Capitulo 3.

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-¡Ally!
Me sobresalté tirando mi libro y el vaso de agua del mostrador. Sally soltó una carcajada.- ¿Qué te sucede?

Sentí mi cara ruborizarse dándome cuenta de que había estado pensando en el capítulo que el Profesor Carlton nos había leído en clase. Lo que era aún peor, mientras iba leyendo los demás capítulos seguía escuchando su voz.

-¿Ally?- Sally tocó mi brazo.-¿Sigues aquí?
-¿Qué?- la volteé a ver. Ella se arrodilló y juntó los fragmentos de vidrio roto.
-Te pedí que vayas a ayudar, la cafetería está llena.

Después de atarme el mandil en la cintura, tome una libreta de notas y me arrodillé para juntar mi libro.

-¿Qué es eso?- preguntó tratando de leer la portada y se la mostré.-¿Historia de dos ciudades?- leyó oyéndose incrédula.-¿Estás leyendo eso en clase o algo?- asentí.
-Empezamos a leerlo hoy con el nuevo profesor.

Me vi de nuevo en la case de Ingles, cerré los ojos cuando me senté con la cabeza apoyada en el escritorio, sintiéndome demasiado acalorada. El libro sonaba ridículamente sensual cuando el profesor lo leía. Me regañé mentalmente, ¿Qué demonios estaba pensando?
-Es increíble, cariño.- me dijo.- Pero ve hacia allá y empieza a trabajar.- saludé con la mano en la frente mientras rodaba los ojos.

Aun regañándome, caminé hacia la puerta y la empujé para abrirla. Sally no exageró cuando dijo que la cafetería estaba llena. Cada mesa estaba ocupada, pero a pesar de eso, pude reconocerlo entre todos los clientes.

Mamá pasaba con una bandeja de trastes sucios y me vio parada en la puerta.- Puedes ir y tomar la orden de ese chico.- señaló con la cabeza donde el profesor Carlton estaba sentado, sumido en un libro.-Ha estado ahí cerca de diez minutos.- había empezado a protestar pero ella agitó la cabeza.-Ve Ally, antes de que empecemos a perder clientes.

Usualmente esa era la excusa que Mamá usaba  cuando yo tenía alguna razón para no trabajar en la cafetería, y como siempre, nunca esperaba mi respuesta.  Ella sólo pasó frente a mi a través de la puerta hacia la cocina.

El profesor Carlton no se veía con urgencia de irse, y seguía sumergido en su lectura, que agradecí profundamente. No se había dando cuenta de que yo estaba parada en la puerta queriendo huir gritando desesperadamente.
Tomé un profundo suspiro, y sacando mi libreta de notas del bolsillo me acerqué hasta su mesa. Aún no me había notado, yo quería que alguien más, Sally o Mamá o incluso Casey viniera y me liberara de esta gigantesca misión, especialmente después de que yo, hace unos momentos, estaba pensando en él mientras leía.

Cuando llegué hasta su mesa me detuve, insegura de que decir. Era la única vez en la que no tenía nada que decir. Estaba a punto de girarme y salir huyendo cuando él se dio cuenta de que había alguien ahí y levantó la vista.

Su cara se ruborizó de nuevo y asumí que era porque recordó mi broma de esa mañana.
-¿Listo para ordenar?- pregunté.
El frunció el ceño.- ¿Trabajas aquí?- asentí, me miró por un momento antes de dirigirse al menú.-Quiero un café y un pastel de mantequilla.- no me molesté en escribirlo.
-Vuelvo en unos minutos.

De algún modo me las arreglé para volver a la cocina sin chocar con nada o causando algún otro accidente. Puse el agua a hervir antes de recargarme en el mostrador cerrando los ojos. Esto no estaba bien, para nada bien.

Por una apuesta. (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora