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Al terminar el desayuno alejé mi mano de la él, recogí mis platos y le indiqué que estaría afuera esperándolo en el auto para que me llevara a casa. No me giré a mirarlo a la cara o me desbordaría ahí mismo y nuevamente me miraría con lastima. No quería eso. Salió de la casa al poco rato desbloqueando las puertas del coche con las llaves, por lo que me subí y vi ahí mi móvil, lo había olvidado. Si lo revisaba encontraría decenas de mensajes de Carlos, todos abusivos y que me garantizaban una paliza, así que me limité a apagar el móvil y jugar la excusa de la pérdida de batería.

Luke me llevó a casa en silencio. Literalmente ninguno decía nada, el único sonido era el del clima pasando entre los asientos llegándonos a nosotros. Lo escuché suspirar profundamente y sin embargo no dijo nada. Estaba siendo invadida por un sentimiento de decepción indescriptible, tenía diecisiete, no diez. Ya no era una niña como él había dicho.

Cuando se detuvo frente a uno de los semáforos que quedaban cerca de mi casa bajé del coche sin decir nada tras un portazo.

—¡Abby!— gritó dejando aparcado el coche solo para seguirme—. ¿Que estás haciendo? Estábamos bien

Si, estaba enojada, decepcionada y triste. Sentía un enorme y doloroso nudo atándose en mi garganta, apretándose cada vez más fuerte al escucharme repetir el mismo mantra. No iba a llorar, ni por él ni por ningún otro.

—se caminar, gracias— rebuzné

—¿que te está sucediendo?

Me detuve en seco girándome a encararlo finalmente. Sosteniéndole la mirada en alto sin importar como me hacían sentir sus orbes, debía ser fuerte y no permitir que ningún medio me viera derrumbarme.

—¿que me pasa? ¡No soy ninguna niña, coño!— exploté echándome a correr las calles faltantes hasta llegar a casa e ignorar todo lo que me rodeaba para subir las escaleras y encerrarme con el pestillo puesto.

Me tumbé en el suelo completamente abrumada, lastimada y estúpidamente hecha un completo lío. Ni siquiera conté el tiempo que estuve ahí y el millón de veces que escuché como tocaban insistentemente contra la puerta de mi habitación, rindiéndose después de una eternidad.

Bien, lo admitía. Era condenadamente impulsiva, primero actuaba y el trabajo de pensar venía después. A veces me ayudaba pero lo que estaba pasando iba más allá de lo que consideré antes.

Creo que me sentí aún peor al recordar como me miró antes de que me eche a correr.

Lo dejé solo sin derecho a explicación.

esoteric ✧ lrh (daddy kink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora