Dejar atrás al pasado para prestar atención al presente

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El tic tac del reloj colgando de la pared fue lo único que quebró el silencio por los siguientes diez segundos.

Katsuki notó una fuerte presión en el pecho, y no se atrevió a despegar la mirada de aquellos enigmáticos ojos mientras su cerebro acababa de procesar la información que recibió.

Yurio no mencionó palabra alguna durante ese espacio de tiempo, pero cuando el silencio comenzó a volverse pesado e incómodo, emitió un bufido y cruzó los brazos.

—Pero eso ya forma parte del pasado —musitó, y se reincorporó sin muchos ánimos—. No fue fácil, pero conseguí superarte y actualmente estoy saliendo con alguien increíble —agregó mientras volvía a tomar algunos productos de limpieza para proseguir con su labor. Tras una pausa, volvió a fijar la vista en Yuuri—. ¿Qué esperas? ¡Levanta! Debemos acabar con esto antes que oscurezca.

Yuuri dejó brotar un respingo, y se apresuró a ponerse de pie.

—S-sí... ¡Lo siento!

No volvieron a surgir más preguntas respecto al tema. Yuuri no sabía cómo abordarlo, y tenía el presentimiento de que Yurio no tenía muchas ganas de hablar al respecto, pero por más que intentaba despejar su mente, no podía dejar de sentirse culpable.

Quería decir algo para quebrar el incómodo silencio, pero entonces sintió un golpecito en la frente.

Yurio lo observaba con una sonrisa.

—¿Por qué pones esa cara, cerdo? ¡Anda! ¡Debemos terminar de limpiar este basurero! —y, tras una pausa, agregó—: Considéralo un servicio especial, así que tendrás que devolverme el favor.

Yuuri contempló la sonrisa que su amigo le otorgaba, y fue imposible que él, a su vez, reprimiera una sonrisa.

—Vale, vale —dijo, y recuperó los utensilios de limpieza para proseguir—. El Katsudon de esta noche corre por mi cuenta.

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Como la nueva costumbre dictaba, Yurio lo despojó del sueño a las 5AM, y lo ayudó a vestir ropa deportiva para que ambos salieran a trotar al parque. Luego de calentar, corrieron un par de kilómetros, tomaron un descanso, y corrieron otro par más. Al acabar, el sol ya se encontraba en lo alto y algunos negocios se hallaban abiertos, así que ambos aprovecharon las circunstancias y desayunaron en una cafetería que les quedaba cerca.

Yurio ordenó un americano fuerte para tener energías, pero Yuuri optó por chocolate caliente y un poco de pastel.

—Ahora que lo pienso... —Katsuki quebró el silencio, y enfocó aquellos ojos rebosantes de curiosidad en su compañero—, nunca me habías dicho que estabas saliendo con alguien.

Yurio bebió un sorbo de su café, haciendo lo posible para no quemarse la lengua, y cruzó los brazos tras eso.

—De hecho, quise anunciarlo a medio mundo cuando nuestra relación empezó, pero él quería discreción —dijo sin muchos ánimos—. Por eso casi nadie más lo sabe. Solo Mila... y ahora tú.

—¿«Él»?

—Otabek. Otabek Altin.

Yuuri recordó de inmediato al chico de apariencia estoica que acompañaba a Yurio a todos lados, y no fue capaz de ocultar su sorpresa.

—¡¿Él?!

La expresión de Yurio se tornó molesta.

—¡No hagas escándalo! —masculló con un tic sobre la sien, y agitó el puño de forma amenazante. Tras suspirar con frustración, cruzó los brazos y elaboró un pequeño mohín—. Pero sí... Él.

Yuuri no dijo nada por unos momentos. Intentó recordar mejor a Otabek, y no fue hasta entonces que notó que siempre había acompañado a Yurio a todas partes. Así que, ¿Por qué le parecía imposible imaginarlos a ambos siendo pareja?

—Uh... ¿Por qué él? —se atrevió a preguntar—. No imaginaba que él sería tu tipo.

Yurio enarcó una ceja.

—¿Y cómo imaginabas que sería mi «tipo»?

Yuuri cerró los ojos, dispuesto a imaginar a Yurio en compañía de alguien más.

—Alguien... ¿Cool?

—Otabek es cool.

—Pero no ese tipo de cool. Más bien alguien como ¿J.J.?

Yurio se irguió tan rápido, que estuvo a nada de volcar la mesa.

—¡Jamás! —exclamó éste con una expresión ofendida y asqueada—. ¡Ese sujeto y yo no tenemos nada que hacer juntos!

Yuuri balbuceó algo, e intentó calmarlo.

—¡T-tranquilo! —dijo sorprendido a causa de la reacción tan violenta de su amigo—. ¡Era solo una broma!

Yurio bufó y tomó asiento, aunque echaba chispas por los ojos.

—Ese bastardo me obligó a... —masculló, pero al notar que estaba a punto de soltar una confesión vergonzosa, decidió detenerse y cambiar de tema lo más pronto posible—. De todos modos, se nos hace tarde... Acaba rápido con el pastel para largarnos de aquí.

Yuuri, quien no acababa de asimilar todo lo que acababa de suceder durante el último minuto, asintió con rapidez y engulló lo que quedaba de postre.

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Yuuri no fue capaz de creer que Yurio todavía tuviera energías para correr de nuevo hasta llegar a casa. Él se dio por vencido tres kilómetros antes, y su amigo necesitó cargarlo como un costal de patatas hasta alcanzar el vestíbulo, donde lo dejó caer sin mencionar nada.

—¡Señora Katsuki, estamos de vuelta! —anunció Yurio, y se secó el sudor de la frente con las muñequeras.

La voz de la madre de Yuuri llegó desde otra habitación.

—¡Bienvenidos, niños! Hay un par de sobres para ustedes en la sala.

Yuuri levantó la cabeza con dificultad.

—¿Uh? ¿Sobres?

Yurio no emitió vocablo alguno.

Abandonó a Yuuri a su suerte, y se dirigió hacia la sala.

Yuuri giró sobre el suelo con dificultad hasta que fue capaz de contemplar el techo y, poco después, su amigo retornó agitando los sobres al aire.

—¡Levanta, Katsudon! —Yurio se situó frente al rostro de Katsuki, y mostró los sobres con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Hemos sido invitados a una fiesta de gala!

Yuuri tomó asiento con dificultad, y enfocó su atención en los sobres idénticos que su amigo tenía en la mano. Estiró el brazo, se apropió del que no se hallaba abierto y, tras vacilar, y los dedos temblorosos, exploró su contenido.

Los ojos de Yuuri se iluminaron al contemplar las palabras escritas en pulcra caligrafía, sin imaginar que esa simple invitación cambiaría su vida para siempre.

El lamento de ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora