118. Lo que me falta a mí

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Ya es de noche, ¿Cuando va a dejar de fingir que está inconsciente? Más lo hace, más me perjudica. Ni sé para qué lo ayudo, eso no es nada profesional de mi parte. Aunque realmente nada es bueno de mi parte.

Mi turno ya termina, no importa de todos modos, mañana será otro día. Camino por los pasillos del hospital, el cual está bastante silencioso a esta hora. Me detengo cuando oigo un ruido y giro a ver qué es.

No hay nadie.

Me sobresalto cuando alguien me agarra de la boca y luego me empuja contra la pared. Trago saliva nerviosa cuando lo veo y reconozco enseguida.

—Tú... ¿Tú qué haces aquí?

—Haz silencio —Apoya un cuchillo en mi cara —¿No hay nadie?

—Nadie —digo nerviosa respirando agitada —. Baja el cuchillo, Brandon —le aclaro y se aleja.

Se acomoda el traje y sonríe.

—Ha pasado tiempo, ¿Quién lo diría? Otra vez te involucras en cosas que no te competen.

—No sé de qué estás hablando, yo ya no tengo nada que ver con la CIA, ya me absolvieron de todo.

Se ríe.

—Nunca se sale, cariño.

—¿A qué has venido? No me involucres en tus asuntos, quiero paz.

—Fuiste una de nuestras científicas, no me vengas con tu paz —Frunce el ceño.

—¿Qué quieres? Vete —insisto.

—¿Entonces no lo sabés? —Levanta una ceja.

—¿Qué es lo que no entiendes de que ya no tengo nada que ver con la CIA?

—Como sea —Rueda los ojos —¿Dónde está la droga?

¿La droga? Instantáneamente me viene Yerik a la cabeza.

—No sé de qué hablas —Bajo la vista.

—De Proyecto C.

—¿Proyecto C? —Lo observo confundida.

Realmente no sé de qué habla, aunque tampoco me interesa saberlo.

—¿Te burlas de mí Alexandra? —Me agarra del brazo con fuerza.

—¡¡No sé de qué hablas!! —Forcejeo.

Entrecierra los ojos y se acerca a mi rostro.

—Más vale que no estés mintiendo.

—No... no lo hago.

—Te lo advierto —Apoya su boca en mi mejilla, cerca de mi oído —o la vas a pasar mal, muy mal —Se aleja y veo como se retira.

Mejor que no vuelva. Que asco de tipo, lo odio. Solo me hace recordar el pasado, lo quiero muy lejos.

Voy a los baños a lavarme la cara y luego me siento en una de las sillas del pasillo. No soporto la fea situación, detesto el mundo, quiero llorar.

—He venido a informarte que ya he revisado todo el perímetro y ya puedes decirle a tu jefe que estoy despierto —Oigo a Yerik y levanto la vista —¿Estás llorando? —Me mira sorprendido y se agacha hasta mí —¿Qué pasó Lexie?

No me di cuenta que ya se me habían escapado las lágrimas, me refriego los ojos y le respondo a como me llamó.

—¿Lexie?

Sonríe.

—Sí, es que Alexandra es muy largo.

¿Pero de dónde salió este tipo y con tanta alegría? Esa es la que me falta a mí.

Lealtad Tatuada (R#4) [Lealtades #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora