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Kevin tardó unos segundos en contestarme, su rostro mostraba una gran confusión.

—¿Tracy? —preguntó—. ¿De dónde sacas eso?

—La gente habla, Kevin —lo miré con frialdad—. Créeme, a mí no me importa en absoluto donde quieras pasar tus solitarias noches o con quien, pero si alguien se entera de que me estás engañando y que no estás tan perdidamente enamorado de mí como aparentas, estamos jodidos. Así que te prohíbo que te veas con ella mientras yo siga aquí.

Kevin se cruzó de brazos y sus músculos fueron aún más llamativos.

—¿Tú me prohíbes a mí algo? —me exigió—. Estoy cansado de decirte que no soy ningún gilipollas, Lana. Sé lo que estoy haciendo y conozco los riesgos que corremos.

Casi involuntariamente me acerqué a él, y alcé la cabeza, era bastante más alto que yo y quería seguir manteniendo el contacto visual.

—Tengo derecho a prohibirte lo que se me antoje —dije firmemente—. ¿Estabas con ella?

Él me miró durante varios segundos, parecía estar manteniendo una lucha interna y yo simplemente quería saber la verdad. Su rostro se endureció y miró al suelo de pronto.

—No, no estaba con ella —me acalló antes de que pudiera abrir la boca—. Y no preguntes dónde estuve, simplemente no es importante para nada que te incumba a ti.

Asentí con la cabeza, dándome completamente por vencida. Sabía que eso sería lo único que podría sacar de él en ese momento.

Me dirigí al baño de nuevo, pero antes de entrar volví a mirar a Kevin.

—Oye, Kevin… yo… —me mordí el labio, indecisa—. No pienso que seas gilipollas. Créeme, me fío de ti. Si no lo hiciera… las cosas serían muy diferentes aquí.

Mi tono de voz fue suave, conciliador. Intentaba mirarle a los ojos, sin volver a recorrer su musculoso cuerpo otra vez. No.

Él sonrió amargamente, como disfrutando de una broma privada y habló con su voz grave y sensual.

—Los dos estamos en esto. Si tú caes, yo caigo contigo.

Curiosamente su tono me transmitió mucho más que sólo esas palabras. Algo me decía que Kevin pasaba mucho tiempo pensando en esa frase.
Lo miré fijamente, pero él apartó la vista rápidamente y yo terminé entrando en el baño.

Me duché en unos quince minutos, relajadamente. Dejé que el agua caliente destensara cada pequeño músculo de mi cuerpo, y por primera vez me sentí muy extraña al pensar que yo me estaba duchando en ese momento mientras también Kevin se encontraba desnudo a apenas unos metros de mí. Sólo una puerta nos separaba.

El sonido de mi móvil quitó todos esos pensamientos de mi mente de repente. Salí con rapidez de la ducha y lo agarré, reconociendo que quien me llamaba era Evan Red, mi compañero.

“¿Diga?” Dije.

“¿Puedes hablar? Responde sí o no.” La familiar voz de Red me hizo sonreír.

“Estoy sola.”

Supe que también él reía al otro lado de la línea.

“¿Cómo estás, Lana?”

Suspiré durante unos segundos.

“Cansada. No todo es tan rápido como creímos que sería, no estoy adelantando demasiado en el caso…”

“Desde aquí hemos averiguado algunas cosas sobre esos Red Dragons de los que hablaste en tu mensaje” Evan siempre era extremadamente pausado y calmado “Williams quiere verte, será prudente que vuelvas durante unos días.”

Me miré al espejo del baño, fijándome en que estaba pálida. Al parecer el constante riesgo de estar allí no me sentaba nada bien. Bajo mis oscuros ojos azules se habían aposentado unas horribles ojeras, pero realmente éstas no destacaban entre una banda de moteros y traficantes. Las ojeras eran comunes.

“De acuerdo.”

“Mañana.” Me informó Evan.

Volví a suspirar. Al parecer lo que el inspector Williams tenía para decirme debía de ser importante.

“De acuerdo.” Repetí.

Evan colgó el teléfono y yo hice lo mismo.
En silencio me vestí rápidamente con una mini falda de cuero negra y un corto chaleco vaquero. Agradecí al inspector Williams que fuera a librarme de esa ropa durante al menos dos o tres días. Volví a mirarme en el espejo y por fin salí a la habitación.

Kevin estaba tumbado de nuevo en el sofá, con los ojos cerrados; al fin y al cabo serían sólo las ocho y media de la mañana.
Ya no estaba completamente desnudo, sino que llevaba unos pantalones grises de chándal, aunque su pecho seguía al descubierto.
Me permití echar un vistazo momentáneo a sus tatuajes y finalmente comencé a hablar, sabiendo que él aún no estaría dormido de verdad.

—Debo irme, Kevin. Mañana.

Abrió ligeramente los ojos al instante, pero no se levantó de allí.

—¿Cuánto tiempo? Podrían sospechar.

—Un par de días —contesté—. Creo que sospecharían aún más si me quedara aquí definitivamente, sin volver a ver a mi familia, mis amigos…

Él asintió con la cabeza y volvió a cerrar los ojos. Los segundos pasaron, pesados, y sin previo aviso, volvió a hablar.

—En Los Ángeles… ¿tienes novio?

Me dejó sin palabras durante unos segundos. Al principio me pregunté a qué demonios venía eso, pero tras unos momentos me convencí a mí misma de que era mera curiosidad.

No sabía qué responder. ¿Sí? ¿No? ¿Nada serio?

—No… eh… no.

Ningún tipo de reacción en los siguientes segundos. Finalmente me dispuse a abrir la boca para volver a hablar, pero justo en ese momento él también lo hizo y yo me quedé callada.

—De acuerdo, mañana te llevaré de vuelta a Los Ángeles, Lana.

Peligro (#1 Trilogía MC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora