Dulce locura

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La hechicera de la luna, se encontraba sentada en su cama, mirando a un vidente dormir. Era de madruga, muy entrada la noche, ni siquiera daba indicios de amanecer. Tenía que despertarlo, seguro Irene estaría preocupada por él. Siempre pasaba eso cuando regresaba a Amestris, discutían y terminaban enredados en esa misma situación.

-Lai- susurró, acariciándole entre los ojos -Lai... Despierta-

-No quiero. Quiero quedarme aquí, para siempre- respondió, mirándola con un ojo abierto boca abajo -¿Por qué nunca podré estar contigo?- volteó a verla con nostalgia -Mi vida sería tan feliz-

Ella respiró profundo, siempre decía lo mismo.

-¿Qué hay de Irene y tu hijo?- inquirió, mirándolo -¿Qué pasará con el trato que hiciste con la Torre por Eyra?- le apartó el mechón de cabello que siempre le cubría un ojo -¿Qué pasara con ella si tú vienes aquí?-

-Yo puedo hacerme cargo de mi hijo sin estar con Irene y tú, podrías venir conmigo a la Torre, junto con Eyra-

La miraba, intensamente, siempre le pareció tan hermosa, aunque muchos dirían lo contrario. Para él, siempre lo fue, desde que era una niña.

-¿Te escuchas cuando hablas? Tus palabras me angustian. Tú estás comprometido con ella y yo nunca mas volveré a la Torre- dijo frustrada -Tienes que irte, no puedes quedarte esta noche aquí-

-Si, si me escucho y para que sepas, estoy comprometido con una mujer que no amo- la tomó de la nuca acercándola a él -Y no, no me iré- la besó por un instante -¿Por qué siempre quieres alejarte de mí?-

-Porque es lo correcto- afirmó -Podríamos destruir muchas vidas si estamos juntos- intentó alejarlo de ella -¡Suéltame, Lai!- forcejeó con él, para que le quitara las manos de encima -¡Estás loco! ¿¡Por qué no me dejas en paz!?- exclamó, mirándolo furiosa.

-Nunca te dejaré en paz- la besó de nuevo -Tú eres mi locura- murmuró, rozando sus labios -Mi dulce locura-

Se separó de ella levantándose de la cama, se vistió y salió de la habitación, no sin antes, decirle un "Te amo" desde el umbral de la puerta como despedida.

-¡Maldito vidente! ¡No sé como deshacerme de ti!- volteó en su cama, dispuesta a dormir.

La hermosa alquimista, al fin se había dormido y la fiebre había disminuido. Ahora, se encontraba en el sofá de la sala, durmiendo acurrucada y cubierta por una frazada, mientras un soldado de ojos azules, velaba su sueño.

-Se suponía que, tenía que eliminarte, eres mi misión- susurró, apartándole cabellos del rostro -Desde hace cinco años, sueño todas las noches contigo, ¿Por qué?- se acercó a ella besando su sien -Pensé que estaba loco al soñar con una chica que no existía, pero no, tú eres real...Existes- ella tembló un poco.

-Keilot...-

Murmuró, sonriendo. Estaba soñando con su esposo.

-Eres tan dulce y hermosa, más que en mis sueños- se encontraba sentado junto al sofá y con su cabeza sobre uno de sus brazos, mirándola -No dejaré que nadie se acerque a ti, te lo juro- le acarició el rostro una vez más -Los mataré si intentan hacerte daño-

La besó por última vez y salió de la casa sin hacer ruido.

Caminaba apresurada hacia la escuela con su hija de la mano. Ese maldito vidente, la había perturbado hasta en sus sueños. Tenía que encontrar la manera de alejarlo de ella. Pero eso era algo imposible, era débil cuando lo tenía en frente, siempre pasaba.

-Mami, vamos muy rápido- se quejó su pequeña, sacándola de sus pensamientos -Me duelen los pies-

-Perdón, hija. Pero vamos muy retrasadas- se disculpó -¿Quieres que te cargue?-

El Regreso de la Magia y la AlquimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora