Capítulo 2

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Salté en la cama con Jess aún durmiendo. Ella gimoteó y gruñó, mientras yo saltaba sin parar. Estaba muy contenta. ¡Tenía una entrevista de trabajo!
Conseguí despertar a Jess y me la bajé a la cocina. Tomamos un café, y mientras, le fui contando los detalles totalmente ilusionada.
- Vaya, me alegro. Caray, que ilusionada...
- Si. Estoy que no quepo en mi.
- Ya lo veo. Pero oye, es solo una entrevista. Tómatelo con calma.
- ¡No seas pesimista!
- Cata, cielo... Soy realista. No te hagas demasiadas ilusiones, por si acaso. No quiero que lo pases mal en caso de que no te den el puesto. Que por cierto, ¿de qué es?
- Pues no lo sé... Seguramente de ayudante. ¡Pero en el departamento de contabilidad! Podré aprender mogollón si me dieran el puesto. Me vendría genial.
- Si, que duda cabe.
- Dios mio, ojalá me lo den.
- ¿Cuando tienes la entrevista?
- Esta tarde a las seis.
- Genial, tenemos tiempo de sobra.
- ¿Para qué?
- ¡Para ir de compras!
- ¿De compras?
- No querrás parecer una niña pequeña...
- No, claro que no.
- Pues eso. Déjalo en mis manos. Te voy a convertir en una mujer de negocios muy sexy...
- ¿Sexy? ¿Para trabajar?
No, Jess...
- Las mujeres de negocios van sexy a trabajar. Son frías y elegantes.
- Yo no soy ni una cosa ni la otra...
- Pero lo vas a ser. ¡Mueve el pandero, chica!.- reí mucho con Jess en el centro comercial. Y gasté los pocos ahorros que tenía de haber trabajado en el club. Aún tenía la tarjeta que él me había dado, pero a pesar de que Jess quiso utilizarla, no la dejé. No podía. Tendría que devolvérsela...
Después de comprar miles de faldas, trajes de chaqueta, y vestidos muy sobrios pero sexys... Jess se empeñó en ir aún spá. Nos hicimos de todo. Masajes, baños de agua fría y caliente, de barro, de chocolate... Y la cera. Por todo el cuerpo. Y cuando digo todo, quiero decir TODO. Después pasamos a la peluquería. Jess se dio su tinte y se alisó su pelo como siempre. Yo... Necesitaba un cambio. Un cambio de más de comprar ropa de mujer y no de niña... A sí que me vine arriba, y me corté el pelo. Lo tenía tan largo que las puntas casi rozaban mi trasero, y como me había vuelto un poco loca... Me lo corté en una preciosa melena desmontada, ahora, mis rizos, se dejaban caer con gracias sobre mis hombros y sobre mi pecho. Me maquilaron, ahumando mis ojos en negro, y pintando mis labios en un tono muy nude. Cuando me miré en el espejo, era una Cata diferente. Una muy diferente. Una nueva Cata. Y me gustaba. Volvimos a mi casa cargadas con las bolsas, y tras comer, Jess me ayudó a elegir el atuendo que me pondría para la entrevista. Me puse una falda lápiz por encima de la rodilla, ajustada, negra. Me puse unas medias también negras con mis salones negros de diez centímetros. Según Jess, nada de ir plana. Siempre con tacón. Cuanto más alto mejor. Yo no lo veía tan claro... Me puse una blusa gris escotada, y me miré en el espejo. Me quedé fascinada. La niña dulce, había muerto... Ahora era una mujer. Y con esa mentalidad y positividad, me fui en metro hacia la otra punta de la ciudad. Me costó dar con la dirección desde la estación de metro. Pero si me daban el trabajo tendría que aprender bien el camino. Y no me podía permitir ir en taxi todos los días... Por suerte, cuando me pude ubicar, fui consciente de que desde la estación, apenas tenía que andar dos manzanas, hasta llegar a la empresa. Miré obnubilada la magnitud del edificio, tan alto que mareaba, y me acojoné. Me acojoné aún más cuando entré en recepción. El lujo que desprendía aquel majestuoso edificio era embaucador. Y yo a pesar de mi atuendo, de mis zapatos, y de la nueva Cata... Me sentí pequeña. Ridícula, más bien. No me darían el puesto ni de coña. Estuve tentada de volver a salir. Pero bueno, ya que había gastado casi todos mis ahorros, merecía por lo menos intentarlo. Llegué ante la señorita de recepción.-
- Buenas tardes.
- Buenas tardes. Tengo... Una entrevista de trabajo.
- ¿Su nombre?
- Catalina Ruiz.- tecleó algo en el ordenador, y me pasó una ficha identificativa con la palabra visitante. Me la colgé en la blusa.- Manténgala a la vista, suba a la planta 12 allí le indicaran donde tiene que esperar.
- Gracias.- Andé distraída hasta el ascensor, y subí a la planta 12 como me había indicado la recepcionista. Cuando las puertas se abrieron, me encontré con una pequeña réplica de la recepción de abajo. Una chica muy amable me informó de que esperara sentada en un sillón negro. Todo era blanco, el mármol del suelo, las puertas, la recepción, solo los muebles cambiaban al negro. Y el impacto visual era sobrecogedor. Me sentía casa vez más abrumada ante el lujo, y me frotaba las manos una con otra sin parar. Hasta que salió una chica de uno de los despachos, y la chica de recepción habló en voz baja con ella. Me señaló y yo observaba absorta. Asintió y se acercó a mi. Yo me levanté de un bote, estaba muy nerviosa.-
- Señorita...
- Catalina.
- Catalina... Las entrevistas terminaron hace quince minutos.
- Ah, oh... Yo... Lo siento. No sabía... Me dijeron que...
- Lo siento.- y se dio la vuelta. Yo me quedé mirando a la recepcionista sin saber que decir, y entonces lo vi. Era un hombre de unos cuarenta años. Quizás más. Pero era muy atractivo. Era fuerte y vigoroso. No se veía tan mayor. Me miró con el maletín en la mano, y parecía fascinado por verme. Yo hice memoria, pero no. No lo conocía. O almenos no recordaba conocerlo. Se me acercó.-
- ¿Señorita?
- Perdone. Ya me iba.
- No, espere. No se vaya. Catalina.
- ¿Como sabe mi nombre?.- el hombre moreno con alguna que otra cana y de ojos azules, me mira risueño y baja la vista hasta mi pecho. Estoy a punto de soltarle una fresca, pero caigo en la cuenta de que lo mira es la identificación.- Perdona a mi jefa de recursos humanos. Ha sido muy descortés contigo.
- Ah, no. No... No pasa nada.
- ¿Venías para el puesto en contabilidad?
- Así es.
- Perdone, aún no me he presentado. Ricardo Mejía. Para servirla.
- Usted ya lo sabe. Encantada de conocerle, señor.
- ¿Por qué no vienes a mi despacho? Te haré la entrevista yo personalmente.
- ¿Habla en serio, señor?
- Claro. Ven conmigo.
- Oiga, no quiero que tenga problemas por mi culpa, yo...
- Soy el dueño de todo cuanto ve, señorita. ¿Por qué tendría que tener problemas?
- Ay Dios...
- No se asuste. Venga conmigo.- no tuve más remedio que seguirlo con el cuerpo tembloroso. Me hizo pasar a su despacho, que era alucinante. Enorme. Todo de un gusto exquisito. Maneja pasta, eso salta a la vista.- Póngase cómoda, Catalina. Voy a informarle a la jefa de recursos humanos que yo mismo le haré la entrevista personalmente. ¿Quiere tomar algo?
- No, gracias.
- Enseguida vuelvo.- me dejó allí de nuevo abrumada. Ante tanto gusto exquisito, ante tanto lujo... Si estaba nerviosa, ahora lo estaba aún más. El dueño de la empresa era quien me iba a hacer la entrevista. Santo Dios... Me sudaban las manos y me temblaban las rodillas. Permanecí sentaba frente a su escritorio, pero no tardó demasiado. Entró de nuevo ojeando unos papeles. Se sentó en su silla y siguió ojeando los papeles que tenía en la mano.-
- Vaya... Me acuerdo de ti. De hecho yo mismo fui quien habló con un caza talentos para entrevistarte. Estás en el último curso superior. Tus notas son... Extraordinarias. ¿Has trabajado antes?
- Llevo la administración de un club desde hace unos meses.
- ¿Qué club?
- Me temo que no puedo decírselo, señor. Firmé un contrato de confidencialidad.
- Ah, bueno... En ese caso no insistiré. Aunque necesitaría ver el contrato de trabajo, háblelo con su jefe, y si no le parece mal, me lo enseña. ¿Tampoco puede hablar del dueño?
- Si, si... Es... Luca Montes, señor.
- Lo conozco. Hemos coincido en reuniones y en alguna que otra convención. Un hombre brillante.
- Lo es.
- Bueno... Catalina, va a ser un placer que trabajes para mi.
- ¿Eso, significa que es mío?
- Si. El puesto es tuyo. Eres la nueva subdirectora del departamento de contabilidad.- me quedé en shock. Era algo raro. Muy raro. ¿Quién le daba el puesto de subdirectora a una niña de diecinueve años? Si, era muy lista, iba varios cursos adelantada, pero... No dejaba de ser extraño.- Vaya, no pensé que pusieras esa cara...
- Perdone. Perdone, señor Mejía. Pero es que yo... No... Pensé que era algún puesto júnior. De ayudante o algo por el estilo.
- ¿No le interesa?
- Si. Si, claro que si. Pero... Me da un poco de miedo, la verdad. Es una gran responsabilidad.
- Lo es. Pero yo estoy seguro de que lo hará perfectamente. Trabajaremos codo con codo, Catalina. Cualquier duda, cualquier problema, vamos a estar despacho con despacho. Todo va a salir de miedo....

Adicto A Tu Piel 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora