No puedo evitarlo, aún cuando conduje casi tres horas con Lenna a mi lado bufando cada diez minutos, me siento feliz. Siendo tan moralmente incorrecto el chantaje como lo es me siento victorioso.
Que olvidara el móvil es suerte. Alguien conspira a mi favor.
—No Ivashkov por unos días— tarareo feliz.
Niega. Casi sonríe. Está decidida a no hablar durante el resto del viaje.
—Bienvenida a casa de tus suegros— sonrió porque los niega—. Sí que lo son — da un portazo a mi auto y camina hacia la puerta con cara de pocos amigos.
»Va a ser un fin de semana divertido.
—Cállate.
—Nena, voy a tener cientos de oportunidades, no voy a dejarlo pasar.
—¡Lenna, sal, maldita sea! —ninguna luz se enciende en su casa— ¡Sal, dame la cara!
Todo sigue en silencio, uno absoluto, termino por convencerme que no hay nadie. Una suerte para ellos, pero no pienso dejarlo pasar. Admito estar ebrio, pero no lo suficiente como para borrar la rabia.
Estoy celoso. Malditamente celoso.
Me enorgullecía ser el papá, el único, de los hijos de Lenna, porque aunque amara a los Ivashkov los hijos que llevaban su sangre eran míos.
Decido sentarme a esperar que lleguen, llueva, truene o relampaguee nada me va a mover de aquí.
Espero en silencio, lo que calculo son dos horas hasta que las luces del auto de Ángel me deslumbran.
Tengo mala suerte y ahora estoy menos ebrio y soy un poco más consciente de lo que hago aquí. Ángel es el primero en bajar, imagino que después de una pequeña discusión con Lenna. Ella jamás lo dejaría bajar primero tratándose de mí.
—Quiero hablar con Lenna.
—No creo que sea conveniente— su voz hace que me hierba la sangre.
—No decides por ella, Ángel, ambos sabemos que si lo pido va a hacerlo.
—No empieces con eso. Los niños están dormidos y no creo que quieras darle un espectáculo a tu hija.
Para su sorpresa y mi satisfacción la puerta del auto cierra. Mientras Lenna camina hacia nosotros sus tacones resuenan contra el pavimento. Luce bella y nos deja noqueados.
—¿Qué pasa? —habla como si tuviera el control de la situación. Se ve cansada— ¿Qué haces aqui, Adrián?
Pocas veces dice mi nombre y cuando lo hace demuestra que va en serio. Fijo la vista en su vientre, el vestido que usa está tan pegado que deja entrever un poco que alguien crece allí. Ella sigue mi mirada al tiempo que comenzamos un tira y afloja. Nos conocemos tan bien que las palabras no son necesarias. Ivashkov queda de lado, casi se vuelve invisible... hasta que pone su saco en los hombros de Lenna, quien cierra los ojos e inhala.
Ahora quiero herirla.
No debería ser feliz si yo no lo soy, después de todo ella fue quien terminó esto primero.
—¿Ya te dijo que está embarazada?
Ángel palidece. Está como congelado.
—Vete —Lenna trata de sonar tranquila—. Amor, yo... —trata de tocarlo y se aleja. Ese solo acto le hace más daño del que yo podría hacerle jamás—. Te lo iba a decir en cuanto pasara el primer trimestre.
La mirada que él le da no me gusta. Sé que trata de frenar la furia. A estas alturas ya no estoy tan mareado.
—No quiero otro hijo, Lenna. No vamos a tenerlo —dictamina.
—Claro que no —veo sus palabras antes de que salgan—. Lo voy a tener sola. No pienso abortar, Ángel.
Maldice en ruso —No voy a discutir esto frente a Igor—. Sube al auto.
Lenna me da una mirada triste. Está irremediablemente decepcionada.
—Lo siento —murmuro—. Estoy celoso.
—Vete al infierno —ríe sin ganas—. No puedes querer hacer de mi vida una mierda simplemente porque ya no puedes joder más la tuya.
—Nena...
—Vete de aquí, Adrián. Esta fue la última vez — más allá de lo molesta que está la veo herida, traicionada.
No voy a dejar esto así.
—Nena, no me voy a ir.
—¿Por qué no? Esta no sería la primera vez, Adrián.
—Basta, van a despertar a los niños. Y es muy tarde para espectáculos de borrachos — la voz de Ivashkov parece ser el chispazo que enciende todo.
—¿Quieres que te recuerde quién se fue primero? —ahora estoy gritando y una a una las luces de los vecinos del exclusivo vecindario se van encendiendo— Te fuiste con Vladimir, nos dejaste a tu hija y a mí.
» Tú terminaste con nosotros, Lenna.
—¿Yo? Me largué porque no quería que les hiciera algo como a mí familia.
—Nosotros éramos tu familia.
—Eres un imbécil.
—Bueno, supongo que lo soy por haber esperado que te quedaras.
Para sorpresa de los presentes se quita la blusa. No me sorprende el sostén de encaje tanto como lo hace al girarse. Hay suficiente luz como para iluminar todo.
—Me fui para evitar que te pasara algo así.
Jadeo y retrocedo. Tengo una vista en primera plana a su cuerpo la marca de la bala sigue allí; es cuando gira y muestra su espalda que lo entiendo.
La mayor parte está llena de cicatrices, una sobre otra, creando sombras irregulares sobre la superficie que recordaba lisa y perfecta.
Ángel esta vez interviene poniéndole de nuevo el saco
—Fue suficiente. O te vas ahora o me encargaré de que jamás te acerques a Lenna o a Zoe.
No soy capaz de moverme. No entiendo siquiera lo que dicen.
—Vámonos —no distingo la voz. Tampoco reconozco a la persona que me sube al asiento del copiloto.
Solo soy capaz de ver la espalda de la mujer de mi vida. La misma que besé una y otra vez.
El auto se detiene y la persona a mi lado baja y abre mi puerta. Sólo me dejo guíar. Subimos un par de pisos.
—Gracias —susurro cuando Francia se arrodilla frente a mí. No sé cómo es que ahora estoy sentado en su sofá.
—Lo lamento —se encoge—. No creí que esto pasaría.
Me abraza. Allí en sus hombros lloro, lloro tanto como no lo había hecho en la vida. Pasé tanto tiempo culpándola ...
—Fue mi culpa —me aferro a Francia tanto como puedo.
Oh, Dios, soy un jodido imbécil.
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En ésta no (#3 PeR)
ChickLitUn divorcio, una mujer que nunca se aleja del todo y tener el corazón roto son una combinación letal. Después de su divorcio, la muerte de su hermana y la inminente derrota ante alguien que siempre pareció joderlo y arreglarlo todo en un parpadeo, l...