Capítulo 4

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El río




Mi última esperanza era que a Ava se le olvidara ir a buscarme, pero cuando a las siete y cinco salí al porche de mala gana vi un enorme Range Rover aparcado frente a la casa. A su lado, mi coche parecía de juguete. Había ido a ver cómo estaba mi madre antes de salir, pero seguía durmiendo y en lugar de dejar que la despertara para despedirme, Sofía me había ahuyentado de allí. Cuando salí por fin, estaba de un humor de perros.


-¡Kara! -chilló cuando abrí la puerta del copiloto, sin reparar en mi mal humor-. Cuánto me alegro de que vengas. Lo tuyo no es contagioso, ¿verdad?


Subí con esfuerzo y me abroché el cinturón de seguridad.


-Yo no estoy enferma.


-Vaya -dijo Ava-, tienes mucha suerte de que tu madre te deje escaparte.


Cerré los puños y no dije nada.


«Suerte» no era la palabra que mejor lo describía.


-Lo de esta noche te va a encantar -añadió sin molestarse en mirar por el retrovisor cuando salió marcha atrás-. Viene todo el mundo, así que vas a conocer a un montón de gente.


-¿Winn también viene? -me armé de valor cuando pisó a fondo el acelerador y el Range Rover salió disparado hacia delante, llevándose consigo mi estómago.


Durante una fracción de segundo puso tal cara de asco al pensar que Winn pudiera presentarse en la fiesta que estuve a punto de retirar la pregunta, pero aquella expresión se esfumó tan rápidamente como había llegado.


-Winn no está invitado.


-Ah -preferí dejar el tema. De todos modos no esperaba que fuera a la fiesta; a fin de cuentas, Ava y él no se movían en los mismos círculos-. ¿Jack sí va?


-Claro -su tono alegre sonó tan falso como sus uñas, y cuando la miré entre la penumbra del coche vi un destello extraño en sus ojos. Ira, quizás, o celos.


-No me interesa Jack -dije por si aún no había captado el mensaje-. Lo de que no salgo con chicos iba en serio.


-Lo sé -pero su manera de esquivar mi mirada hablaba por sí sola.


Suspiré. No debía importarme, pero en Nueva York había visto a muchos chicos aprovecharse de sus novias mientras miraban a otra por el rabillo del ojo. Y eso nunca acababa bien. Por más que me odiara Ava, no se merecía eso.


-¿Por qué estás con él, de todos modos?


Pareció sorprendida un instante.


-Porque es Jack -contestó como si fuera evidente-. Es guapo, listo y es el capitán del equipo de fútbol. ¿Por qué no iba a querer estar con él?


-Bueno, no sé -dije-. Porque es un cerdo que seguramente solo sale contigo porque eres guapísima y casi seguro que eres del equipo de animadoras.


Resopló.


-Soy la capitana del equipo, además de la capitana del equipo de natación.


-Exacto.


Giró el volante y las ruedas chirriaron cuando el coche viró bruscamente. Pensé en una vaca en medio de la carretera, cerré los ojos y recé en silencio.


-Hace siglos que estamos juntos - dijo Ava-. Y no pienso dejarlo porque una chica que se cree mejor que nosotros venga a decirme que soy una imbécil.


-No me creo mejor que tú - contesté, molesta-. Pero no he venido aquí a hacer amigos.


Se quedó callada mientras avanzábamos a través de la oscuridad. Al principio pensé que no iba a decir nada, pero cuando volvió a hablar, un minuto después, su voz sonó tan débil que tuve que esforzarme para oírla.

Aprendiz de Diosa (1ra Parte) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora