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—Háblanos de ti, Lana —murmuró Angus, entre bocado y bocado de pollo.

Yo me aclaré la voz. A esas alturas ya casi estaba metida en el papel, toda la cena estaba saliendo bien.
De vez en cuando Kevin soltaba alguna broma y se reía mientras me abrazaba con posesión o me besaba suavemente el cuello y el hombro.

Nessie, sentada a mi lado, me sirvió un vaso de ron con refresco y me lo ofreció con una sonrisa mientras ella se bebía otro. Yo no podía creerme que esa chica tan delgada y aparentemente normal pudiera beber tanto sin emborracharse, porque yo ya comenzaba a ver doble.

—Estudio medicina en la Universidad Estatal de California, y trabajo bailando en un bar durante las noches. Es allí donde conocí a Kevin —dije con una sonrisa.

También Angus sonrió, con satisfacción.

—¿Una doctora? Pareces demasiado buen partido para Kevin —se mofó Trevor Smith.

—También es una bailarina, así que no es tan buen partido… —murmuró Tracy, una chica joven y rubia. Sólo dos mujeres eran parte de Los Tigres de L.A.

Yo hice oídos sordos a lo que decía ella y bebí un gran trago de mi vaso, intentando olvidar la amarga voz de Tracy.

—¿Y tu familia?

Miré hacia los miembros del club unos momentos antes de volver a hablar.

—Nací en Washington, viví allí con mis padres hasta los diez años —eso era verdad.

—¿Y dónde están ellos ahora? —preguntó de nuevo Angus.

Yo me quedé callada, sin saber qué decir. No había esperado que me preguntara eso. En los ojos de Angus vi que sabía que algo no era normal, que ocultaba algo.

—No le gusta hablar de eso, respetémoslo —dijo Kevin, salvándome en esa ocasión—. Brindemos por estar hoy aquí y por nuestra próxima asociación con el club de “Los Santos”.

Todos se levantaron y brindaron con sus vasos, por lo que yo hice lo mismo y sentí mi cabeza dar vueltas completamente en cuanto me puse en pie. Debería dejar de beber de una vez, pero Nessie me llenaba el vaso una y otra vez.

—¿Estás bien? —me susurró Nessie.

—Sí, sí… ya sabes. Es el alcohol.

Cuando por fin terminamos de cenar, algunos empleados comenzaron a recoger toda la gran mesa y la sala pronto volvió a ser el enorme salón-bar que yo había visto al llegar allí esa tarde.
Me impresionaba realmente contemplar a los empleados uniformados, y el lujo que se respiraba en el ambiente, aunque ese fuera un salón bastante hortera. Sólo tenía que pensar en mi habitación y en cómo todo parecía una enorme finca.

Sabía que Los Tigres estaban metidos en drogas y en algunas armas, pero lo que principalmente estaba investigando era su relación con otros clubs y con las temidas mafias norteamericanas que abundaban en California como la arena en la playa.

Observé a todas y cada una de esas personas detenidamente, ¿de veras eran capaces de ser tan malos? Mi mirada se cruzó con la de Angus y supe que él, definitivamente, sí.

Aparté la vista, avergonzada, cuando él se fijó en mí y la dirigí hacia Kevin. Durante unos momentos lo observé, sabía que mirarlo a él no resultaría raro.
Su espalda era ancha y sus brazos musculosos. Tenía que reconocer que, innegablemente, estaba bueno. Salvajemente bueno.

—¡Largáos de una vez a estrenar la cama, lo estáis deseando! —gruñó Trevor Smith, sacándome de mi ensoñación.

Todos gritaron y aplaudieron y entonces, sin previo aviso, Kevin apareció y me cogió en brazos, como si fuera un saco de patatas.
Después, lanzando un gruñido varonil que me hizo rodar la vista y pensar “hombres…” me condujo hacia la habitación.

Peligro (#1 Trilogía MC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora