Capítulo XVIII

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"Tú me enseñaste a perdonar,

a ver la luz en las personas cuando nadie más puede verla,

es momento de que honres tus principios

y le des una oportunidad a Draco..."

(Palabras de Harry a Hermione)

.

Londres, Inglaterra, 2004

Ser Harry Potter no era una tarea fácil, todo lo contrario y si a eso le sumaban vivir en Londres, el corazón del mundo mágico, resultaba una tarea imposible de llevar acabo. No podía dar un paso sin tener a un reportero encima o a una mujer, y por mujer entiéndase de cualquier edad. La señora Ferri, dueña actual del emporio de lechuzas, debía tener al menos cuarenta años, pero eso no la detuvo para intentar ligar con él, cuando se lo encontró desayunando en El Caldero Chorreante. Hasta su viejo amor, Cho Chang le escribió para pedirle una cita.

Podía contar con los dedos de una sola mano, a las mujeres que no lo acosaban: Andromeda, Narcissa, Molly, Hermione y Pansy... recordar a ésta última siempre lo desconcertaba. Según los gritos de Malfoy, la joven sentía algo por él. Y sin embargo su comportamiento era descortés para con él y siempre estaba tratando de evitarlo.

<<Mujeres, quien las entiende >> medito, salió de la chimenea e ingresó al vestíbulo de la mansión Malfoy.

― Te dije que nos veríamos allá, Potter ― masculló molesto Malfoy en cuanto lo vio avanzar hacia él.

― Temo romper tu corazón amigo, pero él no vino por ti, vino por mí ― Theo salió del despacho acomodándose la corbata en el camino.

Draco enarco un ceja de forma sugerente ― Vaya Potter, no era de mi conocimiento que te gustaran las varitas en vez de los calderos ― sonrió con arrogancia.

Harry estaba por debatir, pero justo en ese momento salió Pansy de la chimenea y casi corrió a subir las escaleras.

― Lo sé, lo sé, es tarde, solo dejo esto en tu habitación para más tarde, Draco. ― y sin voltear a ver a nadie desapareció por el pasillo.

Harry se quedó con la boca abierta, Pansy traía puesto un vestido negro, de mangas largas y le que le llegaba a las rodillas, este se adhería a ella como una segunda piel, mostrando todas las curvas de la joven. Lo acompañaba con unas medias negras, zapatos de tacos altos y un bolso de mano, su cabello estaba sujeto en un moño alto.

― Claro preciosa ― contestó Draco.

― ¡Merlín! ¿Es sano que mi amiga me caliente de esa forma? ― pregunto Theo sin despegar su vista de las escaleras.

― Bueno, si esa amiga es Pans, supongo que si ― concordó Draco.

― Ok, me mantendré lejos de ella esta noche, por mi bien ― concluyó Theo.

― ¿Por qué se queda en tu cuarto? ― quiso saber Harry.

― ¿Tú por qué crees? ―Su sonrisa era socarrona y audaz. Como si supiera que la respuesta le revolvería las entrañas a Potter, no podía asegurar que sintiera algo por su amiga, pero la forma en que apretó la mandíbula y le clavo una mirada llena de desdén, dejaban al descubierto que al menos existía algún tipo de interés.

Harry se sumió en un silencio incómodo, los otros dos estaban expectantes a su respuesta, Theo estaba por decir una de aquellas cosas que no sabía quedarse para sí mismo, cuando el ruido de unos tacones hizo que los tres giraran sus rostros hacía las escaleras. Hermione Granger estaba descendiendo, a Potter le costó reconocer a su amiga.

El libre albedrío de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora