14.2 Acepto.

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Jueves 14 de febrero.
Iglesia Espíritu Santo.
4:46 p.m

Era la primera vez desde hace mucho tiempo en que me sentía realmente hermosa.

Pero sobraba decir que yo solo era un adorno, el vestido era lo realmente hermoso.

La suave y delicada tela que caía sobre mi piel hacía que me formulara, muy dentro de mi cabeza la idea de que parecía una princesa, y eso me gustaba.

—No llores—dijo Jos, pero yo ya me había cubierto la cara con las manos mientras lloraba con fuerza—. Ven aquí.

Me abrazó y esa pequeña acción fue la gota que derramó el vaso.

Solo eso bastó para terminar de romperme por completo.

Ya no lloraba como una delicada princesa, lloraba con fuerza, con desesperación, con dolor. Como si todo lo que sentí, guarde y pase durante tantos años estuviera saliendo.

Me iba a casar, tener un hijo y estaba con el hombre Perfecto, no podía pedir nada más.

—Tranquila...—susurró mientras acariciaba mi espalda.

Jos y yo, jamás de los jamases.

Jos seguiría en mi vida así como yo nunca saldría de la suya, estaría, pero no como me hubiera gustado estar. Quizás fue lo mejor, quizás yo estaba confundida y él no era para mí ni yo para él, al menos no de la forma a la que me aferré un tiempo.

Siempre estaríamos.

Para apoyarnos, querernos, jugar y amarnos.

Como los mejores de los mejores amigos.

—Pensaba que la vez que fuimos a aquel refugio de animales, con los cachorros de León eran lo más hermoso—dijo Jos, riendo—hoy los dejaste atrás por mucho.

Algo que siempre admire de Jos fue la capacidad de hacerme reír cuando lloraba.

—Eres la novia más perfecta de todas.

Sonreí— Después de Rebecca —dije— ¿no?.

—No —Jos me miró con seriedad, acariciando mi mejilla— digo, claro.

Asentí levemente y volví a cubrirme la cara.

—Por Dios, !mirame! —gire sobre mis pies— !me casare!.

Escuche a Jos reír.

—No quiero parecer un anciano, en primera !porque no lo soy!—volvió a reír– pero ven aquí.

Me acerqué de nuevo y Jos con una de sus manos me sujeto el hombro. Con su mano libre hizo una cruz que primero pasó por mi frente, después por mi pecho y termino en mis labios.

—Te amo como jamás he amado a nadie—me tomo de los hombros—ten cuidado, si en cualquier momento sientes que no funciona, que algo va mal recuerda que tú no debes mendiguear amor, te mereces lo mejor y si él no puede dártelo no te merece. Si estás segura, hazlo pero si no lo estás, no lo hagas. Se feliz.

Amigos •J.C•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora