Noticias y decisiones

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New York, 31 mayo de 2016
GRACE FOSTER

Y la miré.

La miré sin poder creerlo.

La tercer prueba y seguía dando positiva, no podía ser cierto.

Estoy embarazada.

Dejé caer mi cuerpo al suelo y lloré sin parar, me sentía impotente.

Y después analicé, lo había hecho con Morgan estando en mis días, y después estuve con Stephen, con ninguno ocupé preservativo. Pero el DIU debió haber actuado, para eso me lo puse. ¡Para evitar situaciones cómo está! Mi ginecólogo dijo qué estaba asegurada por diez años y apenas llevo cinco años que me lo puse. ¡¿Cómo puede ser qué me esté pasando esto?!

—¿Grace? — Escuché la voz de Summer a travez de la puerta. No respondí.— Grace, vamos, sal. Debemos hablar.— Y volví a quedarme callada.— Voy a entrar.— La puerta comenzó a abrirse lentamente, miró las tres pruebas qué se encontraban en el lavamanos.— No puede ser.— Susurró. Se inclinó hacía mi y tomó mi rostro entre sus manos.— Mírame y responde esto qué es muy en serio, ¿de quién es? ¿De quién es ese niño, Grace? — Insistió.

—No... lo... sé.— Contesté entre lágrimas.

—Demonios, Grace.— Gruñó.

•••
MORGAN ARCHIBALD

Desperté tirado en un callejón, con dolor de cabeza y golpeado. Y lo peor, sin ninguna de mis pertenencias, así qué caminé esperanzado a llegar a la casa de Grace sin ser detenido. Pero me quedaba demasiado lejos, no podía más, no aguantaba dar un paso más y faltaba mucho camino aún.

—¿Morgan? — Una voz conocida e irritante llamó mi atención.— Oh Dios, ¿qué te pasó? — Bajó enseguida de su camioneta y llegó hasta mí.

—Estoy... bien.— Dije con dificultad.

No quiero su ayuda, ni ahora ni nunca.

—Déjame ayudar, llevarte a un hospital para qué te atiendan o algo...

—No.— Lo interrumpí.— Estoy bien.

—Vamos, Morgan. No seas idiota, déjame ayudarte.— Pidió.

Ya no aguantaba caminar más, me dolía todo. Así qué tomé mi orgullo por los cuernos.— Sólo llévame a casa, nada de hospitales.— Asintió.

Entramos a su auto y agradecí tanto qué se mantuviera en silencio. Su voz me irritaba, su presencia, todo él, no lo soportaba.— ¿Puedo preguntar qué te pasó? — Parece qué invoqué qué hablara.

—No.— Contesté cortante mientras me retorcía de dolor. Después de unos minutos llegamos a mi casa y lo agradecí tanto, ya no soportaba más compartir el mismo auto qué él.

—¿Estás seguro qué no quieres ir al hospital?

—No, estaré bien.— Abrí la puerta con dificultad y salí. Me aclaré la garganta y con dolor en todo el cuerpo dije.— Gracias por traerme, Stephen.— Cerré la puerta y caminé hasta la casa. Al entrar, todas las miradas cayeron sobre mí.

—Diablos, Morgan. ¿Qué te pasó? Siéntate, rápido.— Ordenó Cora. Ella y Chase me tumbaron en el sillón con cuidado.— Chase, ve por el botiquín que está en la cocina.— Volvió a ordenar. Chase salió corriendo y en segundos regresó con dicho botiquín.— Dime por favor qué no fuiste con Stephen a pelear por Grace.— Bromeó y yo negué rápidamente.

No hubiera sido mala idea.

—¿En dónde está? — Pregunté con dificultad. Chase y ella se miraron entre ellos con cierta preocupación.

—Está durmiendo.— Contestó Cora con simpleza pero algo me ocultaban.

—¿Está bien? — Insistí.

—Dentro de unas horas tiene una sesión fotográfica, sólo está teniendo un sueño de belleza.— Se rió con amargura.

Si ellos no me decían qué ocultaba, entonces lo descubriría por mí mismo.

•••

GRACE FOSTER

La sesión terminó, me la pasé muy bien y olvidé mis otros problemas. Pero había llegado la hora de hablar con Richard.— Grace, has estado estupenda, niña. ¡Eres fantástica!

Sonreí.— Gracias, Rich. Pero oye, necesitamos hablar.— Miré mis manos con nerviosismo.

—No, Grace. Por favor, no renuncies, eres una modelo perfecta...

—¡No! No es eso, sabes qué me encanta modelar, pero sucedió algo y debo dejarlo por un tiempo.

—¿Qué pasa? ¿Estás enferma? Porque si es así conozco a un buen doctor, es mi amigo, él puede...

Lo interrumpí.— Estoy embarazada.— Lo miré a los ojos y él se llevó las manos a la boca asombrado.

—Ay, niña. ¡Pensé qué era algo peor! Esto no es malo, hacía mucho tiempo qué quería hacer ropa para embarazadas pero mis modelos nunca quedan embarazadas, y ahora tú esperando a ese bebé... ¡Qué emoción!

Lo miré confundida.— ¿Piensas utilizar mi embarazo como mercado para vender ropa para embarazadas?

—Es un gran negocio, así tú recibes dinero tan sólo con posar con tú bella pancita y yo por vender mi ropa y tomarte las fotografías.

—No lo sé, Rich. Déjame pensarlo y te avisaré.— Asintió.

—Y cuéntame, ¿ya le diste la noticia al padre? ¿cómo la tomó? — Preguntó emocionado.

Si tan sólo supieras...

—Bien, él... está emocionado.— Mentí y él pareció creerlo pues pegó un pequeño grito de emoción.— Aunque todavía vamos a ocultarlo de los medios, hasta que ya se me note.— Vuelvo a mentir. Por si acaso pensaba soltar pronto lo de las fotografías.

—Pues felicidades, Grace. Éste es un gran paso en tu vida.— Se levantó y me dió un corto abrazo.

—Gracias... — Susurré melancólica.— Ya es tarde, debo de irme.— Tomé mi bolso y me despedí.

—Piensa en lo qué te dije, ¿bien? Podríamos hacer un buen negocio.

—Lo pensaré, sí.— Sonreí y salí del estudio. Necesitaba calma, todo me estaba dando vueltas. Pero al salir del edificio había unas veinte personas esperándome afuera.

—¡Grace! ¡Grace! ¡Grace! — Gritaban todos ellos. Me asusté y me oculté con rapidez.

Tomé mi teléfono y llamé a Rich.— Sé qué soy bueno para convencer pero, ¿tan rápido te decidiste? — Dijo al contestar.

—Rich, hay gente afuera del edificio obstruyendo la salida.

Oh. Enseguida te mando a los de seguridad, niña.— Y colgó.

Esperé unos minutos y entonces dos hombres altos y robustos se acercaron a mí.— ¿Grace Foster? — Preguntaron y yo asentí.— Síganos.— Ellos pasaron primero alejando a las personas para qué yo pudiera pasar, traté de sonreír para no verme como una diva. Y llegué hasta mi Uber, dónde entré con rapidez y después solté un gran suspiro.

—La fama suele ser una carga muy pesaba aveces, ¿no? — Dijo el chófer.

—Y no se imagina cuánto.— Susurré con dificultad. El auto comenzó a avanzar y pude respirar con tranquilidad.

Mi vista se nubló y mi cuerpo comenzó a debilitarse.— ¿Señor? — Dije con dificultad.

—¿Sí? — Escuché qué respondió.

Traté de responder, de decirle algo pero todo se volvió negro. Sentí como mi cuerpo se resbaló cayendo en el resto del sillón, desmayada.

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