06; frío.

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—¿Suga?

El hombre hizo una mueca y pude jurar que, esa jodida expresión de odio era la misma del maldito gato.

—No, no... —meneé la cabeza buscando recuperar la compostura, todo el asunto de la pérdida de la bola de pelos, el trabajo y... lo de Ji-Min me tenían angustiada, a eso podía sumársele la presencia de un loco en mi apartamento y que aun estaba borracha—. Tú bueno para nada, no tengo ni puta idea de qué haces en mi casa o cómo sabes mi nombre pero más te vale que te largues ahora mismo.

El hombre de curioso cabello blanco alzó una de sus tupidas cejas.

—Esa boca Ji-An —chistó, apunté la sombrilla a su rostro pálido—. ¿Por qué sólo hablas así cuando no está Jiminie?

Mi rostro se contorsionó. ¿Qué mierda? ¿Quién era ese tipo?

—¿Cómo viven ustedes sin pelo? —farfulló—. Realmente hace frío.

Me asusté, ¿cómo diablos tenía sentido que un tipo golpeado apareciera en mi baño y actuara tan relajado?

—Esto es una broma, ¿cierto?

Se escuchó, y aunque no fui yo quien lo dijo, lo estaba pensando.

—Debe serlo —concordé—. Es una puta broma que un vago esté desnudo en mi baño. Maldita sea, estas cosas me pasan por beber.

—Jian... ¿realmente no sospechas quién soy?

Observé al sujeto sin expresión. ¿Cómo iba yo a sospechar sobre alguien a quien no había visto en mi puta vida?

—No... ¿Eres un ex de Sohyun o algo así?

De todas formas no tenía sentido. Pero igual, mi cerebro no conectaba las neuronas gracias al alcohol que había ingerido horas atrás, y, sinceramente sólo deseaba volver a mi cama aspirando que eso solo fuera una pesadilla.

—Como era de esperarse: una despistada completa.

—¿Eh?

—Sí, ahora dame de comer, tengo mucha hambre.

¿Eeeeeh?

Estaba colérica, pero en mi aletargado estado había algo que debía confirmar.

—Uhm... puede sonar loco, pero eres terriblemente familiar, y esa antipatía no puede ser de otro si no...

—Suga, sí —interrumpió—. No preguntes como pasó, no tengo idea.

× × ×

Brinqué al percibir el pesado cuerpo hundir mi cama. Vestía algo de ropa que Ji-Min había dejado en alguna ocasión, y curiosamente poseían la misma talla, aunque, por supuesto, el gato ahora hombre era menos fornido y algo más bajo.

—¿Qué haces aquí? —cuestioné, entredormida—. Ve a la sala.

Lo escuché bufar, más simplemente se limitó a meterse bajo las cobijas. Busqué mi celular y miré la hora, ya faltaba poco para amanecer y el malestar seguía haciendo de las suyas en mi organismo.

—¿No entiendes? ¡Largo!

Soltó una risa seca y me observó fijamente. La iluminación del alumbrado público se infiltraba por la ventana y me permitía distinguir sus facciones. Sus ojos no eran ambarinos, eran profundamente negros, pero alargados. Su piel era mucho más blanca que la mía, su nariz y sus labios pequeños.

Encontré que era muy atractivo.

Y me quise golpear la cabeza.

—No me iré, en el sofá es incómodo —su voz era grave, y ciertamente concordaba con los maullidos bajos que daba—. Además, siempre que he querido, he dormido aquí.

Su tono era arrogante, demandante. Cómo si todo fuese de su propiedad y pudiese hacer lo que le viniese en gana.

Me di la vuelta. No tenía ánimos de lidiar con él. Quizá más tarde, cuando el sol saliera y yo estuviese más sobria.

Antes de perderme de nuevo en mis sueños, sentí su mano posarse sobre mi cintura y acercarme a su cuerpo. Solté una exclamación, pero él sólo se limitó a susurrar—: Tengo frío.

grumpy suga ; myg ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora