Lenna se queda estática en la entrada. Mis padres la saludan siendo solo formales. Pongo una mano sobre su cintura y eso parece ponerla un poco menos tensa.
—¡Lenna! —mi hermana ni siquiera le da oportunidad de decir algo cuando la arrastra hacia su habitación.
Papá me saluda con unas palmadas en la espalda; mientras mamá nos da una mirada y pide que la sigamos a donde nadie nos pueda escuchar.
—¿Qué planeas, Adrián?
—Una reunión familiar, ¿Qué pensabas, mami?
—No quiero a esa... prostituta en mi casa—Me hierve la sangre— . Solo Dios sabe que le hizo a Vladimir para volverlo tan loco.
—No me importa lo que pienses. Me voy a casar con ella...
—Hijo —papá pone una mano en mi hombro. Lo observo por primera vez desde que crucé la puerta y algo me preocupa.
—No va a traer nada bueno a esta familia— mi madre sigue con su parloteo.
—Basta, Julia, haz gala de la buena educación que siempre presumes— creo que es la primera vez que le hace caso a papá y sale dando un portazo.
Llevo dos días en cama, solo me he levantado a orinar. Francia sigue insistiendo en que me levante y ha traído comida seis veces, a parte de eso no se ha movido mucho, es como si temiera que me lastime.
El timbre rompe el brumoso silencio. Francia se mueve después de dar una última mirada en mi dirección.
—Voy a pasar — escucho a Lenna. Cierro los ojos creyendo que imagino cosas.
—No, ya le hiciste demasiado daño—Francia eleva la voz.
Camino, corro, para ver qué sucede.
—Si no quieres perder tu licencia quítate— la rubia sigue reacia a moverse—. He aplastado a personas mucho más importantes que tú.
—¿Quieres tranquilizarte? —Francia intenta tomar un poco de control.
—No, no quiero y no me hagas arrepentir de haber venido aquí y no a la asociación de medicina.
De no haberla visto jamás hubiera creído en la mujer dura y calculadora en la que es capaz de convertirse. La amenaza va tan en serio que Francia se ve pequeña.
—Lo siento mucho —Francia responde con apenas un hilo de voz.
— Quítate o voy a hacer que te arrepientas.
Una tercera voz grita ¡Papi!. Me doy cuenta de la presencia de mi hija cuando suelta la mano de su mamá y corre en mi dirección.
Lenna camina detrás de nuestra hija sin dar siquiera una mirada en dirección a la rubia, quien sigue congelada.
—¿Estás bien? —se detiene a un metro de mí. Me inspecciona con la mirada —. Zoe, ve a tu habitación por la película que más te guste —renuente, mi hija suelta mi cuello y corre a la habitación que ha ocupado tan pocas veces.
—Estás aquí —digo bajo, como si hablando en voz alta ambas se desvanecieran.
—Tú, Adrián, tú... vete a bañar.
—No puedes venir a órdenarme a mi casa.
—Tú no podías hacer muchas en la mía y aquí estamos —suspiro y obedezco.
Camino mecánicamente y de la misma manera me desvisto, abro el grifo y me meto bajo el agua sin esperar a que esté caliente. El golpe de frialdad me despierta por completo.
Creo que tardo al menos una hora. Cuando abro la puerta del baño el olor a comida provoca que mi estómago gruña. Estoy hambriento.
Camino descalzo hasta la cocina donde Lenna se mueve como si conociera cada rincón. Doy una mirada a la sala en dónde Frozen se reproduce mientras Zoe duerme tendida sobre la alfombra.
—Seguro que el que estés jugando a la casita no va a hacer feliz a Ivashkov.
—No quiero hablar de eso, Adrián —pone un plato frente a mí.
Espero a que ella se siente justo enfrente para comenzar a comer. Doy una mirada al reloj junto a la barra y niego al ver que pasa de medianoche.
—¿Y Francia?
—Se fue hace tres horas.
—No fuiste muy amable con ella —reprocho.
—No tenía porque serlo.
No tengo argumentos en contra. Terminamos de comer y sin preguntar tomo a mi hija en brazos y la llevo hasta su cama. Cuando regreso los platos están limpios, la sala ordenada y Lenna está esperándome en la sala. Me siento como un niño regañado.
—Lo siento— digo después de un par de minutos en silencio. No hay que ser un genio para saber que, al menos por ahora, ellos se separaron.
—Ya no importa —suena triste, derrotada. Tengo la certeza de que está a punto de llorar—. ¿Cómo llegamos a esto, Adrián?
La abrazo y al mismo tiempo tengo la impresión de que ella es quien me sostiene a mi.
—Me siento perdido, nena, tampoco tengo la respuesta —después de un tiempo en silencio las palabras comienzan a salir solas—. Cuando te fuiste creí que lo habías elegido a él, sobre Ángel, sobre mí, y después lo entendí... estabas asustada y fue mi culpa, no te hice sentir suficientemente protegida, tanto así que corriste lejos.
—Te amaba, Adrián. A tí y a nuestra niña, no quería que les pasara lo que a mi familia. Eran lo único que tenía en el mundo.
—¿Qué pasó allí? —necesito saberlo— ¿Qué te hizo?
Nunca nos hemos mentido. Lenna duda un poco hasta que decide hablar.
—Al principio nada —el peso en mi pecho hace acto de presencia—. Casi lo mato. Estuve a nada —rie—, pero no fue suficiente. Tres semanas después se vengó... Me presentó como su mujer... No me gusta hablar de eso.
—¿Cómo te hizo... qué te pasó?
—Salvé a una chica. Me recordó a mí cuando tenía su edad —solo se encoge de hombros—. Creo que a ese sí lo maté... Vladimir me castigó.
No dice más da por entendido que yo sé el resto.
No es así.
Ni cerca.
Pero no presiono más, llegado el momento ella me dirá todo lo que necesite.
»Es curioso que a pesar de los años pueda hablar contigo de todo. No le he contado nada de esto a Ángel.
Sonrío de lado, aunque ella no me ve lo sabe.
—Cuando regresaste, cuando te ví fui consciente de lo poco que te hice sentir protegida. Todas las noches pienso en qué, tal vez, de haber sido yo quien acabará con Vladimir seguiríamos juntos.
—No era necesario que lo hicieras. Tampoco Ángel— admite.
—¿Entonces porqué lo escogiste a él?
Niega y se aparta de mi abrazo— No me dejaste opción— me deja ver lo dolida que está—. Habría ido al fin del mundo por tí y tú solo te fuiste, Adrián.
»Sé que era mucha mierda, y que fue mi culpa por irme en primer lugar, pero nunca nos diste la oportunidad de superarlo juntos... Solo te fuiste... Yo quería que te quedaras, pero no te lo pedí. Y me arrepiento mucho por eso.
Es un montón de porquería arrojada en mi dirección. Lo triste es que pasé el tiempo culpándola por todo sin ver que, aún cuando ella se fue, quien saltó del barco primero fui yo por lo que ambos somos culpables.
—¿Ya no me amas?
Se lo piensa mucho. Sus ojos se clavan en los míos al tiempo que se llenan de lágrimas.
Suplico en silencio por una respuesta. Una que puede cambiarlo todo.
—Yo...
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En ésta no (#3 PeR)
Chick-LitUn divorcio, una mujer que nunca se aleja del todo y tener el corazón roto son una combinación letal. Después de su divorcio, la muerte de su hermana y la inminente derrota ante alguien que siempre pareció joderlo y arreglarlo todo en un parpadeo, l...