilusiones o terminaré diciéndole la verdad y todo se irá a la mierda. O si le digo a Morgan, también pensará qué es suyo y entonces conociéndolo, comenzará a tomar decisiones sin pensar y también todo se irá a la mierda. O sea, en cualquiera de los dos caminos termina en mucha mierda.

Pero, en algún momento sucederá lo inevitable y es qué todo se irá... pues también a la mierda.

Necesito hacerme una prueba de paternidad. Eso olvidé de preguntarle a Jazmín pero ya que tengo su teléfono más tarde le mandaré un mensaje. Aunque, recuerdo haber leído una vez que una prueba de paternidad durante el embarazo puede existir el peligro de dañar al feto o sufrir un aborto y por ninguna razón quiero que algo vaya a pasarle. Así qué he pensado en qué primero dejaré que nazca y después se la haré. Ahora si qué sólo el destino sabe cuál será mi futuro y el de mi bebé.

Tomo otro taxi pero está vez voy a casa y al llegar Chase me ayuda con mis bolsas, Morgan está durmiendo y mis hermanas decidieron salir de fiesta con unos amigos.

—Oye, Grace. ¿No te importa si salgo también de fiesta? — Me pregunta Chase entrando a mi habitación.— Por lo de... ya sabes, no quiero dejarte sola.— Me parece un dulce gesto, pero después de ir con la ginecóloga me siento más tranquila, en paz, mejor dicho.

Sonrío.— Diviértete.— Él se acerca y besa mi frente.

—Eres la mejor hermana. Pero si necesitas algo, no dudes en llamarme.— Sale de mi habitación y entonces enciendo la televisión para ver algún documental. Todo va bien, no he tenido más qué algunos mareos y gracias a los Dioses Griegos no he tenido ascos.

Mi teléfono suena, estiro mi brazo y sonrío al ver el nombre: Stephen. —¿Cómo está la novia más hermosa y maravillosa del mundo? — Una risa se escapa de mis labios al escucharlo.

—Ella no sé, pero yo estoy bien.— Embarazada pero bien. Pienso.

—¿Qué te parece una noche apasionada con Netflix y pizza? Y tal vez algo más.— ¿La mala suerte del embarazo? No más sexo.

¡Necesito una excusa, rápido!

—Me encantaría pero ya tengo planes, iré con mis hermanos de fiesta.— Hago cómo un tono de tristeza.

—Qué mal, tendré qué invitar a otra chica.

—Bien, y yo iré con otra persona igual.— Bromeo. ¿Cómo tengo la fortaleza de decir esas palabras cuándo ni siquiera sé de quién es el bebé que estoy esperando?

—Aceptaré la invitación de mis amigos para ir a jugar Golf, qué tengas una excelente noche.

—Igualmente tú, te veo mañana.

—Hasta mañana.— Y cuelgo.

Hago un quejido ante la terrible situación. Stephen me quiere tanto y yo estoy fallándole de la manera más horrible posible, amando a una persona qué solamente me hace daño.

Porque Morgan puede ser todo, principalmente el amor de mi vida pero eso no significa qué nuestra relación no sea tóxica, que sin querer nos hagamos constante daño.

Pero lo qué no me queda claro, lo qué no entiendo es qué a pesar de que sé qué lo nuestro es tóxico no puedo dejar de amarlo, está tan metido en mi corazón qué estar lejos de Morgan duele tanto, es cómo si no pudiera existir una persona igual a él.

Cómo si todos los hombres a su lado fueran insignificantes. Y teniendo a una persona qué me quiere, qué me respeta y qué Morgan jamás llegaría a ser la mitad de hombre qué es Stephen, simple y sencillamente eso no me importa. ¡Porque lo amo!

Porque estoy enamorada de él irremediablemente. Porque lo amo con locura y no me importa romper corazones, herir personas o incluso herir mi propio corazón, sentirme miserable cada vez qué lo veo con alguien más, queriendo que ese amor fuera sólo mío, imaginarlo besando otros labios, diciéndole esas palabras qué a mi me encanta escuchar. No lo soporto.

Y no sé si pueda superar a tremendo amor, porque nada es para siempre, ningún dolor es permanente y tampoco el amor aunque siempre deja huella...

¡Demonios, demonios!

Salgo corriendo de la cama hasta el baño y me inclino en el retrete para vomitar—lo cuál odio hacer—. Lágrimas comienzan a correr de mis ojos ante la situación.

—¿Grace, estás bien? — La voz de Morgan preocupado llega a mis oídos haciéndome sentir aún más mal.

—¡Estoy bien! Sólo la comida me cayó mal, no te preocupes.— Miento.

—¿Estás segura? ¿No quieres que te lleve algo? Una pastilla, un té... no sé, tú dime.

—No, no. Juro que estoy bien.

—¿Completamente? — No se irá hasta que me escuche bien así que aclaro mi garganta.

—Completamente.

—Iré a correr, si necesitas algo sólo llámame. Por favor, llámame.— Lo escucho tan preocupo, casi suplicándome que lo llame, que me dan ganas de vomitar por la culpa.

—Lo haré, gracias.— Escucho la puerta principal cerrarse y después silencio.

¿Cuándo dejaré de mentir? ¿Cuándo será el día qué dejaré de hacerlo? Miento sobre mi embarazo, miento sobre cómo estoy y sobretodo miento sobre mis sentimientos hacia Morgan. Porque soy tonta y no aprendo.

Viviendo con mi ex | ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora