Capítulo 1

810 14 0
                                    

Como cualquier otra mañana, me desperté cuando los enormes rayos de sol inundaron mi habitación. Estiré mi brazo y pude tocar la cajetilla con la punta de los dedos. Me incorporé un poco para cogerla y coger de dentro un cigarrillo. Lo puse entre mis labios y lo encendí. Necesitaba volver a sentir ese humo, como todos los días nada más levantarme. El timbre de la puerta me hizo moverme de la cama e ir a abrir. Al frente de la puerta se encontraba una mujer, conocida para mí y llevaba algo entre las manos, debía de ser comida, porque iba envuelto en papel de plata:

-Feliz cumpleaños.. -Dijo aquella señora en un hilo de voz.

Cogí lo que sostenía entre sus manos y le cerré la puerta en las narices:

-Deja de molestarme puta vieja -Dije entre dientes y le di un puñetazo a la puerta antes de irme hacia la cocina para dejar lo que acababa de cogerle.

Fui a la cocina y quité con cuidado el envoltorio. Era una tarta, donde se leía perfectamente "Felicidades Austin" escrito con crema pastelera entre todo aquel chocolate que contenía la tarta. Mi móvil sonó y tuve que ir rápidamente a mi habitación para cogerlo:

-Hey bro, felicidades.

-Muchas gracias bro. Esta noche ya sabes, vamos donde siempre y la líamos, que los 18 lo merecen.

-Por supuesto. Y que no falle nada de material. Ya sabes que sin todo eso no hay diversión que valga.

-No lo dudes -Colgué.

Dirigí la mirada a la pantalla del móvil y tenía notificaciones de WhatsApp, para ser exacto, 7 mensajes de 3 conversaciones. 4 eran del grupo de colegas que teníamos, para felicitarme, a los que respondí con muchas amabilidad y recordándoles la noche épica que nos esperaba hoy. 2 de una chica que según ella "está enamorada de mí" para felicitarme y darme los buenos días, como siempre, puta pesada. Si por cada buenos días que me dice me dieran un euro, sería millonario. Menos mal que no la respondo, pero la asignatura de indirectas debe de suspenderla o algo. Y el último uno de un amigo para decirme que ya tenía lo que quería, le respondí con un simple gracias y que en un rato iría a recogerlo.

Hacia apenas un mes que había salido del centro de menores y a ratos me olvidaba de que ya tenía toda la libertad que necesitaba, no eso de estar todo el día vigilado y con normas por todas partes.

Mientras recordaba aquellos estúpidos y horribles momentos, me vestí para poder ir a ver a mi colega. En la puerta estaba mi coche, el que cogí y me dirigí al local donde me desahogaba cada mañana desde que había salido de allí. Al abrir la puerta estaban la gente habitual pegando puñetazos a los sacos de boxeo y algunos encima del ring entrenando un poco más en serio. Yo no iba en serio, simplemente era para desahogarme y en cierto modo divertirme, pero nada más. Al fondo estaba aquel chico, rubio, con un cuerpo trabajado gracias a las intensas horas que se ha pasado aquí, sudado, con una camiseta negra y unas enormes gafas de sol que cubrían sus ojos, que si no recuerdo mal aquella vez que los vi, eran color miel. Me acerqué y le di a escondidas una pequeña bolsa, que él observó con disimulo a través de sus gafas, para luego mirarme a los ojos, según pude presentir, fijamente:

-Por el tamaño, debe de ir toda la cantidad que te pedí, gracias -Dijo con una voz oscura y volvió a mirar a la bolsa para luego echarse mano al bolsillo y depositar en mi mano, vigilando que nadie viera nada, unos billetes.

-Gracias a ti, ya sabes, lo que necesites.

Nos hicimos un gesto y me dirigí a donde estaba un saco de boxeo vacío y empecé a darle puñetazos hasta quedarme agusto, y cuando paré alguien me tocó la espalda:

-Si no recuerdo mal hoy es este hombrecito cumple un año más -Me giré y un hombre de mediana edad, con el pelo canoso y una vestimenta muy típica de esta actividad me regaló una sonrisa.

Mi mundo es así {Austin Mahone}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora