No más mentiras

290 27 7
                                    

Capítulo 25

Pasaron cinco días sin que tuviera noticias de Jim. Me hubiera costado muy poco averiguar su teléfono. Me bastaba con llamar a Punzie y preguntárselo, pero no lo hice. Estaba dolida, no solo porque se había burlado de mí con el asunto de su novela, sino porque cada vez tenía más claro que era el escritor que fingía ser. Además yo que tenía que ver en todo eso.

En cualquier caso, aquella noche tendría ocasión de preguntárselo. El personal del hotel vecino había organizado una fiesta de disfraces en el cobertizo, y todos los empleados estábamos invitados.

-¿Sabes si Jim vendrá a la fiesta? –le había preguntado esa misma mañana a Jack mientras recogíamos los restos del almuerzo en el comedor.

-Si.

-¿Cómo estás seguro?

-Porque él ha preguntado lo mismo por ti esta mañana -Sonrió y me guiño un ojo divertido-. Ha venido muy temprano para llevar al matrimonio de la habitación catorce al muelle...

Note un matiz de preocupación en sus palabras. Deduje que era por la baja ocupación del hotel e hice un recuento mental de las personas que había alojadas; me sobraron varios dedos de las manos.

-Como no vengan nuevos huéspedes antes del invierno –continuó-, nuestros únicos clientes serán los fantasmas de Madame.

Ambos reímos.

-Y hablando de muertos... ¿Tienes disfraz para esta noche? –me miro alarmado al ver que negaba con la cabeza-. Veré que puedo conseguir te...

************************************

Al atardecer, mientras esperaba a mis compañeros en la parte trasera del jardín, me sentí inquieta. Por un lado, estaba incomoda con aquel traje elástico de esqueleto que me había prestado Jack. Era tan ajustado que no dejaba ninguna curva a la imaginación de alguien y hacia qué me sintiera casi desnuda. Por otro lado, tenía la extraña intuición de que algo espantoso iba a suceder.

La luna ilumino dos figuras que se acercaban de forma espectral. Aunque no pude identificarlos, supe que eran Jack y Eugen.

Los dos iban vestidos de negro y llevaban una capa. Pero mientras uno completa el disfraza con una marcar blanca, el otro lo hacía con un tridente.

Yo me había maquillado la cara de blanco con círculos negros alrededor de los ojos y de la boca. Mi melena suelta era lo único que no alcanzaba encajar con el disfraz, pero había preferido eso que llevar un tenso moño que, al final del día, acababa producción un terrible dolor de cabeza.

-La muerte y el diablo, bonita pareja –sonreí.

-Tu estas muy lograda –dijo Eugene-. En la oscuridad de la noche, solo se te ven dientes y huesos.

-Y menudos huesos... -añadió el diablo con una sonrisa maliciosa ofreciéndome su mano.

La acepte con reparo, pero nada más adentrarnos al bosque que separaba los dos hoteles agradecí el gesto. Me explico que era un atajo y que no separaba si no quería perderme, pero lo cierto era que no tenía ninguna intención de hacerlo.

La luna apenas mostraba una fina sonrisa entre las estrellas.

Aunque solo un kilómetro separaba en el mapa ambos lugares. De pronto, unas luces brillaron en el horizonte, junto con un cobertizo de madera, y pudimos oír la pegadiza canción que rezumaba de sus ventanales.

Al entrar se escuchaba la música a todo volumen y lo único que hice fue empezar a bailar al compás de la música. Me sorprendí a mí misma danzando en el centro y repitiendo el coro.

Detrás de tu mascara ★Hiccelsa★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora