Papá (K.)

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Krist tenia once cuando descubrió que sus padres eran parte de la rebelión; le llevó poco tiempo, claro, ninguno parecia querer ocultarlo verdaderamente.

Desde pequeña ella habia sido cautelosa, algo timida y con miedo a llamrpar mucho la atención y ser el centro de burlas por culpa de las extravagancias de su madre. A otros niños la noticia de unos padres intrepidos los habria emocionado, incluso algunos —Ala por ejemplo— les hubieran rogado unirse tambien, pero la temprana madurez de la niña le hizo ver mas allá.

Sus miedos, su desconfianza ante el resto creció, asi como su capacidad de observar detalles que otros pasaban por alto; ella sabia que en comparación con los Mentalistas su "talento" no era nada, pero si le sirvió muchas veces para advertir a alguno sobre la alta posibilidad de que alguien los traicionara, cuando un miembro de la rebelión ocultaba algo, o veces si era seguro un ataque por la forma en que los magos se movían.

Tenia trece, acababa de entrar en la adolescencia cuando su padre llegó a la casa, luego de una reunión nocturna, estaba animado, demasiado y Krist supo de inmediato que algo iri mal al menos para ella.

—Ya esta —anunció en la cena, su madre habia pedido pollo en salsa de moras a un retaurante cercano, pues no tenia talento culinario alguno y su padre habia llegado demasiadp tarde para cocinar—. Consiguieron los boletos.

Mónica saltó feliz y abrazo a su esposo.

—¿Que boletos papá?

La pareja se miró un momento, ambos no podian con su emoción, Krist nunca los habia visto asi, ni siquiera cuando ganó el primer lugar del concuros de oratoria de la ciudad.

Una parte de ella ya se imaginaba que podia ser: los rebeldes. ¿El que en especifico? Podian ser muchas cosas, cada una mas peor que la otra, y peligrosa.

Pero su padre no lo veia igual.

—¡Me voy a Iena!

—¿Iena? ¿Para que?

—Eh... bueno, el grupo de allá necesita ayuda, y aqui necesitamos un contacto con ellos...

Con solo esas palabras el mundo de la chica se vino abajo, fue en ese instante en el que comprendio que, para las personas que no habian perdido a algun familiar por la ley —o sufrido por alguna injusticia de la reina— la rebelión no era esperanza.

—¿Disculpa?

Ninguno de sus padres habia notado que ella no celebraba. No lo habian hecho nunca.

—¡SI! El barco parte mañana en la tarde. Por fin esta familia podrá hacer mas, por fin...

—¿Y no es suficiente con darles casi la mitad de tu salario cada mes?

El tono brusco les hizo cortar la fiesta, aunque su padre, siempre conciliador, le sonrió compasivo.

—Krist... vamos, sabes que eso apenas ayuda. Es solo una pequeña semilla, pero con esto podemos plantar más.

—¡¿Y que?! ¡Prometiste que este año si irias a verme a la exposición!

—Ay Krist... lo siento, pero tu madre si podra...

Krist ya no escuchó mas. Se encerró en su habitación; tiró todas las páginas con la poesia que iba a recitar en la exposición y que habia escrito ella misma, para su padre, inspirada en las cientos de historias que solia contarle de pequeña, antes de que la rebelión acaparara todo su tiempo; luego tomó un libro, uno cualquiera sobre aventuras en un reino lejano que nada tenian que ver con Kerrah, ni con Iena, ni con ningún lugar de Mora.

No supo cuando se fue su padre, no hablaron con ella de eso nunca más, y las únicas noticias que tenia de él eran a través de cartas que, con el tiempo, tambien dejaron de llegar.

Sin comentarios...

¡Laiden! (One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora