Fin de un capítulo y el inicio de otro

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Las palmas de las manos de Yuuri golpearon la superficie del suelo al mismo tiempo que su propia frente.

—¡Ayúdenme a patinar de nuevo, por favor!

Yuko y Minako pestañearon con cierta perplejidad, e intercambiaron miradas para comprobar que no eran las únicas que habían sido tomadas por sorpresa en esa inesperada situación.

Hasta ese momento, todo iba bien. 

Ya había transcurrido una semana entera desde la fiesta y, si bien los tabloides se habían llenado con la historia del reencuentro entre Victor y él, Yuuri no podía estar más desconectado del mundo exterior y lo que en él ocurría. En los siguientes días de su retorno a Japón se dedicó a entrenar, y en las pocas horas en las que no estaba trotando o fortaleciendo su abdomen, permanecía encerrado entre las paredes de su habitación sin dar más explicaciones. Si bien muchos temían que esta extraña actitud podría ser el indicio de una nueva recaída depresiva, algunas dudas se disipaban al contemplar la determinación que hacía relucir esos ojos castaños.

Nadie se atrevió a indagar al respecto, ni siquiera Mari.

Entonces, esa misma mañana, citó a Yuko y Minako en el Ice Castle para charlar con ellas respecto a algo importante.

Ambas, debían admitir, no tenían expectativas o podían imaginar el motivo tras las palabras de su amigo, hasta que, tan pronto las tuvo a su alcance y sin siquiera detenerse a saludar, Yuuri se puso de rodillas y expresó esa petición.

—¡Por favor! —repitió Yuuri, y evitó enfocar la atención en el extraño nudo que tenía en la garganta, o en el sudor que bañó su rostro a causa de los nervios.

Tras una pausa que él consideró eterna, Minako fue la primera en quebrar el silencio.

—Yo no tengo problemas, pero... —echó un rápido vistazo a Yuko, quien le devolvió la mirada y se encogió de hombros.

—Está bien —accedió—. Aunque esto es muy repentino.

Yuuri alzó la cabeza de inmediato, con los ojos relucientes de esperanza.

—¡¿En serio?!

—Por supuesto —confirmó Minako—, aunque ¿No crees que sería mejor si contratas a un entrenador profesional que te pueda ayudar?

Yuuri palideció, tragó saliva y tomó asiento con las piernas cruzadas sobre el suelo.

—Es verdad —dijo con voz suave—. Yo pensaba lo mismo, pero... —se frotó la nuca sin hacer contacto visual con ellas— ya no tengo el dinero para darme el lujo. Jeje~

Una venita estalló en la frente de Minako.

—¡¿Significa eso que quieres hacernos trabajar gratis?!

Yuko forzó una sonrisa nerviosa.

—Tranquila, tranquila. Estoy segura de que Yuuri no lo quería decir de esa forma...

Yuuri dejó escapar un suspiro pesado donde desahogaba sus penas, y jugueteó con las puntas de los zapatos de forma distraída al tiempo que hablaba.

—La verdad es que desde que Victor y yo nos separamos no me he sentido listo para buscar un nuevo entrenador —admitió—. Pensar que alguien más ocupa el sitio en el que él ha estado, dar órdenes que él también ha hecho, compartir cámaras y éxito... Todo eso suena tan extraño si lo hiciera con otra persona. Victor ha estado en ese lugar más tiempo de lo que yo jamás habría podido soñar en el pasado, y... pensar que tengo que dejar ir su recuerdo por completo, tener que confiar en un completo extraño y pasar tiempo en compañía de alguien que habría podido continuar siendo él... no es algo tan fácil de asimilar.

Yuko se puso en cuclillas frente a él y le acarició la frente. Minako prefirió permanecer de pie y verlo con cierto fastidio pero, al final, cedió, y lo hizo con un suspiro resignado.

—Si Yurio siguiera aquí y te escuchara decir esas cosas, posiblemente te daría un buen golpe que te hiciera reaccionar —dijo con los brazos cruzados, y Yuuri palideció ante la sola imagen enfurecida de su amigo—, pero supongo que lo entiendo... —la mirada de Minako se perdió en algún punto con un brillo nostálgico—. Dejar ir a alguien por completo no siempre es algo fácil, y cuando crees que finalmente lo conseguiste, es probable que las heridas sigan estando ahí.

Yuko y Yuuri la observaron sin atreverse a soltar algún comentario. Indagar mucho podría causar tanto daño como meter el dedo en una llaga, y Minako siempre prefería guardar silencio respecto a sus cuestiones personales.

«¿Le habrá pasado algo similar en el pasado?» se preguntó Yuuri.

—¡Pero! —continuó Minako con tal energía que logró hacerlo sobresaltar, y lo apuntó con el índice— Yo solo te ayudaré a ponerte en forma una vez más. Cuando estés listo, ¡Tendrás que buscar un nuevo entrenador pase lo que pase!

—¡EEEEEK!

Yuko rió por lo bajo con diversión.

—Yo haré lo mismo —dijo ella, finalmente poniéndose de pie—. Nos duele admitirlo, pero Minako y yo realmente no estamos hechas para entrenar a alguien cuyo objetivo es el Grand Prix...

«¿El Grand...?»

—¡Esp—! ¡Esperen! —Yuuri sacudió las manos con rapidez, exudando nerviosismo—. ¡Alto ahí!

—¿Eh?

—Yo... no pretendo aspirar al Grand Prix —admitió él, pero al ver los ojos ardientes de enojo de Minako, se forzó a añadir—: ¡Al menos todavía no! En realidad, lo que pretendo hacer es algo muy diferente.

Ambas mujeres no fueron capaces de ocultar su sorpresa.

—¿Uh? ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Yuko.

—Uh... este... No sé cómo decirlo —murmuró Yuuri rascándose el brazo derecho de forma distraída—, pero me gustaría intentar la rutina que Victor elaboró para Yurio: Ágape.

Los rostros expectantes de sus amigas palidecieron al punto de parecer haber sido petrificados a causa de la sorpresa, y un par de gritos exaltados resonaron en toda la habitación:

—¡¿Eeeeeh?!

—¡¿Á-Ágape?!

—¡Lo haré para demostrar mi agradecimiento a Yurio! —dijo Yuuri con rapidez, casi mordiéndose la lengua en el intento—. E-Es decir... —relajó un poco los hombros y volvió a frotarse la nuca—. Él me ha ayudado mucho sin pedir nada a cambio, y quiero hacer algo en su honor —las palabras fueron difuminándose hasta que fueron casi ininteligibles—, por eso pensé que tal vez podría intentar revivir la rutina que él interpretó la primera vez que nos enfrentamos.

Los pensamientos de Yuuri lo obligaron a conservar la mirada hacia algún punto situado en la nada, mientras sus amigas intercambiaban miradas reflexivas, y acababan por asentir con la cabeza como mutuo acuerdo.

—Está bien —dijo Yuko con una sonrisa en los labios—. No hace falta decir que Yurio-kun estará muy feliz al ver que estás patinando otra vez, y estoy dispuesta a ayudarte.

Una sonrisa genuina apareció en el rostro de Yuuri, acompañado por un par de ojos brillantes cargados de esperanza.

—¡M-Muchas gracias, Yuko——! ¡Yu-chan!

Ella rió por lo bajo, y Minako apoyó las manos en las caderas.

—En ese caso, será mejor que nos pongamos manos a la obra. Ya sabes lo que dicen del tiempo: que cada segundo que pasa es oro perdido, así que ¡Venga! ¡A trabajar!

Yuuri se puso de pie en un salto y asintió con la cabeza, cargado de confianza.

—¡Sí!

«Solo espérame, Yurio. Te daré el mejor ágape que jamás hayas visto en tu vida».

El lamento de ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora