Capítulo 18| Grupo de rebeldes

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Dedicado a   Damnatiomemoriae09        porque se lo prometí. Echarle un vistazo a sus obras. Es una gran escritora.

 Es una gran escritora

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Narra Malcom

En cuanto la puerta se cerró, sentí un vuelco en mi interior recordando la mirada que nos dio mi amigo antes de irse.

Pobre Noah.

Si le descubrían, volvería a lo mismo de siempre. Medicación más potente, y listo. Noah controlado por la CDI. Pero esa vez era diferente. Él no quería seguirles el rollo.

Yo tampoco quería.

Desde que me trajeron a la fuerza hace nueve meses y medio, nada salió como creía. Me esperaba algo sencillo, bonito, agradable. Tal y como supuestamente Kara me lo había describido en mi primer encuentro. Pero nada era lo que parecía.

Y no era el único.

Éramos cientos de Inefables entre los tres edificios de la CDI. En el edificio beta—el nuestro—éramos apenas cincuenta. Con los que logré hablar, entendí que la misma sensación que nos embriagaba a todos para querer salir de ese lugar y librarnos de aquellas odiosas pruebas, era más fuerte que nuestra paciencia.

“Recuerda tu prueba de mañana, Reese”

Miré a la castaña apretando mi mandíbula. La primera prueba no solía ser mala, pero a partir de la segunda, todo se complica. Sólo esperaba que Reese fuera lo suficientemente fuerte para soportar aquella tortura tanto física como mental.

—Malcom, los ojos—me avisó April cruzándose de brazos.

Su voz me llamó la atención, dejando atrás mis pensamientos. Noté un ligero picor en mis ojos, lo que me hizo entender que los tenía brillantes de nuevo. Suponía que era por la tristeza y rabia que sentía por la castaña y su futura prueba.

Cerré los ojos con fuerza, y tras dar un suspiro intentando relajarme, los abrí.

—De acuerdo, ¿Qué hacemos ahora?—comenzó a hablar Reese con el semblante serio.

—Noah me dijo, que en cuanto se asegure de en qué sala le meterán, me avisará mentalmente—expliqué.

—¿Asegurarse? Pero si le hicieron esa prueba varias veces. Además, como use la telepatía, van a notar sus ojos—replicó April con preocupación.

Rodé mis ojos. Detestaba la actitud de April cuando se ponía en modo “Vamos a morir todos a la mínima”.

Yo había pegado a un médico, entrado en un laboratorio—que además tenía una cámara—, y robado la fenilamine, y  aún así seguía vivo y respirando como Dios manda.

INEFABLE © 2018 (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora