9. Un mal presentimiento.

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   Mientras caminaba al lado de la verja del instituto, sólo, miré mi reloj y me di cuenta de que apenas quedaban unos minutos para el comienzo de las clases. Aumenté mi velocidad puesto que ya era tarde y me encontré con Martínez y su pareja. Subimos juntos las escaleras hasta que se despidieron con un discreto beso en la mejilla. Miré a los lados y divisé a Pablo mirándoles con cara de asco. Me dieron ganas de decirle algo pero entonces llegó el maestro.

   Continúe pensando en la ojeada que mi antiguo acosador había echado a los dos chicos. Presentí que algo malo iba a pasar y traté de avisar a Martínez. El bullicio y jaleo de la clase era tal que aunque hubiera gritado, no se hubiera percatado. Cuando por fin se hizo el silencio, le dije lo que intuía.

   La clase finalizó y sentí un escalofrío. A cada paso que mi amigo daba hacia la puerta, mis nervios aumentaban. Corrí tras él. De nuevo me ignoró.

  - ¡Por favor, escúchame! - grité al borde del ataque de nervios.
  - Son imaginaciones tuyas.
  - ¡Tienes que hacerme caso! !Vuelve a entrar en clase!
  - ¡Tranquilo! Tómate una pastilla o algo, los exámenes te están afectando.

   Héctor saludó a mi compañero desde lejos. Detrás de él estaba Axel. No hacía falta ser muy inteligente para saber que no tenía muy buenas intenciones.

   - Oh no... - pensé en voz alta.

   Un fuerte puñetazo me hizo golpearme contra la pared y caer al suelo. Con la mirada borrosa y todo volviéndose cada vez más negro, vi a Pablo y Axel peleándose con mis dos amigos. Trataron de defenderse. Oí unos gritos y entonces me desmayé.

   Desperté en mi habitación con un gran dolor en la cabeza. No había nadie. Me incorporé y mis padres abrieron la puerta.

  - ¿Qué tal estás?
  - Bien. - dije. - ¿Y Martínez y Héctor?
  - Bueno...
  - ¡¿Qué?! - grité.
  - Ellos... - dijo mi padre bajando la cabeza.
  - ¿Ellos qué? ¿Qué les ha pasado? - dije forzando las palabras que salían de mi boca costosamente.

   La incertidumbre se apoderaba de mí. Necesitaba saber si estaban bien. No me importaba nada más en ese momento y que mis padres tardasen tanto en contármelo, me hacía sentir mucho miedo.

AutolesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora