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Llegamos por fin a un pequeño llano, cerca de un tímido riachuelo que bajaba desde la parte superior de un bosque cercano.

Bajé de la moto, sintiendo las piernas entumecidas.
El calor impactaba directamente sobre mi cara, por lo que corrí a refugiarme bajo un árbol y Kevin también vino hacia mí con lentitud.

Sorprendida contemplé cómo, en vez de sentarse a mi lado, se quedó frente al rio y se puso a tirar piedras al agua.
Las piedras rebotaban un par de veces en la superficie antes de hundirse en el agua. De pequeña había intentado lograrlo mil veces junto a mi padre, pero nunca lo había conseguido.

—¿Vas a hablarme de la reunión o qué? —le insté, tras un par de minutos mirándole.

—¿Tienes mucha prisa?

—Sí.

—Lo dudo —murmuró riéndose y volviéndose hacia mí.

—Tengo un empleo, ¿recuerdas? Por eso estoy aquí, soport... —me callé en el último momento.

—¿Soportándome? —Kevin se acercó a mí y se quedó junto a donde yo estaba sentada—. No creo que me esté portando mal, agente. Podría ser muchísimo peor.

Algo en su mirada me hizo interpretar esas palabras como un desafío, por lo que endurecí mi expresión al contestarle.

—¿Y por qué ibas a ser peor? Te recuerdo que estoy aquí porque tú has decidido delatar a tus compinches y has asumido cargar con las consecuencias en caso de que te descubran— mi voz sonó algo más fría—. A fin de cuentas eres uno más de ellos.

Durante apenas una milésima de segundo un pequeño vestigio de dolor cruzó su rostro, como si le hubieran afectado mis palabras más de lo que yo creía, pero fue capaz de disimularlo hábilmente y yo también me puse de pie, quería mirarle a la cara cuando hablara con él, pero su cercanía me ponía nerviosa.

—No tienes por qué recordarme algo que ya sé —dijo con sequedad—. En la reunión de hoy no hemos llegado a ultimar nada, pero estamos preparando un tratado de paz con “Los Santos”. Tienen una importante red de tráfico de drogas en San Francisco.

Yo asentí con la cabeza, almacenando la información.

—¿Tienes la lista de miembros? —pregunté.

—Sí, claro. La tengo por la habitación, junto a sus direcciones y sus platos favoritos —murmuró con sarcasmo.

Me molestó profundamente su tono, entendía que estuviera enfadado, pero de todas formas yo era una autoridad y él debía respetarme. Se notaba a la legua que Kevin Gerdam nunca había respeto nada ni nadie, por lo que seguramente tendría que hacer un esfuerzo sobrehumano cada vez que alzaba la vista y me encontraba allí.

—No me faltes al respeto, no olvides quién soy —dije fríamente, alzando un dedo amenazadoramente.

Él se acercó aún más a mí, poniéndome aún más nerviosa. Pronto estuvo a apenas diez centímetros de mi rostro y yo no tenía intención de retroceder y darle así una oportunidad.

—O si no… ¿qué? —me provocó.

—No entiendes que… —comencé.

Pero él me interrumpió, colocó sus dedos sobre mi barbilla y la alzó con firmeza, obligándome a mirarle. Su cuerpo estaba cerca, muy cerca del mío. Nuestros calores prácticamente se entremezclaban, en ese momento llevar esa ropa tan escasa de tela me hacía sentir aún más su piel contra la mía.

—Lo entiendo todo perfectamente, agente. Estoy harto de que me trates como si fuera un niño, o como si fuera tonto. Conozco la realidad tan bien como tú, y, créeme, soy mucho más inteligente de lo que piensas, pero… —bajó su mano lentamente, hasta llegar a la parte superior de mis pechos. Mi respiración se aceleró— te advierto de que si sigues tratándome como a un indeseable más, comenzaré a tomar decisiones mucho menos inteligentes. Y te vas a arrepentir.

No podía derrumbarme en ese momento, no dejaría que él ganara. Alcé la cabeza, con orgullo.

—¿Me estás amenazando?

Kevin bajó la cabeza hasta mi rostro, paseó sus labios por mi mejilla, a escasos dos centímetros de mi piel, y por fin llegó hasta mi oreja. Un intenso escalofrío me recorrió completamente.

—Sí —susurró.

Después se apartó con brusquedad, dejándome desconcertada y con un sabor de boca amargo y derrotado.

—Te contaré cualquier novedad que sepa. Sé que debo hacerlo —dijo.

Y se dirigió a su moto, esperando que yo lo siguiera.
Comencé a caminar, un tanto temblorosa, pero lo disimulé perfectamente con una mirada de hielo y la cabeza alzada. Nuestro paseo había terminado.

Peligro (#1 Trilogía MC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora