Sábado. 11:30 pm

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Lincoln rodeó la casa para no entrar y se dirigió a la van donde ya se imaginaba que su hijo lo estaría esperando. Estaba por abrir cuando escuchó la voz de Lacy ahí adentro.

—¡Es más larga de lo que yo me imaginaba!

—Pero no me digas que no te gusta más que las otras.

—Sin duda la tuya es mucho mejor que las de mis amigos.

—Mi mamá me contó que solía decirle lo mismo a papá.

¡Qué carajos Luna había estado contándoles a sus hijos acerca de sus intimidades! Se sintió de pronto entre el conflicto de entrar y detenerlos actuando como el hipócrita al decirles que lo que estaban haciendo estaba mal, o darles su espacio durante una media hora en lo que iba por una cerveza a reflexionar y lamentarse porque sus hijos repitieran su comportamiento y el de sus madres. Ya imaginaba que en algún momento Lemy podría intentar algo con Lacy por mucho que le doliera, sólo que no imaginó que fuese tan pronto y mucho menos de ese modo. El pensamiento de saber que su único hijo varón y una de sus más queridas hijas estaban juntos así lo torturó.

—¡Basta, Lemy! Así no me gusta.

—Vamos, he estado esperando esto desde la última vez que nos vimos. Siéntela, gózala.

—Y tú entiende que me estoy sintiendo incómoda.

—¡Vamos! Solo un poquito más, por favor. Hay que terminar lo que empezamos.

Esto fue lo que terminó por convencerlo. ¡Él nunca presionó a sus hermanas! ¡Si una de ellas le decía que no, era no entonces! Aunque a veces ellas no tuvieron la misma consideración con él. Sería una lección que le enseñaría al chico en ese momento por atreverse a tocar de esa manera a su princesa.

—¡Oigan ustedes dos!

Abrió la van por la fuerza pensando que tendría el seguro puesto, no lo tenía, por lo que temió dañarla por la fuerza con la que la recorrió hasta sentirse el golpe. Sentado en la van Lemy miró a su padre con su celular en mano, mientras a su lado Lacy escuchaba un poco de música con un audífono conectado al aparato.

—Hola papá. ¿Ya escuchaste las canciones de Lemy? Son más largas de las que suelo escuchar, pero son buenas... al menos la mayoría, aunque esta no me gusta mucho, tiene demasiadas maldiciones.

Ligeramente disgustado por la crítica, Lemy trató de defender la canción que él mismo había compuesto.

—Pero tienes que admitir que tienen buen ritmo, estoy seguro que puedes sentirlo a cada segundo.

—Pero duran mucho, son muy largas.

—Es la duración ideal, pregúntale a papá, si son tan largas como las que interpretaban ese viejo grupo Smooch.

Lincoln cerró los ojos maldiciéndose a sí mismo.

—Sí, ya he escuchado tu música. Son buenas, aunque también creo que no deberías de ser tan grosero en algunas, hijo.

—A mamá le gustan.

—No me sorprende.

Aprovechando la interrupción de su padre, Lacy se quitó el audífono, se inclinó y le dio un beso en la mejilla a su hermano, quien por ello puso una cara de bobo enamorado que no perdió con todo y que la chica repitió la acción con Lincoln.

—Ya me voy adentro con las chicas. Buenas noches, papá. Buenas noches, Lemy. Gracias por enseñarme tu música.

—Fue un placer.

La chica se fue y Lincoln entró. Su hijo aún no quitaba esa expresión de ensoñación. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, el muchacho se recompuso y apenado le explicó.

Tres días de CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora