Capítulo 2: El Encuentro con Dorian

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No me agradaba mucho la idea de pasar tiempo con mi padre, pero algo que me podía poner feliz era visitar mi lugar favorito: un restaurante familiar con una pista de baile y karaoke. No cantaba muy bien, pero eso no me importaba. Mama solía llevarme allí, y cantaba las canciones para mí con tanto entusiasmo que esos momentos se volvieron inolvidables. Sin embargo, desde que mi padre se volvió más ocupado con el trabajo, dejamos de frecuentar ese lugar. Solo volví a visitarlo cuando cumplí 16 años y me enviaron al extranjero.

Estar lejos de mi padre me dio un poco de libertad, pero a pesar de la distancia, la presión de mantener la fachada seguía siendo intensa. Su imagen pública como arquitecto reconocido dependía de que yo siguiera actuando como un chico, aunque en muchas ocasiones resultaba imposible ocultar mi verdadera identidad. La gente no pasaba por alto que era una chica, pero nadie se atrevía a cuestionarlo.

—Estoy listo —anuncié con un suspiro resignado.

El pequeño viaje en auto duró al menos 20 minutos, durante los cuales mi padre intentaba entablar una conversación sobre cómo había sido mi estancia en el extranjero y otros temas sin sentido. Yo respondía con monosílabos o simplemente me quedaba callada. No tenía ganas de hablar con él, no después de lo que había sucedido en la casa.

Cuando llegamos al restaurante, bajé del auto y esperé a que mis padres hicieran lo mismo antes de entrar. El lugar apenas comenzaba a llenarse, eran alrededor de las 9:00 de la noche. Por lo general, en ese horario el lugar estaba abarrotado, pero tal vez esa noche sería diferente.

Nos acomodamos en una mesa cerca del escenario, donde pronto comenzarían las actuaciones de karaoke. Mi madre parecía emocionada y sonreía con anticipación, pero no pude evitar notar que había cierta tensión entre mi padre y yo. Traté de ignorarla y centrarme en disfrutar el lugar que tanto amaba.

Después de pedir la comida, mi madre me miró con ojos brillantes.

—Nicholas, ¿te gustaría cantar una canción? —preguntó, esperanzada.

—No, gracias —respondí tímidamente—. Prefiero solo escuchar.

Era cierto que me encantaba escuchar a otros cantar, pero la idea de subir al escenario y enfrentarme a la mirada de todos me aterraba. Además, había perdido la confianza para mostrarme como Julieta, incluso en ese lugar tan especial.

Mi madre asintió con comprensión, pero mi padre intervino con un tono de voz un poco desafiante.

—Vamos, no seas tan aburrido. Anímate y canta, será divertido.

Traté de ocultar mi incomodidad, pero no pude evitar sentirme herida por su comentario. No sabía si me estaba retando o simplemente quería forzarme a ser alguien que no era.

—Ya dije que no quiero cantar, papá —respondí con firmeza—. Respeten mi decisión.

Hubo un breve silencio incómodo antes de que mi madre cambiara de tema, intentando aliviar la tensión en el ambiente. La cena transcurrió sin muchos incidentes, pero la presión seguía presente, aunque nadie más la mencionó.

Terminada la comida, el escenario se iluminó y una chica joven subió para cantar una balada. Mientras disfrutaba de la música, me sentí momentáneamente liberada, olvidando por un instante las expectativas y las miradas de los demás.

Después de la cena, mi madre y yo nos dirigimos a la pista de baile mientras mi padre se quedaba sentado en la mesa, absorto en su teléfono. Aunque me divertía bailar, también aproveché el momento para despejar mi mente y olvidar por un rato la tensión que había entre mi padre y yo.

Mientras bailaba, noté que el lugar se llenaba cada vez más de personas. De repente, sin previo aviso, alguien chocó contra mí. Tropecé y estuve a punto de caer, pero unos brazos fuertes me sujetaron antes de que eso sucediera. Levanté la mirada para encontrarme con un chico de cabello castaño y ojos cálidos, que me miraba con una sonrisa amistosa.

—¡Lo siento mucho! No vi por dónde iba —se disculpó con una voz dulce y apenada.

—No te preocupes, también fue mi culpa por estar distraído —respondí, tratando de ocultar mi nerviosismo.

Mi corazón latía acelerado por el inesperado encuentro. No estaba acostumbrada a interactuar tan cercanamente con extraños, y menos aún con un chico tan guapo y amable. Traté de recordar que estaba en la apariencia de Nicolás y que debía comportarme como él.

—Por cierto, me llamo Nicolás —me presenté, usando el nombre masculino mientras estiraba la mano para saludarlo.

--Soy Dorian. Encantado de conocerte, Nicolas —respondió, estrechando mi mano con suavidad.

—¿Eres amigo de alguien que está aquí? —pregunté, tratando de desviar la atención de mi extraña situación.

—Sí, vine con un grupo de amigos. Todos estamos celebrando el cumpleaños de uno de ellos. ¿Y tú? ¿Estás aquí solo?

Fruncí el ceño, tratando de encontrar una respuesta adecuada que no revelara demasiado.

—Estoy aquí con mi familia —contesté con una sonrisa forzada—. Es un lugar que me gusta mucho, así que venimos a menudo.

Dorian asintió con una sonrisa, y durante unos momentos, continuamos charlando amigablemente. Su presencia era reconfortante, y me sorprendí disfrutando de la conversación. Sin embargo, pronto recordé que no podía permitirme ser demasiado abierta y vulnerable. Tenía que mantener mi secreto oculto a toda costa.

—Bueno, creo que debería volver con mi familia —dije finalmente, tratando de poner fin a la conversación antes de que las cosas se complicaran.

—Por supuesto, no quiero interrumpirte. Ha sido un gusto conocerte, Nicolás —respondió Dorian con una sonrisa.

Iba a decirle lo mismo, pero me contuve. En su lugar, asentí y me alejé con paso decidido. Aunque me sentía mal por ser tan evasiva, no podía arriesgarme a que descubriera mi secreto. Además, tenía que recordar que no podía permitirme involucrarme demasiado con alguien, especialmente si eso significaba revelar quién era realmente.

Me reuní con mi madre, quien me miró curiosa.

—¿Quién era ese chico? Parecía que se estaban llevando bien —comentó.

—Solo alguien que conocí por accidente —respondí vagamente—. No es nada importante.

Mi madre asintió con una sonrisa y no preguntó más. Pero en lo más profundo de mi corazón, sentí un atisbo de curiosidad y la esperanza de que quizás algún día podría ser yo misma frente a alguien como Dorian. Sin embargo, por ahora, tenía que seguir ocultando mi verdadera identidad y enfrentar los desafíos que la vida como Nicolás Preston me presentaba.

Continuará...

Prisionera de mi misma(Prisioner of her myself)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora