Capítulo 8

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Dejé a Cata en su despacho y yo subí al mío. Me eché un vaso de bourbon y me senté en mi sillón, frotándome las sienes con los dedos. Estaba muy preocupado. Ese me había llamado aquella mañana, enturbiando la felicidad con la que había empezado la mañana.
Cree que uno de ellos está aquí. Justo aquí, en la ciudad. Delante de mis narices. Podría ser cualquiera. Y es que en las pocas ocasiones en las que pude verlo sin pasamontañas, no estaba muy lúcido yo, que digamos. Aún así, había pasado demasiado tiempo como para poder recordarlo. Temía por ella. Solo por ella. No me importaba lo que pudieran hacerme a mí.
Saqué el iPhone del bolsillo interior de mi impecable chaqueta del traje y llamé a Ese.-
- Dime, Luca.
- ¿Algo más?
- Nada, Luca. Aún no.
- Joder, Ese. Necesito saber quién y dónde está. No puedo dejar que se acerque a Cata.
- Lo se, Luca. ¿Te crees que no lo sé? Estoy haciendo todo lo posible.
- Lo se, lo siento. No es que yo crea que no haces tu trabajo. Joder. Lo siento, tío.
- Te entiendo. No pasa nada. Estás nervioso. Todos estamos nerviosos. Ten paciencia, Luca. Tarde o temprano daremos con él. Y con los otros tres.
- Mantenme informado, por favor. Cualquier cosa, por insignificante que sea.
- Lo haré.
- Gracias. Adiós.
- Adiós.- confiaba en él al ciento por ciento. Y en Leo, y en todos. El trabajo que hacían era extraordinario. Me bebí el bourbon de un trago y fui hacia los espejos. Observé a la gente ir y venir durante algún rato. A Fer, a Jess sirviendo copas. Y entonces la vi, saliendo de su despacho. Con su pelo rubio rizado y alborotado, como si no se peinara. Su piel, blanca y suave. Su cuerpo menudo. Parecía cansada. No brillaba como solía hacerlo. No se movía con soltura, parecía... Parecía como si le costará dar un paso tras otro. Como si no coordinara bien los pasos. Y mi corazón se detuvo.
La vi caer de bruces, la vi apagándose, literalmente. Y el dolor que sentí en el pecho me hizo ver que no podía dejar que le tocaran ni un pelo de su hermosa cabeza. Bajé las escaleras de dos en dos, hasta que llegué hasta a ella. Jess me miraba aterrada, arrodillada frente a ella, y ella estaba inconsciente. Se la arrebaté de las manos y le acaricié la cara, llamándola desesperado. Todo el local formó un círculo a su alrededor. Vi a Fer dar voces, diciendo a los clientes que se hicieran a un lado, para dejar espacio. Fer vino hasta nosotros, con un paño mojado y se lo puso sobre la frente. En mi cabeza la música había dejado de sonar. La gente no existía. Ni el ruido. Ni Jess gritando que llamaran a una ambulancia. Simplemente silencio. El más absoluto de los silencios. Vacío. Busqué en su cuerpo alguna pista. Alguna herida... Entonces, parpadeó y sus enormes ojos grises me miraron llenos de confusión.-
- Cata.
- Luca.
- Cielo, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien?
- Si. Necesito levantarme.
- Espera, cielo. Despacio.- la ayudé a levantarse, pero volvió a tambalearse. La agarré con fuerza sobre mi pecho, evitando así que volviera a caer.- Rodéame la cintura con las piernas, cielo.- ella dejó caer su peso sobre mi y se agarró como si fuera un koala con sus extremidades. Andé entre la gente y la subí a mi despacho. Cerré la puerta de una patada y la llevé hasta el sofá de piel. La tumbé con cuidado y vi sus ojos cerrados de nuevo.-
- Voy a llevarte al hospital.
- No. No, estoy bien. Ya se me está pasando.
- Cata, por Dios.
- Estoy bien. Solo es... Cansancio.- la observé preocupado. Si que parecía cansada. Estaba pálida y ojerosa.-
- Necesito agua.
- Enseguida.- fui hacia el mini bar y volví con una botella de agua. Ella se incorporó y bebió casi toda de un trago.-
- ¿Seguro que estás bien?
- De verdad. Ha sido un mareo sin importancia.
- Sin importancia.
- Si, sin importancia. Deja de asustarte por cualquier cosa. Estoy bien.
- Está bien. Vámonos a casa. Necesitas descansar.

Pasé casi toda la noche observándola. Estaba preciosa cuando dormía. Estaba preciosa siempre. Pero cuando dormía, la sentía vulnerable. Sentía un deseo irremediable de protegerla. De cuidarla. Un sentimiento que nunca había tenido hacia nadie. Nunca. No me quedaba duda que Cata me había cambiado. Había despertado sentimientos dormidos para mi. Sentimientos que nunca creí tener. Pero los tenía. Y los tenía por ella. Por mi preciosa niña. Y tenía un miedo atroz a que me la arrebataran. Salí despacio de la habitación para no despertarla, bajé a la cocina y me dispuse a preparle el desayuno. Mi teléfono sonó de manera ruidosa sacándome de mis pensamientos de golpe, en cuanto vi el identificador de llamada, me apresuré en limpiarme las manos con el paño y coger la llamada.-
- Dime Ese.
- Luca. Tengo algo.
- ¿Qué? Dime.
- Tu padre. Leo ha estado escuchando, hablaba por teléfono con alguien. Creo que en clave. Hablaban de alguien.
- ¿De quién?
- No lo se. Te mandaré la grabación para que tu mismo lo escuches. Al menos ya sabemos que tu padre no sospecha de los micros que pusiste en la fiesta.
- Vale. Mándamela en cuanto puedas. Y tenme informado.
- Lo haré. Enseguida te la envío.
- Perfecto. Gracias.- en cuanto dejé el teléfono sobre la encimera de nuevo, Cata apareció sonriente y soñolienta.-
- Hola. Buenos días.
- Hola, buenos días. ¿Cómo te encuentras?
- Descansada.
- ¿Sigues enferma?
- No estoy enferma. Solo estaba cansada. Deja de preocuparte.
- No me pidas imposibles.- sonrió y negó con la cabeza.-
- ¿Qué huele tan bien?
- Tú desayuno.
- Mmm... Me muero de hambre.
- ¿De comida?
- Si, de eso también.- le sonreí perversamente y me acerqué hasta ella, la agarré de la cintura y la atraje hasta a mi. Sintiendo sus pechos  presionando sobre mi piel. Sentí mi miembro pugnar y me mordí el labio inferior ardiendo de deseo. La besé con brusquedad en los labios, apretándola más entre mis brazos y luego me aparté ante su asombro.-
- No me mires así. Necesitas comer. Necesitas estar fuerte.
- Necesito...
- Siéntate, te prepararé el café.
- Luca.
- Cata.
- Por favor.
- Después. Primero tienes que comer. Por favor.- ella me miró con su precioso ceño fruncido y finalmente desistió. Asintió y se sentó en uno de los taburetes. En completo silencio. Comimos en silencio los huevos revueltos y cuando terminó se fue a ducharse. Yo recogí todo apresuradamente y salí corriendo escaleras arriba.
Cuando abrí la puerta me recibió el vaho, yo ya me había ido deshaciendo de los pantalones del pijama, así, que... Me bajé los boxes y abrí la mampara. Su piel blanca como la porcelana, su pelo largo, se le pegaba a la espalda. Estaba de espaldas, pero supe que sabía de mi presencia. Su piel se erizó automáticamente. No se si por mi presencia o por el frío. Entré con ella y cerré la mampara de cristal. Me acerqué a ella y me abracé a su cintura, besando tiernamente su cuello. Suspiró impaciente, deseosa de mi. De mi cuerpo. De mi ser. Le di la vuelta despacio y la besé con toda la ternura de la que fui capaz. Acariciando su piel despacio con las yemas de mis dedos. La amaba. Sabía que la amaba y que haría cualquier cosa por ella. Lo que me pidiera. Lo que deseara. Era suyo de una manera que me aterraba.-
- Luca.- susurró mi nombre contra mis labios.- Te deseo.
- Y yo te deseo a ti, mi dulce niña.
-  No quiero llegar tarde.
- Ni yo.
- Tu eres el jefe. Yo solo una empleada.
- Puedes poner cualquier excusa.
- No. Mi jefe está algo mosqueado conmigo.
- Qué le den.- dije mientras acariciaba despacio su pezón, terso y duro por mis caricias.-
- Oh, Dios. Joder.
- Déjate, nena.
- Tendrá que ser rápido.
- Nada de eso.
- Luca. Por favor. Fóllame.
- Nena.
- Fóllame. Fuerte. Duro.
- No.
- Hazlo.- me tomó por sorpresa cuando agarró mi miembro con fuerza en su pequeña mano y empezó a frotarlo con desesperación. Cerré los ojos mientras el agua me caía en forma de lluvia, y entonces la sentí ahí. Se la metió toda entera en la boca y gimió de placer. Yo abrí los ojos como platos, y la miré ahí, de rodillas en el suelo de la ducha, felándome el miembro con una pasión que no podía soportar. Se me escapó un gemido gutural. Casi pareció un aullido. O Quizás un lamento. Un par de flashes que se pasaron por mi mente y me noquearon. La empujé de los hombros y la aparté con brusquedad. Vi la tristeza en sus ojos. La pena. La lástima. Me di la vuelta y le di la espalda. Di un fuerte puñetazo con el puño derecho contra los azulejos. Me dolió una barbaridad, pero más me dolía no poder complacerla. O al menos, no del todo.-
- Luca.
- No.
- No pasa nada.
- Si que pasa. Por supuesto que pasa.
- No me importa.- dijo acercándose y rodeando ahora ella mi cintura. Yo estaba alterado. Nervioso. Frustrado. Encolerizado. Como siempre que ocurría. No quería seguir. Si que quería. Pero temía hacerle daño. Ella bajó su mano por mi abdomen, cerré los ojos e intenté controlarme. No pude. Y menos aún cuando su mano volvió a cerrarse con fuerza alrededor de mi miembro totalmente erecto.-
- No.- intenté apartar su mano. Ella volvió a agarrármelo de nuevo.- ¡Basta! ¡He dicho que no!.- me volví y la empujé contra los azulejos. Salí todo lo rápido que pude de la ducha. Me lié la toalla a la cintura y salí al dormitorio. Enseguida salió ella en mi busca. Se había tapado con la mullida toalla.-
- Luca.- no quise volverme. No quería verla. Maldita sea, la deseaba demasiado. La necesitaba. Joder. Pero no podía. No podía hacerlo así. No se merecía que la utilizara. Se merecía que la adorara. No que la utilizara y la castigara por algo que ella no había echo.- Mírame, Luca.
- No pienso mirarte. Lárgate, Cata. Vete. Por favor.
- Te necesito.
- No. Ahora no.
- Si. Quiero que lo hagas. Quiero que me sometas.
- No.
- Quiero que seas duro. Quiero que me folles.
- ¡Lárgate de una puta vez!
- Eso es. Sácalo, Luca... Sácalo todo.- estaba empezando a perder la paciencia. Me temblaban las manos. Me pasé nervioso la mano por el pelo, que goteaba.- Quiero que me utilices.
- Catalina. Vete.
- No pienso irme. No pienso irme, Luca.
- ¡Catalina!
- ¡No seas cobarde!

Adicto A Tu Piel 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora