El tiempo pasaba, y mi confusión seguía presente. A pesar de haber revelado mi verdadera identidad a Carolina, aún no estaba segura de qué rumbo tomar en mi vida. Seguíamos siendo amigas cercanas, compartiendo risas y secretos, pero algo en mi corazón me decía que había algo más que estaba evadiendo.
Una tarde, mientras paseaba por el parque, reflexionaba sobre todo lo que había sucedido hasta ahora. A lo lejos, vi a un anciano que tocaba una hermosa melodía en su violín. Me senté a escucharlo, dejándome llevar por la música que emanaba de su instrumento.
En ese momento, me di cuenta de que estaba evitando enfrentar mis verdaderos sentimientos. Me había encerrado en una prisión de mentiras y disfraces, negándome la oportunidad de ser quien realmente era. No quería seguir ocultando mi verdadera identidad, pero tampoco sabía cómo enfrentar las consecuencias de revelar la verdad.
Carolina apareció de repente, con una sonrisa en su rostro. Se sentó a mi lado y escuchó la melodía del anciano.
—Es hermoso, ¿verdad? —dijo ella, admirando al músico.
Asentí con una sonrisa, disfrutando del momento.
—Caro, aún estoy confundida sobre muchas cosas —confesé—. No sé qué camino tomar en mi vida. Me siento atrapada entre la expectativa de mi padre y mi deseo de ser yo misma.
Ella me miró con comprensión.
—Entiendo lo que sientes, Nicky —dijo—. Pero recuerda que la autenticidad y la felicidad vienen de ser tú misma, sin importar las expectativas de los demás. No tienes que seguir ocultando quién eres por complacer a tu padre.
Sus palabras resonaron en mi corazón. Sabía que tenía razón, pero aún me asustaba enfrentar las consecuencias de ser quien realmente era.
—Caro, tengo miedo de decepcionar a mi padre y a los demás —confesé con sinceridad—. Pero también me doy cuenta de que es hora de liberarme de esta prisión de mentiras.
Ella me tomó de la mano con cariño.
—No tienes que enfrentar esto sola, Nicky —dijo—. Estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino. Juntas encontraremos la forma de ser auténticas y enfrentar las consecuencias, pase lo que pase.
Me sentí reconfortada por su apoyo incondicional. Sabía que tenía a una verdadera amiga en Carolina, alguien que me amaba y aceptaba tal como era.
El anciano continuó tocando su melodía en el violín, y me sentí inspirada por su música. Era como si su música me guiara en mi búsqueda de la verdadera libertad, la libertad de ser yo misma sin miedo ni limitaciones.
Así, con el corazón lleno de esperanza y el coraje de ser quien realmente era, continué mi camino hacia la autenticidad, sabiendo que tenía a Carolina a mi lado, lista para apoyarme en cada paso del camino.
Ese domingo era especial, mi abuela me visitó de forma inesperada. Como de costumbre, mi padre seguía en su papel de negar mi verdadera identidad, mientras mi abuela se mostraba completamente en desacuerdo con la forma en que me vestía y me trataba.
— ¡Como va estar bien si la sigues vistiendo de esta forma!—reclamó mi abuela a mi padre.
—Es mi hijo, yo decido por él, mamá —contestó él, evitando entrar en una discusión.
—Deberás que no te entiendo, yo te enseñé esto, seguramente todo lo aprendiste del machista de tu padre. Si sigues tratando a mi nieta como un varón, me la voy a llevar —amenazó mirándome a mí y luego a mi madre—. ¿Cuándo vas a entender que ella es una mujer?
—Abu, mamá no tiene la culpa —intervine.
—No opines, mi niña. Tu madre no está haciendo nada al respecto —me miró con cariño—. Tú y yo vamos a ir de compras.
Salimos de casa en silencio, y aunque sabía que mi padre estaba enojado, no podía evitar sentir gratitud hacia mi abuela por su apoyo incondicional.
—Abu, no tenías que decir nada. Seguramente está enojado conmigo —le dije mientras subíamos a su auto.
—Mi niña, es que lo que tu padre hace no está para nada bien. Él tiene que entender que tú eres una mujer. Si no pudo tener un hijo varón, hubiera preferido que adopte. Pero él sigue sus ideas, y tu madre lo apoya.
—Pero... —fui interrumpida por mi abuela.
—Nada de peros, cariño. Hoy vamos a comprar ropa femenina, y eso es final —dijo con determinación.
—Está bien, pero no te excedas, abuela —le respondí mientras soltaba una risa.
Así es mi abuela, terca, educada y demasiado consentidora, siempre me compraba muchas cosas, que permanecían ocultas en el fondo de mi armario, porque mi padre no me dejaba usarlas. Cuando llegamos a la plaza comercial, mi abuela me arrastró dentro de una tienda de ropa de chica, pero al parecer las cosas no estaban a mi favor cuando noté que una de las personas que atendía el lugar era Zaid. Ahora mismo, quería que la tierra me tragara. Así que huí de mi abuela y me encerré en un cubículo del baño mientras pensaba en qué hacer para salvarme de esta situación. Entonces recordé a mi amigo Julián, que siempre me ayudaba cuando solía necesitar ayuda en situaciones extremas, así que salí del cubículo, pero cuando lo hice me topé con dos hombres que me miraban de manera inapropiada. Escuché a uno de ellos decir:
—Lindo culito—¿enserio? Seguro que esos entraban solo a ver a los menores. No es la primera vez que me topo con gays pervertidos.
Llegué al local de mi amigo, mi abuela ya debe estar buscándome por aquí y por allá, así que le envié un mensaje rápido de dónde me encontraba.
—Nicky, ¿a qué debo el honor de que me visites? Tenías tiempo sin venir —me preguntó Julián.
—Vine con mi abuela de compras... —comencé a relatar lo que sucedía.
—Así que no viniste de visita, qué descaro el tuyo —enseguida vi a mi abuela entrar.
—Ay, cariño, me tenías preocupada. ¿Dónde te metes? —preguntó preocupada.
—Abu, este es mi amigo Julián, además te dije que iría al baño —le presenté.
Después, Julián me ayudó a cambiar mi apariencia; él era un estilista y maquillista bastante bueno. Al fin quedé un poco irreconocible, y entramos a la tienda de ropa a comprar. Lo que siguió después fue el descaro de Zaid, ofreciéndose a ayudar a mi abuela y a mí con las compras.
—Entonces, ¿no me dirás tu nombre, linda? —me preguntó.
—No.
—Entonces ¿tu número? —insistió.
—No.
—Ay, niña, ya no seas mala con el chico. Se portó bien amable y lindo —mi abuela se metió a la conversación.
—Abu, es que no lo viste, le pide el número a todas las chicas.
—No es cierto, solo a las que me parecen lindas —se defendió.
—Entonces aceptas que si le coqueteas a tus clientas.
—No es cierto, ellas se me insinúan. ¿Quién podría resistirse a esta hermosura?
—Además de descarado y egocéntrico, típico de los chicos como tú.
—Julieta, ya vamos. Escogí un par de vestidos y faldas que seguro te quedarán hermosas —mi abuela habló emocionada.
—Así que te llamas Julieta —mire molesta, sin realmente estarlo, porque nunca me enojaba con mi abuela.
Finalmente, Zaid dejó de molestarme cuando mi abuela pagó la ropa y salimos de ahí. No sin antes anotar su número detrás de la nota de pago.
Continuara...
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Prisionera de mi misma(Prisioner of her myself)
Teen FictionEn un mundo donde las expectativas sociales y el deseo de proteger a su madre han llevado a Julieta a vivir una mentira desde su infancia, se ve atrapada en una vida de fingir ser un chico para cumplir los deseos de su progenitor. Pero todo cambia c...