Regla de Tarrasch

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  Una criatura de piel blanca como leche y deprominentes mejillas rosadas yacía entre los brazos de Louisa, la joven lo alimentaba tarareante mientras mantenía una radiante sonrisa. Aunque las circunstancias no eran las más favorables ella presumía de una envidiable felicidad, la compañía de Adam, su único hijo, criatura producto del sincero amor entre Adrien Agreste y ella, era sinónimo de haber cumplido su sueño más anhelado. 

  Como si se tratase de un extraño pero efectivo truco de magia Louisa había olvidado todo el sufrimiento que había transitado durante tantos años, había guardado esos recuerdos tan profundo en su subconsciente como lo estaría la tumba de un demonio.  

  Emma miraba a la feliz madre con melancolía, hundió su desganada espalda sobre el borde de la puerta a la par en que se rasgaba el rojo esmalte de sus uñas con los dientes. ¿Como podía alguien haber soportado tanto y aún así lucir como una persona despreocupada? El corazón le latía con fuerza. "No pienso abandonarte, solo será poco tiempo, es lo mejor." Solía repetirse aquello a si misma constantemente desde hacía unos días; había estado en completo desacuerdo en un principio, pero luego las cosas se tornaron más oscuras.

  La gemela menor siempre había considerado que su hermana ocultaba cosas, quizás por eso la sorpresiva aparición de Adrien Agreste no le había afectado tanto como a sus padres. El hecho era aborrecedor, no había duda, pero aún así consideraba a su hermana consciente de tales actos, guiada por decisiones raras pero para Louisa racionales. Sin embargo, ahora que era conocedora de una migaja más de la verdad, sentía una nauseabunda lastima cuándo Louisa insistía en hacerle preguntas a su madre con ánimos de presumir su incipiente experiencia en algún parto o embarazo.  

  La negación, el psiquiatra con el que habían consultado la mayor parte de las delicadas cuestiones a tratar en Louisa les había comentado que era más normal y dañino de lo que podía aparentar. "Una bomba de tiempo." Lo simplificó de esa forma, dando a entender lo peligroso que podía ser para los demás, o para la misma paciente, el comenzar una vida desde cero obviando cualquier acontecimiento pasado. Aunque los discursos del profesional sobre cerrar capítulos en la vida eran convincentes, no habían sido suficiente para hacer que Emma aceptara la propuesta de sus padres. 

  Al menos así fue hasta escuchar a los doctores informando que efectivamente Louisa Couffaine había tenido uno o más hijos en el pasado. El personal médico que había asistido el parto de su hermana se reunió junto a la familia Couffaine, y sus representantes legales, para discutir si hubo o no una negligencia al momento del nacimiento de Juliet, la primogénita de los gemelos, que causase su defunción. Con todos los documentos y pruebas pertinentes los doctores explicaron que además de la etapa delicada en la que se encontraban los bebés a la hora de su nacimiento, la cérvix y el útero de Louisa presentaban tejidos cicatrizados; el estar desinformados de tal antecedente y al ya haberse precipitado en operar con los métodos de una madre primeriza, causó que tardasen en comprender que estaba fallando, pudiendo realizar los procedimientos correctos del parto solo en Adam.       

  Las palabras del psiquiatra aterrizaron a su mente con gran velocidad, luego ya no pudo apartarlas. ¿Que había pasado con esa o esas criaturas? ¿Las habían vendido? ¿Asesinado? ¿Seguían vivas? ¿Acaso había tenido otros hijos con Agreste de los que desconocía? No estaba segura de aquello último, pero... ¿Como saberlo? Louisa estaba convencida de que Adam era su único hijo, o al menos eso fingía con un estremecedor don actoral, de ser lo último no podría volver a confiar en ella. 

  Sus pupilas chocaban con el reloj y con Louisa, la hora se acercaba. Emma miró la tierna pañalera de ositos mordiéndose los labios, su hermana se levantó de la cama del hospital y tomó el bolso. La joven madre le pidió ayuda con la mirada a su hermana para levantar las demás cosas, el sereno Adam dormía en los brazos de su progenitora. 

LouisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora