Amores perdidos

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El día de trabajo había pasado muy rápido. Ahora, se encontraba en su aula, reacomodandola como de costumbre. Ese día, su hermana no pasaría por ella, dijo que tenía asuntos pendientes que resolver.

Estaba enérgica y no sabía porque, limpiaba la pizarra velozmente, hasta que golpearon la puerta.

-¡Adelante!-

Gritó, haciendo pasar a quién sea, que resultó ser un joven repartidor.

-¡Buenas tardes! ¿Usted es la señorita Dea Fleming?- preguntó, ojeando una lista.

-Si, lo soy, ¿Qué se te ofrece?-

Detuvo su actividad, para mirarlo.

-Tengo una entrega para usted, señorita ¿Podría firmarme aquí?-

Ella lo miró, consternada, nunca recibía paquetes como esos.

-Si, claro- firmó a donde le indicaba el muchacho -Listo, ¿Así está bien?-

-Si, perfecto. Ya vuelvo, el paquete está afuera-

Salió de allí y regresó con un hermoso florero adornado de flores de todo tipo y color. Era un presente muy hermoso.

-Ponló aquí- señaló arriba del escritorio -Ahí no molestará-

-Bien, gracias señorita. Que tenga un buen día-

-Gracias a ti. Adiós-

Se acercó al enorme florero y buscó una tarjeta o algo. Revisó entre las flores y allí la encontró. La tomó con cuidado para poder leerla.

-¡Mami! ¡Mami!- exclamó su pequeña, abrazando sus rodillas -¡Papi vino por mí!- dijo, mirándola desde abajo.

-Hola- saludó él, ingresando al salón -Vaya, Dea. Sabía que te gustaban las flores, pero esto, es excesivo-

Señaló el florero de manera burlona y ella rió. Lai y su extraño sentido del humor.

-Ojalá las hubiera comprado yo, pero alguien me las mando. Mira-

Levantó el pequeño sobre y él, lo observó molesto. Aunque hacía años que ya no eran nada, no podía evitar molestarse por cosas como esas. Ella siempre estaría en su corazón y nadie iba a ocupar ese lugar jamás.

-¿Y eso?- preguntó incrédulo -No tenía idea que salías con alguien-

Se posicionó detrás, para leer el contenido del sobre y ella, negó con su cabeza. El padre de su hija, siempre sería sobreprotector, aunque él, ya había vuelto a rehacer su vida en Taflem con una hechicera llamada Irene.

-No salgo con nadie, Lai. No tengo tiempo para eso- informó, abriendo el sobre para leerlo en voz alta -Un pequeño pajarito alquímico, me comentó que amas las flores. Espero que te guste mi regalo ¿M.B?- leyó sorprendida -¡Ay! ¡Dioses!- tapó su cara con el pequeño papel en su mano -¿Por qué a mí?- exclamó a nadie en el mundo.

-¿Quién es M.B?-

Preguntó interesado, mirando a su hija dibujar en la pizarra detrás de ellos.

-Marcus Barnes- mencionó indiferente, haciendo un bollo la nota -Un sujeto sin importancia- se acercó a un contenedor de basura y lo arrojó allí. Lo mismo hizo con el florero -Por cierto, ¿Cómo está Irene?- preguntó, sacudiendo sus manos.

-Ella está bien, pero no me respondiste la pregunta, ¿Quién es ese sujeto?- se acercó a ella, para hablarle por lo bajo -¿No me digas que es como el idiota de Dylan? Porque si es como él, no permitiré que se acerque a mi hija-

Se alejó de él, para guardar sus pertenencias en su bolso que se encontraban sobre el escritorio.

-No. De hecho, es un buen sujeto. Es amigo de Gaia, trabaja con ella en la escuela secundaria. Es brillante por cierto, es profesor de matemáticas-

El Regreso de la Magia y la AlquimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora