Sábado 2:00 am

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El timbre de la casa sonó. Lacy se despertó soñolienta encima del estómago de su padre, no tanto por el ruido sino cuando lo sintió moverse bajo ella.

—¿Qué... qué ocurre?

—Nada, cariño. Yo atiendo, vuélvete a dormir.

La niña se separó de él rodándose al otro lado. Lincoln tuvo que sujetarla por el costado durante el trayecto para evitar que cayera por el borde. El timbre volvió a sonar, pero Lacy de nuevo roncaba quedamente.

Lincoln se aproximó al cuarto de huéspedes comprobando que Liby y Lupa continuaran dormidas, al menos eso era lo que parecían seguir haciendo aún.

Bajó a toda prisa para impedir que volvieran a tocar el timbre, preguntándose de quién se trataría, si de Luna con Lyra... claro y Lemy, Lana trayendo a Leia junto con Lizy, Leni con Liena, o quizá Lori y su familia llevándole a Loan.

Abrió la puerta y su sorpresa fue mayúscula. Dos inmensos y fornidos oficiales lo miraban tras sus gafas negras. Lincoln se reiría que usaran algo así de madrugada, de no ser porque se sintió tan intimidado que hasta el sueño perdió al instante.

—¿Es usted el señor Lincoln Loud?

—Hmm... ajá.

—Por favor acompáñenos al vehículo.

Detrás de ellos observó tres camionetas, las dos primeras y las que mejor distinguía tenían el logo del FBI en ellas. Con un mal presentimiento sobre a dónde iba todo esto, se puso bastante nervioso.

—Uh, ah... yo no... mis hij... mis sobrinas están en mi casa y... ¡Están con el completo consentimiento de sus padres...! Mis hermanas, yo... puedo probarlo. No puedo... dejarlas. No sé...

—Esperamos no quitarle mucho tiempo, señor Loud. Sólo necesitamos que hable con uno de nuestros superiores ahí dentro. Vigilaremos el área de su residencia por lo pronto si eso le hace sentir seguro.

Por sus hijas, tal vez se sentía seguro con semejante vigilancia. Para él, por el contrario ya se imaginaba múltiples escenarios, todos terminaban con él siendo esposado, con cargos por lo que hizo con sus hermanas, tal vez por ello temiendo lo que pensaran podría hacerle también a sus hijas. ¿Cómo es que se había enterado la policía siendo todas y él mismo tan cuidadosos? Nunca esperó que el mismo FBI interviniera. Su vida acababa de terminar y se sintió aterrado.

—¿Pue... puedo llamar a mi abogado?

—No será necesario, señor Loud. Por favor síganos ya.

No se atrevió a imaginar lo que ocurriría si se negaba a hacerlo, por lo que decidió no empeorar más su situación y les obedeció siguiendo a uno, mientras el otro lo mantenía vigilado por la espalda apoyando su mano en la misma. El corazón del peliblanco iba a mil por hora.

Lo condujeron hasta la tercera camioneta tipo van, la más grande de todas, esa que había permanecido parcialmente oculta de su campo de visión. Ya de cerca, comprobó que no tenía el logo del FBI, sino el de la NASA. Se sintió confundido, cuando de pronto lo entendió incluso antes que el oficial tocara la puerta del vehículo y desde adentro la abrieran.

Dentro los recibía un tercer agente, detrás del mismo estaba sentada en una silla, dándole la espalda al escritorio del improvisado laboratorio móvil para mirarlo de frente, una mujer con bata blanca y pantalones los cuales no conseguían disimular su robustez. Parecía tener la edad de Lincoln, aunque este sabía que en realidad era más joven, de unos veintinueve años exactamente. No llevaba maquillaje, sus anteojos eran grandes y de montura circular, su largo cabello castaño lo llevaba recogido en una coleta que a Lincoln le pareció claramente intentaba imitar a la que en su juventud Lynn tenía.

Tres días de CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora