Sábado. 7:00 am

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El llanto de un bebé sacó a Lincoln del aturdimiento de sus sueños. Intranquilo tanteó la cama buscando algo sin saber qué, quizá a alguien. Nunca había dormido con Lisa y había tenido un sueño bastante bueno al respecto. La cabellera castaña clara que de pronto entró en rango de visión le hizo sonreír. ¿Aun estaba soñando? No le importaría aprovechar el sueño y aprovecharse de la hermosa...

—¡Jum! Creo que Lulu está llorando, papá.

Lincoln sintió un estremecimiento cuando Lacy se incorporó tan soñolienta como él tras escuchar el llanto de la bebé. La jovencita de doce años se puso de pie estirando sus brazos, para luego tomarlo de la mano tratando que él también se levantara.

—¿Qué hacemos con Lulu?

Su padre vaciló un momento, costándole trabajo entender que lo de la madrugada y todo lo que ocurrió antes de eso no se trató de un sueño. Obedeciendo a su hija, se puso en pie para aproximarse a la cuna y cargar a Lulu, la cual continuó llorando entre sus brazos.

—Vamos a la cocina antes que tus hermanas se despierten. Creo que sólo tiene hambre.

—¿Tienes leche?

—Ajá, también un poco de avena. Creo que ya puede comerla. ¿Tienes hambre?

Ella asintió con una sonrisa.

—Pero no quiero avena. ¿Quieres que te ayude a cocinar?

—¿Es que sabes hacerlo?

—Un poco.

Mientras calmaba a Lulu arrullándola y sintiendo nostalgia por las pocas ocasiones en que le tocó hacer lo mismo con Lacy y las demás niñas, no pudo evitar sonreír al escuchar eso. Lacy lo notó confusa.

—¿Qué?

—Nada, es sólo que no puedo imaginar a Lynn enseñándote a cocinar —a no ser que fueran emparedados o tentempiés semejantes—. Cuando no eran tus abuelos, normalmente era yo el que solía preparar algo para ella o tus tías.

—Ja, lo sé. Mamá no es mucho de labores domésticas. En realidad no fue ella quien me enseñó. Fue papá, no es que sea muy fácil, pero conmigo papá tenía más paciencia que con mamá y...

Lacy de pronto apunto de entrar a la cocina se tapó a sí misma la boca con una mano. Nerviosa miró a Lincoln, quien a pesar de parecer concentrado en calmar mejor a Lulu, era notorio como su ánimo había decaído mucho en tan sólo un instante. Aunque trató de hacer como que nada pasó, al ver ahora decaída a su hija, Lincoln conforme le pasaba un viejo biberón a Lacy le habló.

—Es bueno que "él" te enseñara algo así. Es útil saber cocinar. Me alegro que sepas hacerlo.

—Papá, yo no quise... él...

—Déjalo así, Lacy. Yo... después de todo "él" estuvo con ustedes más de lo que yo hubiera querido hacerlo. No me molesta que le digas "papá".

Era lo que decía para tranquilizarla, pero la verdad es que le enfurecía y bastante, pero no podía hacer nada al respecto. Era imposible reservarse el derecho de ser el único "papá" de Lacy o de las demás, tampoco podría hacerlo a futuro, ¿cómo hacerlo si no estaba a tiempo completo con ellas? Aunque se sintió tentado a preguntarle si extrañaba al esposo de su madre, o saber más de la relación que tuvo con él, decidió zanjar el tema por su propia salud mental. Sólo lo tocaría si Lacy así lo quería, pero su hija por despistada que fuese en ocasiones, tarde comprendió que ese era un tema que claramente lastimaba a su padre, por lo que cabizbaja intentó cambiarlo al verlo desinfectando el biberón en agua hirviendo, mientras en otra parrilla de la estufa hervía leche; a Lulu la había sentado cerca del fregadero dándole a chupar una barra de caramelo energética que sacó de su cuna.

Tres días de CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora