15. El baile.

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   Llegó el día de la fiesta de fin de curso. Yo seguía sintiéndome igual de mal que siempre.

   Me puse mi mejor camisa y caminé hasta el instituto. Me encontré a Martínez y Héctor. Mantuvimos una conversación hasta que llegamos. Fuimos los primeros. El director nos dio la bienvenida.

   Entramos al gimnasio. Todo estaba colocado como lo dejamos días atrás. Los tres nos sentamos en unas sillas, las cuales no eran cómodas pero eso daba igual.

   Elisa llegó justo después que nosotros. Lucas también. Sólo me faltaba una persona. Aurora.

   Al ver que todos llegaban menos ella, comencé a desesperarme. Anduve entre las sillas y mesas y de pronto un profesor me preguntó.

  - ¿Óscar? ¿Qué te pasa? No has hablado con nadie a parte de Elisa, Martínez y Héctor.
  - Nada, estoy bien. Sólo estoy esperando a que se anime la fiesta.
  - Tardará poco... O eso espero.

   Me dejó solo otra vez y continué pensando en mis cosas. Cogí un par de bombones que había en un plato y me los comí tranquilamente. Mi aburrimiento se asemejaba al que solía tener en clase. Desde una esquina del gimnasio observé la puerta. Mis compañeros entraban uno detrás de otro pero nunca ella. Rafael, Pablo y Axel entraron. Todos los miramos con cara de asco por lo que le hicieron a Martínez y Héctor.

   Media hora después de haber llegado, las puertas se abrieron para recibir a una de las maravillas del mundo. Abandoné el lugar en el que estaba para acercarme disimuladamente a ella, sin dejar de mirarla. Acabé a su lado.

   - Hola Aurora.
   - ¡Qué susto! No vuelvas a hacer eso Óscar.
   - ¿Sigues celosa? - pregunté sin obtener respuesta. - Lo tomaré como un no. - Hice una reverencia y me coloqué delante de ella. - ¿Bailas?
   - Pero si no sabes bailar. - dijo riéndose.
   - Enséñame. - contesté agarrándole la mano.

   Mientras íbamos a bailar, vi como el profesor con el que hablé antes me guiñaba el ojo. Cuando el melifluo sonido de la música llegó a mis oídos, identifiqué aquella melodía al instante. No era una simple canción, era nuestra canción.

   - ¿La reconoces no? - preguntó ella.
   - Sí.
   - ¿Recuerdas cuando la escuché por primera vez?
   - En mi casa, con la consola encendida. Yo tocaba esta misma canción con el piano y tú estabas entretenida pulsando los botones del mando, al azar, sin saber ni si quiera para qué servían. - dije antes de besarla.
   - Idiota. - dijo riéndose.
   - Pero me quieres. - contesté.

   Seguimos bailando hasta que terminó la canción. Tenía razón en lo de que no sabía bailar, le pisé varias veces... La abracé y susurré en su oído.
  
   - Gracias.
   - ¿Por qué?
   - Por todo.

   Por primera vez todo el caos de mi cabeza tenía un poco de orden. Ella hacía que todo fuera mejor. Me hacía mejor. Ella iluminaba mi oscuridad. Yo la necesitaba para ser feliz.

   Pasaron unas horas y la fiesta terminó. Al día siguiente Elisa se iría a otro instituto y nuestra amistad podría terminar. Ni Aurora, ni Martínez, ni Lucas, ni yo, queríamos perderla, pero aquello sería inevitable.
  
  

AutolesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora