Capítulo XVII

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"Cuando lo vi con ella, supe que era para siempre, él no toma nada a la ligera.

Mucho menos una situación como esa, ¿Qué si me dolió? Me mato por dentro.

Pero cuando la tormenta paso, mi corazón entendió, que ese era su nuevo hogar.

El hogar del que nunca se marcharía..."

(Ginevra Weasley)

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Manhattan, Nueva York, EE. UU. 1 de enero del 2003

Varias horas después de la media noche, casi llegando al amanecer, Draco ingresó en la habitación donde había dejado a Hermione reposando. La encontró de pie, perdida en sus pensamientos mientras miraba por la ventana el cielo oscuro salpicado de estrellas. Por un momento sintió culpa por haberla dejado esperando por horas, a saber desde que momento lo estaba aguardando. Pero al recordar, como una vez más, ella le había arruinado la velada a Rose, todo sentimiento de culpa lo abandonó.

Esa mujer altanera, que siempre se había sentido más importante que él, no merecía ni una pizca de lástima por su parte; no Hermione Granger, la heroína mágica que con su sola presencia le recordaba el sin fin de decisiones erróneas que había tomado en su vida. Ella siempre sería un constante recordatorio para él de lo mal que se condujo antes y durante la guerra. Con su mirada altiva le hacía evocar sus más grandes culpas.

― ¡Vámonos! ― dijo más brusco de lo que pretendía sonar.

Ella permaneció inmóvil ante su llamado.

―Granger... ― masculló molesto por ser ignorado.

Pero ella siguió sin reconocer su presencia.

Molesto, caminó hasta llegar a su lado, parándose de frente en el perfil derecho de ella.

― Te estoy llamando ― le reprochó. Entendía que estuviera molesta por hacerla esperar por tanto tiempo, pero consideraba una niñería que lo estuviera ignorando. Fastidiado de la situación, la tomó del brazo y la jaló― Dije que nos vamos.

― ¡Auch! ― se quejó Hermione por el dolor que le infligía el fuerte agarre de Draco― ¿Qué te sucede? ― se liberó con brusquedad y retrocedió unos pasos mientras se sujetaba la piel donde él la había tomado.

― ¿Qué te sucede a ti? ¿Por qué me ignoras? Estoy cansado y quiero ir a casa ― reprochó él.

― ¡Pues puedes hablarme y no actuar como un bárbaro jaloneándome, idiota! ― Se defendió ella.

Draco hizo un claro gesto de no estar entendiendo nada, ¿de qué diablos estaba hablando? Pero su cabeza estaba embotellada de alcohol y una amena charla de dos horas con Caroline, por lo cual no tenía tiempo para eso.

― Como sea, vámonos ― le dijo mientras daba media vuelta y se dirigía a la salida.―. Busquemos una maldita chimenea.

― No puedo viajar por Red Flu― soltó Hermione dando lentos pasos tras él.

― ¿Qué? ― Se giró él al escucharla.

― Las Apariciones son las que me están causando daño ―explicó la conclusión a la que había llegado.

― ¿Me estás diciendo que hay que viajar de forma muggle? ― preguntó exasperado y retándola con la mirada a que se atreviera a decir que sí.

― Sí ― se cruzó de brazos dando a entender que no la haría cambiar de opinión. ― Solo pídele a Theo que venga por mí ― solicitó, ya que tampoco le hacía nada de gracia pasar tiempo con el rubio.

El libre albedrío de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora