Capítulo XXVIII

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Londres Inglaterra, 13 de abril del 2003.

El sol de la mañana se colaba por los grandes ventanales, bañándola de esa magnifica luz solar. Por algún hechizo mágico no la encandilaba, pero si podía sentir su calor como un suave manto sobre ella. La habitación estaba pintada de un suave color amarillo, el aroma que reinaba en el lugar era una dulce fragancia proveniente de una mezcla de cítricos y floral. Todo estaba diseñado para crear una atmosfera de paz y si bien ella disfrutaba el sol sobre su rostro y esencia de cítricos, se sentía más tiesa que una tabla.

Recostada sobre el diván con las manos entrelazadas sobre su abdomen, tenía la vista fija en el impoluto techo color blanco. Inhalaba y exhalaba como le había indicado su sanador. Ya llevaba así varios minutos...

― Detente ― escuchó el suave susurró de Yei Merigan mientras aparecía en su campo de visión sobre ella. ― Es más que evidente que no vas a relajarte ― le dedicó una sonrisa suave, destinada a transmitirle calidad, pero ella solo sintió ansiedad la cual se volvió en repulsión cuando el tomo su mano y la ayudo a levantarse.

Con lo que parecería un gesto brusco ella se soltó de él y se puso de pie, si él se percató de su desaire no lo evidencio.

― Sentémonos ― le indicó el par de sillones gemelos colocados uno frente al otro en un rincón de la habitación.

Muy a su pesar y en contra de todo lo que sus instintos le estaban gritando en ese momento, accedió. Se acomodo en el sofá, cruzo una pierna sobre la otra y también cruzo los brazos. Esa actitud de cerrarse no la paso por alto él.

― ¿Té? ― preguntó al tiempo que tomaba asiento en una postura más relajada que ella.

Ella solo negó con la cabeza. ― ¿Puedes ir directo al punto?

― ¿Te esperan en algún lugar? ― quiso saber él.

― Eso no es de tu incumbencia ― soltó ella con tranquilidad fingida. Había algo en él... ella no podía precisar qué, pero disparaba todas sus alarmas, no entendía porque ni siquiera podía mirarlo a los ojos. Había siso así desde el día que se presentó ante ella como su sanador.

― Hermione...

― Sabes que prefiero que me llames Granger ― le recordó ella, no le gustaba esa familiaridad con la que él le hablaba o la tocaba.

― Si vamos a ser correctos en todo caso entonces debería ser... señora Malfoy ― sabía que ella detestaba ese título, así como también sabía que su matrimonio era una farsa, pero no era algo que el pudiera decir en voz alta, se suponía que él no discernía esas cosas...

― Ya no soy más la señora Malfoy...

― No existen los divorcios mágicos ― le aclaro él.

― ¿De que quieres hablar conmigo? ― preguntó, ella no permitiría que la llevara a analizar senderos que estaba segura sola la conducirían a lugares oscuros.

― ¿De qué te gustaría hablar? ― mientras esperaba su respuesta, Merigan no pudo evitar pensar cómo se vería en ese momento su cerebro, ¿Cuántos pensamientos estarían corriendo a la velocidad de un rayo, cruzándose unos con otros...

― De nada ― confesó ella.

Inhalo profundamente, tomo su taza de té y dio un pequeño sorbo ― Sabes que no es así como funciona la terapia.

Hermione se removió incomoda en su asiento, entendía que para que la declararan completamente apta de sus funciones, debía convencerlo a él, pero ya tenía más de medio año teniendo estas conversaciones sin sentido y no lograba estar más cerca de su objetivo ahora que cuando comenzó.

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⏰ Última actualización: Apr 29, 2022 ⏰

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