Capítulo 10

2.5K 188 2
                                    

Mi amigo no paraba de mofarse de mi. Si. La preocupación por Cata quizás sea desmesurada. Pero joder, nunca me ha importado nadie como ella, todo esto es nuevo para mí. Me preocupo. Es normal, joder. Es una chica muy joven, preciosa. Es ella. Y es mía. Fin.
- Venga ya, ¿es que no confías en ella?
- Por supuesto que si. En ella si. En los tíos, definitivamente, no.
- Deja de preocuparte. Ella es una chica muy responsable.
- Es cierto. Ella siempre ha sido responsable y precavida. Tienes razón. No se merece el coñazo que le doy.
- ¡Alabado sea el señor! ¡Luca Montes ha entrado en razón!
- ¿Y tú qué? ¿No te preocupa Jess?
- No. Confío en ella. Y confío en mi mismo.
- Pues que suerte que lo tengas tan fácil.
- Ya ves. Saca una cerveza, rata.- al cabo de un rato, mi enfado y preocupación, simplemente se evaporó. Cata merecía salir a disfrutar como una chica de su edad. No podía prohibírselo. No se lo merecería. Últimamente trabajaba mucho. Ella creía que no me daba cuenta, pero le estaba pasando factura el estar trabajando en la oficina y por las noches en el club. Siempre estaba cansada. Pálida y ojerosa. Pero es terca como una mula, no quiere dejar el trabajo del club. Aunque sería lo mejor, porque a este ritmo no podrá aguantar mucho más. Lo pasé bien con Diego. Hacía mucho tiempo que no quedábamos para charlar, y tomar unas cervezas. Todavía no habíamos hablado de lo que le había contado. Tuve el accidente, y después hemos estado a tope de trabajo, y se que se muere por hablar. Por preguntarme. No pienso decirle nada. No si no pregunta directamente.-
- Pues ¿sabes? Es una gran oportunidad.
- Lo sé. Y yo mismo había pensado en deshacerme del club. Pero ahora no estoy tan seguro.
- Fue tu primer negocio. Es normal que le tengas algo de apego.
- Será eso. No lo se. La cuestión es que es la tercera oferta que me hacen esta semana. Y el mismo hombre. Ha subido la cifra cada vez. Es más de lo que esperaba. Pero no lo veo muy claro.
- Pues no lo hagas. No si no lo ves claro. Confía en tu intuición. Mira todo lo que has conseguido gracias a ella.- asentí, de acuerdo con él.-
- Oye, Luca... Aún no hemos hablado de... Bueno, ya sabes.
- Lo sé. Esperaba a que tu quisieras hablarlo.
- Me dejaste muy tocado. No entendí que nunca se lo hubieras dicho a nadie. Ni si quiera a mi, tío.
- La vergüenza. El temor a no ser comprendido. Me cuesta aún. Aunque según mi psicóloga es bueno hablarlo.
- Ahora entiendo que tengas una psicóloga.
- ¿Cuántos años tenías?
- Quince.
- ¿Y por qué te hizo eso tu padre?
- Dinero.
- ¿Dinero?
- Me vendió. A aquellos hombres. Le dieron veinte millones de pesetas por mi.
- Será hijo puta.
- De los grandes. Aquellas semanas que pasé en aquel sitio, me hicieron un daño terrible. Nunca he estado bien. Desde entonces.
- Joder, no es para menos.
- Y lo de...
- ¿El hombre que maté? Era él o yo. No tenía otra escapatoria. Y ni siquiera me arrepiento.
Y el otro, el que fui a matar a Ámsterdam... Sinceramente, tampoco. Cuando lo tuve frente a mi. Cuando le disparé. Lo único que podía ver en mi cabeza, era como me embestía una y otra vez. Sin parar. Así que no, tampoco me arrepiento.
- Te entiendo perfectamente, tío. ¿Y qué hay de los otros?
- Estamos en ello. Siguiendo pequeñas pistas. Nada en concreto. Aunque a ti, te lo voy a contar. Ese, te hablé de él, ¿no?
- Si, si.
- Cree que al menos uno de ellos puede estar aquí. O que todo este tiempo alla vivido aquí. Le he puesto seguridad a Cata. Ella no lo sabe. Pero no puedo dejar que si eso es cierto se le acerquen.
- Joder. ¿Aquí?
- Eso cree. No con certeza, pero ante la duda.
- Claro, es lo mejor. Madre mía. Es como una película. De terror, claro está...
- Así es... Una película de terror. No te puedes imaginar cuanto.
- Cuenta conmigo para lo que sea. En serio, Luca. Lo que necesites.
- Gracias. Lo sé. Y puede que algún momento, tenga que tomarte la palabra.
- Pues hazlo. Sin miedo, hermano.

                Cata

Cuando llegamos al bar en el que Jess había reservado mesa, me quedé alucinada. Era increíble. Todo beige y de color chocolate. El contraste era realmente espectacular. Me senté en la silla y pronto Jess nos pidió las bebidas. Aunque había prometido no beber, sólo una copa de vino no me haría mal, así que tomé una copa de vino blanco. Charlamos sin parar, éramos sin duda la mesa más ruidosa de todo el local. La primera copa me la bebí enseguida. Y no me dio tiempo a pedir otra cosa, Jess pidió por mi mientras iba al baño. Eso sí, le pedí por favor que ya no me pidiera más vino, sino que me pidiera un refresco. Ella lógicamente se rió de mi. Pero me hizo caso. A si que ese fue todo el alcohol que había bebido en toda la noche. Y aunque lo estaba pasando muy bien, y estaba disfrutando de mis dos locos amigos, no me sentía del todo bien. Me empezaba a sentir como si estuviera borracha. Pero era imposible. No con dos copas. En ocasiones, Luca y yo solíamos bebernos una botella entre los dos. No era normal. Pero no quise decir nada, no quería ser una aguafiestas. Se me pasaría. Solo que no se me pasó. Si no que empeoró. Mis dos amigos ya si estaban algo achispados. Y yo... Bueno, yo no sabía muy bien que era lo que me pasaba. Me sentía mareada. Acalorada. Agobiada. Y la vista se me nubló en cuanto me puse en pie para ir al servicio. Allí, tras hacer pis, fui al lavabo para lavarme las manos, me eche agua en la nuca. Sentí náuseas. Tenía ganas de vomitar y todo empezó a darme vueltas. Como pude saqué el teléfono y marqué el número de Luca. Pero me desvanecí y caí al suelo, arrastrándome por la pared...

Adicto A Tu Piel 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora