Capítulo 23

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A la mañana siguiente, hablé con el médico y le dije que no. Que no lo haría. Que seguiríamos adelante con todas las consecuencias. Él no me juzgó. Simplemente asintió y me hizo firmar unos papeles. Cata seguía igual. No daba señales de que fuera a despertar, pero tampoco había sufrido más crisis desde que la habíamos trasladado desde Escocia. Parecía sentarle bien Madrid. Aunque apenas lo demostrara. Su vientre antes plano, crecía a una velocidad de vértigo. Solía acarciarle la tripa, mientras la cogía de la mano, y le hablaba. Le hablaba muchísimo. Le contaba como me sentía, la falta que me hacía, lo mucho que la amaba, y los viajes que tenía pensado hacer en cuanto decidiera despertar. Las respuestas nunca llegaban, y aunque tenía mis momentos de bajón, seguía manteniendo la esperanza que aquel cuarenta por ciento me daba.
Cata había conseguido llegar al quinto mes de embarazo, contra todo pronóstico, y yo estaba algo más esperanzado. Incluso un día, mientras yo le contaba una conversación con mi madre, ella movió un dedo. Me puse frenético, a lo que el médico me contestó, que era un simple gesto nervioso del cuerpo humano. No había despertado, pero yo tenía más esperanzas que nunca. Se fueron por el sumidero, porque dos días después, sufrió una grave crisis de nuevo, y otra vez estuve apunto de perderla.
Las crisis, y paradas cardio respiratorias, se hicieron más visibles que nunca, tanto que llegó a tener varias en el mismo día. El médico me dijo que estaba empeorando muy rápido. Y que debía estar preparado para lo peor. Pero yo negaba en rotundo a creer que este sería nuestro final. No podía serlo. Era imposible.-
- Tienes que ser fuerte, cielo. No puedo yo solo. Tienes que ser fuerte. Tienes que ver a tu hijo  crecer. Tenemos muchas  cosas que hacer todavía. ¿Vale? No se si me escuchas, Cata. Pero no dejaré de hablarte. Nunca. ¿Me oyes? No voy a dejar que te vayas. No te permito que me dejes, nena. No lo permitiré.

Aquel día, Ese se había ofrecido a quedarse con Cata mientras yo iba a casa a ducharme y a por algo de ropa. Estuve fuera a penas dos horas. Cuando llegué de nuevo al hospital, me encontré a Ese en la puerta de la habitación, en el pasillo. Vino hacia a mi con celeridad, y sin abrir la boca, me dio un puñetazo que me dejó KO.-
- Pero, ¿qué coño?
- ¡Podrías haberle salvado la vida! ¡Podría estar viva!
- ¡Está viva!
- ¡No, no lo está! ¿Es que no lo ves? ¿No ves que se está muriendo lentamente? ¡Cómo puedes ser tan cabrón!
- ¡No podía hacerlo! ¡No podía hacerle eso a Cata! ¿Crees que ella lo aprobaría? ¿Crees que en el hipotético caso de que despertara, podría perdonarme semejante cosa?.- su rostro se contrajo. Y tras frotarse la cara con las manos, empezó a golpear la pared con los puños, con fuerza, con rabia. Sabía que tenía razón. Ella nunca estaría de acuerdo. Me levanté del suelo y lo cogí por detrás, para retirarlo de la pared a la que estaba machacando.
Mientras las enfermeras le curaban los nudillos totalmente ensangrentados, por primera vez en mi vida, vi a Ese llorar. Lloró desconsolado. De rabia, de impotencia y de miedo. Miedo a que no despertara. Miedo a que muriera sin conseguir despertar. Aquello me tocó mucho, ni si quiera lloró cuando aquellos cabrones mataron a nuestra amigo. Al menos, no delante de nosotros. Cuando las enfermeras acabaron y volvíamos por el pasillo, muy apesadumbrado, me disculpé.-
- Lo siento. Estuve pensando unos días para tomar la decisión, pero es que...
- Hiciste lo correcto. Cata jamás te perdonaría. Si ella hubiera tenido que tomar esa decisión, habría elegido la vida del bebé antes que la suya. Has echo bien, Luca. El que lo siente soy yo. No se que me ha pasado. Ha tenido otra crisis, y he oído al médico hablar con una enfermera, y de que lo he oído... No se que me ha pasado.
- Es por todo, Ese. El cansancio. La espera. Las crisis son difíciles.
- Parece que va a morir. Aunque luego, milagrosamente, vuelve a aferrarse a la vida.
- Debemos ser fuertes y pacientes. Despertará. Yo se que despertará.
- ¿Cómo lo sabes con tanta seguridad?
- Porque lo he soñado. Tuve un sueño maravilloso. Y se que ese sueño se hará realidad.- Ese me miró como a un loco, mientras recorrimos el pasillo, volviendo a la habitación de Cata, desde la sala de curas. Se había puesto las manos preciosas. Puse los ojos en blanco, y miré al frente. Nos pusimos en guardia de inmediato, y salimos a correr. La puerta de la habitación de Cata estaba llena de médicos y enfermeras. Me temí lo peor.-
- ¿Qué pasa? ¿Ha tenido otra crisis? ¿Está bien? ¡Qué alguien me diga algo!.- Ese apartó a las enfermeras de un empujón y abrió la puerta. Se quedó quieto como una estatua, yo estaba detrás de él, pero a pesar de mi altura, Ese era más corpulento, no podía ver que lo había dejado así. Tras unos instantes, por fin volvió en sí, y se hizo a un lado para que yo pasara. Mis ojos fueron directos a la cama, a Cata, para encontrarla casi sentada, mientras el médico le miraba con una linterna los ojos. Me quedé en shock, no podía reaccionar.-
- ¿El bebé está bien?
- El bebé está perfectamente, Catalina. Ahora sólo debes preocuparte por descansar. Ha sido un milagro. Estoy muy desconcertado, pero a la vez muy contento. Bienvenida, jovencita. Bienvenida a la vida.- sus ojos miraron hacia nosotros y en cuanto puso sus ojos grises en mi, creí que el que estaba muerto era yo. Había muerto y estaba en el cielo.-
- ¿Estáis bien?.- salí de mi letargo y corrí hasta su lado en la cama, llorando como un niño pequeño. Cogiéndole la mano y besándosela sin parar.-
- Cata, mi amor. Te amo. Te amo muchísimo. Muchísimo.
- Y yo a ti, cariño. No llores, Luca. Tranquilo. Estoy bien.
- Dios mío. Es un milagro.
- Ya estoy de vuelta.- miró a Ese, y yo lo miré también. Lloraba desconsolado como yo, solo que él lo hacía todo lo retirado de la cama que podía.- Ese. Ven a mi lado, rey. Deja de llorar que no te pega nada.- rió entre lágrimas y se acercó despacio, casi con miedo de que fuera a evaporarse. Le agarró la otra mano y se la besó con cariño y delicadeza.- Mis dos hombres favoritos en el mundo. Gracias.
- Gracias a ti por volver a la vida. No vuelvas a irte.
- No tengo intención.- me miró sonriendo. Su cara cambió a preocupación.- Luca. Nicolás.
- Mi padre está bien. Tranquila.
- ¿Jess? ¿Tu madre, tu hermana?
- Todos están bien, nena. No debes preocuparte.
- ¿Jerry?
- Ese cabrón está muerto.
- ¿Y Daniel?
- Daniel no. Pero está en la cárcel. Ya no puede hacernos daño.
- Por fin ha terminado todo, entonces.
- Si. Por fin...

Casi quince días después, tras miles y miles de pruebas médicas, le dieron el alta a Cata. Estaba ilusionada y feliz por dejar el hospital. Y yo, estaba agradecido a la vida, a Dios, al universo... A todo. Porque me la habían dejado aquí, a mi lado. Y a mi hijo. No podía estar más agradecido.
Tres días después de estar en casa, y yo estar constantemente atosigandola para que no se moviera de la cama o del sofá, se entristeció muchísimo. Ese vino a verla, y nos dijo que tenía algo muy importante que decirnos.-
- Me voy.
- ¿Dónde?
- A Italia. No puedo decir más, Cata. Es trabajo.- la vi llorar desconsolada, abrazada a él cuando estuvieron despidiéndose. Yo me despedí con un gran abrazo, y le di las gracias por haberme ayudado tanto, y por su amor y cariño hacia nosotros. Cata lo pasó realmente mal. Porque Ese no se podía comunicar, y aunque ella lo sabía lo llamaba a cada instante. No sabíamos nada de él. No se había puesto en contacto con nosotros. Con nadie, en realidad. Solo nos dijo que iba a Italia a una operación secreta, y que tardaría unos meses en volver. Cata lo pasó realmente mal. No había parado de llamarlo y de mandarle mensajes, que por supuesto nunca leía.
Ahora Cata y yo, teníamos una familia. La mía. Recuperé a una madre que creía muerta, conseguí una hermana que no conocía y encontré de nuevo a mi padre. Al principio era algo más reacio a él, porque mis recuerdos no me dejaban avanzar. Bibian me ayudó con eso. Resultó que todos aquellos recuerdos de mi padre y las orgías, eran producto de mi imaginación. Según la doctora, el dolor que me causó creer que mi padre me había cedido a aquellos hombres, hizo que yo creara aquellos recuerdos. Momentos dolorosos para poder soportar el dolor de que un padre no te quiera. No se, es muy complicado, solo la doctora y Cata lo entienden. Nosotros ahora intentamos no discutir muy a menudo. Sigo siendo posesivo y celoso, y no creo que eso lo vaya a cambiar la terapia de pareja, aún así, acudo todos los viernes con mi hermosa y dulce Cata.
Cuando nos enteramos de que nuestro bebé, era una niña, yo me entristecí, porque creía que mi sueño era real, y que sería un niño, pero bueno, lo íbamos a querer igual. Nuestra pequeña nació sana y fuerte, pesando casi tres kilos de puro amor. Mi pequeña Darla. Ese no la conocía. De echo, desapareció del mapa. Incluso intenté hablar con algunos compañeros, para saber de él, pero no hubo forma de dar con él. Cata había pasado de la preocupación a la rabia. Estaba muy enfadada con él.
Y yo... Bueno, pues hoy estoy aquí sentado en la fina arena de la playa privada en el cielo, hemos venido a pasar unos días. Observo feliz como mi hermosa mujer, juega en la orilla con nuestra pequeña Darla, que ya tiene un año y está empezando a dar sus primeros pasos. Recuerdo con cariño el día de nuestra boda. Cuando por fin pude tener el valor suficiente de entregarle el anillo, Cata no dudó en decirme que si. A si que yo en mi eterna locura, (y miedo por si cambiaba de opinión) Me planté en el ayuntamiento, y lo aceleré todo. Dos días después de que dijera que si, convencí a Cata para que le dejara la pequeña Darla de sólo tres meses a mi madre, y sin decirle nada me la llevé al ayuntamiento. Si, nos casamos en vaqueros. Y solos. Nuestros testigos fueron cuatro trabajadores del ayuntamiento, y para celebrarlo después, fuimos a la lola con Jess, Diego y Dan. Lo pasamos genial y disfrutamos muchísimo. Y fue todo una locura. Sonrío con cariño recordando la luna de miel de tan solo tres días que tuvimos. No salimos de la habitación del cielo, solo follamos como animales, como hacía mucho tiempo que no habíamos podido hacer con la llegada de la pequeña Darla. No hemos vuelto a jugar con nadie más, se que lo que ocurrió con Ese, fue un caso aislado, y que mi mujer no desea que vuelva a pasar, si no es con él. Yo también he terminado un poco dolido, ha salido de nuestras vidas sin avisar, sin darnos una explicación, aunque yo creo saber el motivo, en realidad, creo que siempre lo supe.
Veo a mi pequeña andar dos pasos y caer sobre su trasero, para después reír a carcajadas con su madre. Ambas rubias, de pelo rizado y de ojos azules casi grises, que te miran como si pudieran ver tu alma a través de ellos. Son mi debilidad. Mi delirio.
Nunca imaginé que podría ser tan feliz. Nunca creí merecerlo. Pero hoy me doy cuenta de que si lo soy. Merecía ser feliz. Merecía conocer a Cata aquella noche, merecía que me amara. He tardado en darme cuenta, pero por fin lo he echo. Por fin me he liberado de la oscuridad en la que había vivido todos estos años. Y fue gracias a ella, mi dulce niña. Mi amada esposa. Caí cautivo en cuanto sus ojos me miraron. Y nunca dejé de ser un adicto A su piel...

                   FIN

Adicto A Tu Piel 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora