Capítulo IV El secreto de Hermione Granger

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"Es como ser succionada en un espejo y ver a través

De el tu vida, no tienes control de tu cuerpo ni de tu mente..."

H.G.

.

24 de julio de 1998, Londres Inglaterra.

― Malfoy, ahora es mas tarde...

Draco se sentó tras el escritorio con toda la elegancia adquirida en tantos años de educación estricta, lo miro a él y luego a la botella.

― No sabía que ser huérfano implicara carecer de modales, Potter. ― por más que había intentado contenerse, no podía dejar de lado los viejos hábitos, y molestar a ese idiota, era uno de sus preferidos.

― Bueno, no los necesité cuando derrote a Voldemort, pero supongo que tú, ni en Azkaban los perdiste ― contestó a la ligera Harry, dio otro sorbo a la botella y tomo asiento en un sillón de una sola plaza.

― Imbécil... ― Draco apretó los puños bajo la mesa.

― Podría contestarte idiota, y sucesivamente comenzaríamos a lanzar nuestro arsenal de insultos, pero si no te importa, me esperan en otro sitio. Despacha a tus amigos para que podamos hablar ― la voz de Harry no daba pie a réplicas.

Los tres Slytherin se sorprendieron una vez más, Potter no solo se veía físicamente diferente, actuaba muy distinto también, no había rastro de aquel chiquillo que siempre caía en las provocaciones de Draco. Pansy fue la que salvó la situación, conocía a la perfección a Draco y sabía que estaba preparando algo realmente ofensivo para contestarle a Potter y no quedar como un niñato frente a él.

― Revisaré estos pergaminos, vendré cuando estén listos ― se había puesto de pie y caminó hacia el escritorio, tomó la pila de pergaminos y se inclinó para besar la mejilla de Draco.

Draco la tomó de la mano y la retuvo lo suficiente para susurrarle ― No creas que me he olvidado que me debes una explicación.

― Metete en tus asuntos ― le contestó ella en voz baja y se irguió nuevamente.

Potter que estaba justo dos metros detrás de ella volteó para otro lado cuando ella se inclinó, no sin antes haber apreciado el redondo y generoso trasero de la chica.

― Vaya Potter y yo que pensaba que eras gay, me has hecho perder cincuenta galeones ― Theo había visto el leve rubor que apareció por unos segundos en el rostro del joven al ver la retaguardia de su amiga.

Potter le dedicó una mirada indómita.

Pansy miró de uno a otro, tuvo que contenerse de no soltar un suspiro al ver de nuevo a Harry. Resopló molesta por tener ese tipo de emociones hacia él, porque de todos los hombres del mundo, ella se preguntaba porque fue él, porque seguía siendo él, y porque siempre seria él.

― Vámonos, Theo ― ordenó al pasar junto a su amigo.

― No tienen que irse, lo que sea que vayas a decirme, ellos pueden escucharlo, Potter ― Sabía que tenía que ser una plática privada, pero que resucitara el Señor Tenebroso si le daba gusto a ese imbécil.

― Malfoy... ― Harry estaba por protestar.

― Theo, he dicho que nos vamos ― Pansy se giró y miro directamente al mencionado.

― Pero Draco ha dicho que podemos quedarnos...

― He dicho que nos vamos, además, no es como si después no fuéramos a enterarnos ― le explicó.

El libre albedrío de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora