Siempre cuidaré de tí

61 9 0
                                    

La mañana comenzó pésima para la Hechicera de la Luna y el padre de sus hijos. Se vislumbraban sobre el horizonte, unas terribles nubes negras para ese día, pero no en el sentido literal, ya que él, la estaba asistiendo en el baño, mientras ella vomitaba el desayuno.

-A veces creo que te odio, Lai- mencionó descompuesta, haciendo arcadas en el retrete -¿Cómo pudiste hacerme esto?-

Él estaba sosteniendo su largo cabello para que no se ensuciara.

-En ese momento, no escuché que te quejaras- respondió irónico -Es más, lo disfrutabas y mucho. Así que, la culpa también es tuya- le palmeó la espalda para reconfortarla -¿Estás mejor?-

Afirmó con un leve movimiento de cabeza. Se sentía un poco mareada dirigiéndose a lavar sus dientes, pero mejoraría. Este embarazo era muy diferente al de Eyra, de hecho, ella lo catalogaba de nocivo por sus náuseas matutinas. Pero a pesar de todo, estaba feliz de darle vida y refugio a su pequeño rey.

-Tienes razón- habló con la boca llena de espuma -Me encanta estar contigo. Además, admito que, me gustaba sentir esa adrenalina, al saber que tú estabas comprometido con otra y que a su vez, estabas conmigo sin ningún tipo de culpa- lo señaló con su cepillo -Esa maldita de Irene, ¿Dónde creés que está?-

Preguntó enjuagando su boca. Él sonrió negando con la cabeza.

-Estoy conociendo un lado muy perverso tuyo que me encanta- la abrazó por la espalda y la besó en la mejilla -En cuento a tu pregunta, volvió a la Torre- bufó con desprecio -No te preocupes, haré que la expulsen de allí al poner en riesgo tu integridad y la de nuestros hijos- ella sonrió mirándose al espejo -Su padre es uno de los antiguos, pero ese viejo es lo que menos me preocupa, teniendo en cuenta que Irene quiso matarte a ti- ella arrugó su nariz con desprecio, sin voltear, todavía. Ya sabía a lo que él apuntaba - Tú eres la Hechicera de la Luna, alguien por demás valiosa para la Torre de Taflem y eso te convierte en alguien intocable-

-Me parece perfecto, pero no quiero que vuelvan a llamarme así cuando regrese. Sabés que odio ese título, me recuerda a Golum y me trae muy malos recuerdos- ordenó su cabello por última vez y listo, sus rizos estaban perfectos -Lai- volteó, abrazándolo del cuello -Sabés, el día que me atacó, me dijo que todo el mundo venera a la Hechicera de la Luna- arremeda imitándola -Ella siempre me odió, desde que éramos niñas, me lo dijo- lo miraba a los ojos - Tú no tuviste la culpa de que me atacara. Ella sólo quería estar contigo, porque tú estás enamorado de mí y sentía envidia de eso-

Le apartó el mechón de cabello que siempre cubría su ojo. Era un hombre tan atractivo y exótico, que le encantaba.

-Lo sé. Pero de todas maneras, la quiero lejos de nuestra vida- le acarició el cuello y luego, la aferró de la nuca -Siempre voy a cuidar de ti y si es necesario, lucharé contra el mundo o el mismísimo Rey de Kaisalhima, para que tú y nuestros hijos, estén bien-

Era un juramento que siempre iba a cumplir.

-Ese es tu deber y siempre lo fue- se separaron -En esta vida y en la otra-

Se acomodó el cabello una vez más. Era tan vanidosa cuando quería, nada que ver con Gaia, que era un desastre universal en todo momento.

-Bien, me voy a trabajar- volteó a verlo y él estaba teniendo una visión -¿Lai?- preguntó, cuando el trance terminó -¿Qué pasó? ¿Qué viste?-

-Gaia sabe la verdad- comentó volviendo a la realidad, cerrando sus ojos -Keilot se lo dijo... Hoy en la mañana-

-¡Eso es genial! ¡Mi hermana debe estar tan feliz! ¡Habrá llorado como una loca, pero seguro está inmensamente feliz!- lo abrazó con efusividad -Bueno, ya es tarde, me voy a trabajar- lo despidió con un simple beso y salió de allí -¡Eyra, vámonos!- gritó saliendo del baño.

-¡Si, mami!-

Caminaban de la mano hacía la escuela, conversando tranquilamente, como todos los días.

-Bueno, Eyra. Recuerda que, hasta que no veamos a la tía Gaia y a Ivi, no tenemos que hablar con nadie sobre el tío Keilot, ¿De acuerdo, hija?-

-Si, mami ¿Cuándo le dirás a los abuelitos que nos iremos a vivir con mi papi?- preguntó inocente -Van a estar muy tristes cuando nos vayamos-

Hizo un pequeño mohín con sus labios. Ella amaba a sus abuelos.

-No lo sé-

No sabía como iba a hablar con sus padres, sin llorar. Ellos habían hecho tanto por ambas en estos siete años, que sería muy duro decirles adiós.

-Será difícil para ellos y para nosotras, pero tenemos que vivir con tu papá ahora. Tu hermanito y tú, nos necesitan juntos. Además, tú quieres estudiar allí- la niña asintió.

Estaban a unas pocas calles de llegar a destino y tres hombres, se interpusieron en su camino. Uno de ellos, tenía un golpe en su rostro, ya que su nariz parecía rota y llevaban el uniforme característico de los soldados imperiales del Keisalhima. Ella aferró la mano de su hija con fuerza, si querían problemas, los iban a encontrar.

-¿Mami?- preguntó su pequeña, asustada.

-Tranquila, hija- murmuró -Discúlpenme, pero tengo que ir a trabajar y ustedes están en mi camino- habló firme con su mejor cara antisocial -Podrían apartarse, por favor-

-¿Dónde está?- preguntó brusco, mirándola con odio.

-¿Disculpé?- la pregunta la desconcertó.

-No te hagas la estúpida- se acercó y ella retrocedió, colocando a su hija detrás -El Soldado del Invierno, ¿Dónde está?- la apuntó con el dedo -Ayer en la noche te fuiste con él del bar, ¿Dime dónde está?- se acercó un poco más -¡Mira lo que me hizo por protegerte a ti!- se señaló a él mismo -¡A una maldita pueblerina amestrisana!- escupió con desprecio.

Seguramente, estos tres sujetos la estaba confundiendo con su hermana y el Soldado del Invierno era Keilot, obviamente. Estos hombres, no sabían a quién tenían en frente, seguramente, intentaron atacar a Gaia y él la protegió. Que todos los dioses los amparen si la habían lastimado, porque ella, no les tendría piedad.

-No sé de que me habla- contestó socarrona -Seguramente, está confundiéndome con alguien más- explicó en el mismo tono anterior -Se los pediré de nuevo, apartense de mi camino o tendré que apartarlos yo-

Su pequeña, había empezado a llorar cuando los hombres se rieron a carcajadas de las palabras de su madre.

- Sólo eres una simple mujer- rió burlón -¿Qué podrías hacer tú contra tres soldados como nosotros?- la apuntó con desprecio y ella negó, apretando sus labios.

-Yo no diría eso si fuera tú- levantó una mano, señalándolos con la palma abierta -No llores, hija. Mami te enseñará, como se debe tratar a los hombres tan mal educados como ellos-

Los sujetos rieron todavía más, tanto que, hasta lloraban. Su hija la miró secando sus ojitos y ella le guiñó un ojo cómplice

-Que caiga el rayo-

Pronunció con simpleza. Una gran descarga de energía eléctrica, cayó sobre los sujetos desde los cielos, electrocutándolos en segundos y dejándolos inconscientes por un largo tiempo. Los transeúntes, aplaudieron emocionados por tan maravilloso espectáculo. Pensaron que era alquimia, pero no era el momento para entrar en detalles menores.

-Bien, hijita- se sacudió las manos, como si se hubiera ensuciado con algo muy desagradable y tomó la de su hija -Vámonos, ya es tarde- ambas pasaron sobre las espaldas de los sujetos como si fueran nada y siguieron su camino -Ves, Eyra. Así hay que tratar a los hombres- la pequeña asintió -Nunca permitas que te insulten o maltraten. Nosotras, las mujeres, somos las únicas que podemos hacer eso con ellos, ¿Comprendes?-

-Si, mami. Nunca dejaré que ningún niño me trate así-

Ella sonrío satisfecha. Estaba tan feliz de haber criado y sobre todo creado, a un pequeño monstruo tan fantástico como ella que, su pecho se llenaba de orgullo.

-Esa es mi niña, estoy muy orgullosa de ti- sonrió complacida por su respuesta -Pero por ahora, mami siempre cuidará de ti-

El Regreso de la Magia y la AlquimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora