Extra

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Lenna.

Las cosas en mi matrimonio no siempre salían bien. En ocasiones, como esta, todo el esfuerzo de estos años parecía hacerse nada. El jardín de nuestra casa se había vuelto mi lugar cuando no podía ir a visitar la tumba de Claude y necesitaba silenciar todo aquello que me torturaba.

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —el acento de Ángel se tornaba más evidente cuando el enojo tomaba el mando.

Por un segundo mi corazón latió volviéndose loco. Le estaba ocultando muchas cosas últimamente y no sabía cual de todas era peor. Tomé el periódico que me tendió casi suspirando de alivio al ver una fotografía de Adrián y mía en la portada de espectáculos. Aún no entendía cómo estar a punto de morir te convertía en una celebridad.

—Lo olvidé, Ángel —y era cierto—. Estas notas son pura basura.

—¿Por qué estabas con Igor? —casi sonreí. Llevaba mucho tiempo sin escuchar aquel apodo.
—Necesitaba un amigo.

—Tiene a Maxwell y a James.

—Me necesitaba a mí —en otras ocasiones aquellas palabras habrían comenzado una guerra—. No es algo que esté dispuesta a negarle.

Suspiró tratando de asimilar una vez más la manera en que Adrián y yo lográbamos entendernos. Pocas ocasiones se veía a Ángel tan inseguro.

—¿Me ocultas algo,  princesa? —el azul de sus ojos me engulló del todo; me permití perderme en él y en la manera en que me hacía sentir.

—Muchas cosas, mi amor— acaricié su mejilla. Habría resultado más sencillo fingir que todo estaba bien; sin embargo, con el tiempo, descubrí que era tapar el sol con un dedo—. Pero jamás dudes de lo que siento por ti.






Estaba fuera del consultorio de la ginecóloga que James me había recomendado. Fijé la vista en la pareja de adolescentes frente a mí, ambos notoriamente nerviosos por la evidente pronta llegada de su hijo.

«Tal vez un mes» Inhalé profundamente intentando a toda costa no pensar en el futuro. No quería pasar por lo mismo de nuevo.

—Lenna Abbott —la enfermera se acercó a mí y sonrió intentando darme ánimos —, la doctora está lista para recibirla.

Caminé hacia el consultorio sintiendo que cada paso se tornaba más difícil que el anterior. Una mujer rubia, tal vez un par de años mayor que yo, me recibió con una abierta y brillante sonrisa. De no ser por la bata que cubría su atuendo habría imaginado que era alguna clase de modelo o actriz.

—Acabo de leer tu expediente —clavó su mirada tierna en mí.  Estaba utilizando el mismo tono que yo con las chicas que llegaban a la fundación—,  ¿Qué es lo que te trae aquí?

Tomé una enorme bocanada de aire y se lo dije.

—Tengo un retraso —asintió invitándome a continuar—. Estaba tomando la píldora, fui de viaje hace algunas semanas y no olvidé tomar ninguna.

—Haremos unas pruebas y veremos que todo esté bien— su sonrisa se apagó —. ¿Eres consciente de los riesgos que supondría un embarazo? —No contesté. Dejando en evidencia que lo sabía.

Justo por eso Ángel y yo habíamos decidido que no buscaríamos tener bebés de nuevo.

La enfermera entró y llenó un par de tubos con mi sangre. Respondí mecánicamente a cada pregunta y agendé una cita para el día siguiente.








—¡Mami! —Zoe corrió hasta la cocina arrojando la mochila en la entrada. Extendió las manitas hacia mí y me llenó de besos.

—¡Llegamos, mamá! —los gemelos gritaron antes de comenzar a correr escaleras arriba.

—Hola,  preciosa —bajé a Zoe y me acerqué a Sophie —¿qué tal tu día? —los primeros días después de pasar un tiempo con Rebeca siempre actuaba reservada en torno a mí.

—Bien —caminó unos pasos hasta que quedamos frente a frente y se arrojó contra mí —. Tú nunca me vas a dejar, ¿verdad?

Mi corazón se encogió y tragué saliva antes de encontrar la manera de responderle sin sentirme una terrible mentirosa.

—Jamás, muñequita— dejé un beso en su coronilla y ambas volvimos a lo que estábamos haciendo antes.

Me dolía el pecho ver la facilidad con que cada uno de mis niños confiaban en mí, ciegamente, y lo mucho que estaba por fallarles si alguna de esas pruebas resultaba positiva. Contrario a cuando era más joven esta vez era consiente de las consecuencias de mis actos; en cualquier otro momento habría amado convertirme en mamá de nuevo, era una sensación que siempre anhelaría sentir de nuevo, pero había sido cuidadosa tenía cuatro niños a los cuales cuidar y no los quería dejar.

No podía hacerle algo así a nuestra familia.







—¿Lista? —la mano de mi hermano en mi cintura me tomó por sorpresa —¿Todo bien?

Para sorpresa de ambos me pegué a su pecho creyéndome incapaz de continuar sin llorar.

—Estoy aterrada. Se supone que no debería estar pasando esto, Jamie, ¿cómo le diré a los niños? ¿cómo se lo diré a Ángel?

—Todo estará bien, ya verás que no ha sido más que un susto —me permití creerle porque ¿qué razón tendría mi hermano para mentirme?

La cara de la ginecóloga fue un poema. Supe que el resultado era positivo apenas abrió uno de los sobres, el primero. Escondí la cabeza entre las manos y esperé que lo dijera en voz alta.

—Es positivo, Lenna. Tienes un par de alternativas, —levanté la vista para verla disculparse con la mirada. Jamie había palidecido, estaba genuinamente asustado— pero desde el punto médico, dado tu historial, no es recomendable que continúes con el embarazo.

—¿Un aborto? —Jamie apretó mi mano.

—Tienes un par de semanas para pensarlo, después no podremos hacer nada —me levanté de manera mecánica y me dirigí a la puerta. Un instante antes de tocar el pomo este giró abriendo la puerta dejando un pálido y confundido Adrián frente a mí.

—¿Lenna? —dio un paso atrás y su  mirada viajó a la mujer de la bata.

—Debo irme— casi corrí a la salida. Escuché a mi hermano detrás y continúe hasta que el aire me faltó.

Los brazos de mi hermano me rodearon.

—Respira— me sentía incapaz de ello— Lenna,  escúchame, tienes que respirar.

Dejé que una pequeña cantidad de aire se colara hasta mis pulmones. Hacia años que no tenía un ataque de pánico.

—No puedo hacerlo, no puedo— se sentó y me envolvió con aun más fuerza— ¿Qué debo hacer? —necesitaba al ser racional que había en él. Nunca se dejaba llevar por las emociones y justo ahora eso era lo que necesitaba.

—No tengo ni puta idea, peque.

En ésta no (#3 PeR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora