No seré tu carcelero.

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  El anaranjado brillo del sol en la ciudad de Brighton se clamaba presente, su destellante calidez invadió el cuarto de la comprometida pareja bajo los encantos de Morfeo. Adrien no pudo evitar despertar, el reloj de pared marcaban las diez y comprendió el por qué de tanto ruido en las afueras. Las risas de los niños junto con las salpicantes olas del mar se escuchaban como si tuviesen origen en la habitación contigua; aunque la playa más cercana se encontrara a una distancia considerable. Al adulto, sin embargo, no le molestaba aquello en absoluto.

  Sintió la necesidad de estirarse pero su amada pareja aún se encontraba dormida sobre su pecho, Adrien acarició suavemente el brillante cabello degradé de Louisa mientras imaginaba impaciente a un par de niños correteando por el apartamento. Llevó su mano hacía el vientre de la joven y con culpa permaneció sintiendo su calidez, estaba consciente de que con el avanzado embarazo de su prometida debía evitar amarla por las noches con tanto énfasis. 

  Aquello había sido inevitable para ambos, la alegría los había invadido al escuchar la emocionante sorpresa tras ir a la ecografía por su doceava semana, ellos serían los padres de unos ansiados gemelos. Si bien aquello fue inesperado Adrien lo sospechaba, el rápido aumento de talla en Louisa a pesar de que tan solo estaba rozando el cuarto mes era un claro indicio, aún así siendo un padre primerizo no había querido sacar ninguna conclusión.   

  Adrien recordó con lejanía el primer encuentro intimo junto a su amada, una similar sensación culposa lo había atacado la mañana siguiente al despertar. Sintió que se había aprovechado de la fragilidad emocional de Louisa al haber consumado el compromiso la misma noche en que se lo había propuesto, también se había arrepentido de haber sido tan descuidado como un inexperto adolescente; aunque luego ella le demostraría en varias oportunidades sus inexistentes deseos de proteger su fertilidad estando con él. 

  En el poco tiempo transcurrido desde la ansiada libertad de Louisa, ambos habían creado una vida juntos de tal forma que parecían haber sido cónyuges hace años. Eso era perfecto para Adrien, no podría pedir más, pero supo desde el primer beso fuera de Sasayuri que ella no tenía intenciones de volver a ver a su familia. 

  El remordimiento caía sobre sus hombros porque él sabía cuánto Louisa extrañaba su hogar, si buscaba escusas para seguir evitando tal reencuentro o sonreía con desinterés al recordarle la idea, era porque ella quería protegerlo. Ambos se amaban con locura, de una manera que jamás habían imaginado que podían amarse, pero Louisa era consciente de cuántos años de odio le había dedicado su familia a Adrien Agreste. La joven no quería que la separasen de su rey, pero aquel rey no quería gobernar sobre su vida.      

  Estando juntos, ambos apreciaban cada ínfimo detalle como si toda la felicidad que se encontraban viviendo pudiese desaparecer de un momento a otro

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  Estando juntos, ambos apreciaban cada ínfimo detalle como si toda la felicidad que se encontraban viviendo pudiese desaparecer de un momento a otro. Adrien llevó a desayunar a su princesa al pequeño bar costero que tanto le agradaba, ella solía insistir en que era un lugar alegre por sus singulares colores. Además ambos disfrutaban el recorrido hacía el mismo, muchas tiendas de antigüedades y casas de recuerdos limitaban entre sí entreteniendo al expectante turista. 

  Al estar sentado frente a su encantadora pareja admirando su bella sonrisa, Adrien se comenzó a arrepentir del tema que iba a plantear nuevamente. 

— ¿Te sientes preparada para visitar a tus padres? Sé que quieres verlos tanto como a tus hermanos...

  Louisa dejó en la mesa su batido de frutas, bajó la mirada unos segundos mientras jugueteó con sus dedos, luego la alzó hacía los ojos de Adrien nuevamente.

— No sería propicio... No en este estado...

  Adrien suspiró con ternura al ver cuánto ella estaba dispuesta a sacrificar por estar junto a él, con una cálida voz retomó la propuesta.     

  — No es un "estado" Louisa, no lo digas como algo negativo. Estás embarazada, ellos se mueren por verte, también estarán alegres de conocer a nuestros niños —Hizo una mueca y tomó la mano de su amada— Si quieres que te acompañe, si necesitas que sea yo el que hable...

— No, eso jamás —Interrumpió asustada, mostró sus verdaderas emociones con respecto al rencuentro— Estamos bien así, no necesito ser desagradecida y apostar todo lo que tengo.

— Nadie nos va a separar y menos las personas que amas, si yo sufrí durante todos estos años tu perdida no quiero siquiera imaginar el dolor que aún siguen sufriendo ellos...

— Y si viajo a Francia y... Alguien vuelve a alejarme de todos...

— No sucederá, iré contigo a París, protegeré a mi familia.

— No quiero...

  No sabía si realmente se sentía tan mal sobre la idea que planteaba Adrien o si era por causa del embarazado, pero una acongojada angustia invadió su mirada amenazando con estallar. Su rey siempre se detenía allí, dejando el dialogo inconcluso hasta una próxima charla; esta vez decidió avanzar solo unos diminutos pasos más.

— Ellos no deben saber que estoy allí —Pronunció mostrando seguridad mientras bebía un poco de su café— Podemos ir, tu les cuestas de los gemelos, de tu compromiso y que actualmente vives junto a tu pareja en Inglaterra.

  A Louisa le llamó la atención aquella idea, era posible enfrentar supuestas preguntas incomodas con esas escasas pero eficientes respuestas. La angustia dentro suyo comenzó a disminuir y esperanzadas posibilidades la ahogaban de alegres deseos. Dentro de la muchacha se había abierto una oxidada puerta cerrada con candado, quizás no debía temerle a la idea de ver a su familia.              

  — Es probable que siquiera te pregunten algo... En verdad, debes verlos amor, ellos lo necesitan tanto como tu. 

— De acuerdo... —Respondió con una maternal sonrisa mientras acariciaba su vientre— Nuestros pequeños conocerán Francia...      



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