Mi propia causa

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Aunque te des la vuelta
para ver mis huellas,
no vas a poder;
no me he movido de aquí.

Aunque me busques
el brillo en los ojos,
no vas a poder;
he llorado tanto
que se fue la última bombilla
y me ha dejado la luz en los recuerdos
(sólo por eso
lograrías reconocerme).

No me sorprende
que hayas decidido volver
cuando dejé en todos tus libros
y canciones favoritas
al menos una de mis respiraciones.

También por eso sé
que si regresaste
es sólo porque muchas veces
le tuviste miedo a la huida
y porque he dejado en una
de tus muchas heridas
algún espectro de cura
y la culpa bien grabada
en tus dos oídos,
haciéndote creer
que son dos
sólo porque te dije
que era mi número favorito.

Yo no digo
que te quise
sólo
porque eres un chico triste,
pero sí te digo
que si llegué a dejarte entrar
fue sólo porque sabía
que comprendías
que cuando se abren las puertas
el viento también cambia de dirección.

Tal vez por eso quisiste intentar otro destino.

Y, ¿qué te digo?

Como siempre,
con los chicos tristes,
los intentos
son sólo
para cuando se solucionan los problemas
y ya no queda
otra cosa que lamentar;
puede que sea por eso
que me enojé
cuando ya no quisiste llorar conmigo
mi ausencia.

Y qué buena idea la tuya
de distanciarnos;
me sirvió para alejarme de mi mundo
y reconocerme en un rincón del salón;
(al fin pude ver mi tamaño).

Nos aprendimos un nuevo himno,
y ahora tu voz está de nuevo aquí;
retumbando como risas de bebé
en mi renacimiento.

Te extrañé,
lo admito;
pero sólo porque acepto
que la soledad
necesita de un nombre...

Y
yo
siempre
me
ando
con
dramas.

Pero ahora que olvidé
incluso
cómo te llamas,
mi soledad
el día de hoy
tiene un nuevo origen;
me gusta cuando es mi voz
la que me aflige.

Aunque tus manos hayan vuelto
y estén ahora
buscando
mi calor
desde hoy mi respuesta
es la siguiente:
para eso
tienes
al
sol.

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