Capítulo catorce.

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Colton.

La enfermera lleva un escote muy provocativo, pero nada se compara con como me mira.

—Listo.—dice y se acerca a mí.—Puedes irte.

—Gracias.—trato de levantarme y siento una punzada de dolor en el estómago, tan grande que me vuelto a tirar.—Mierda.—susurro.

—Oh, déjame ayudarte.

—No, yo puedo.—digo y lo intento de nuevo, pero ésta vez lo logro.

—Lo llevaré.

—La señorita West, ¿aún está aquí?

—¿Allison West?

—Sí.

—No, la dimos de  alta en la mañana.

Caminamos en silencio hasta llegar a la recpción, donde me dan mis cosas y unos papeles desordenados.

—Que se recupere pronto.

—Gracias lindura.—digo sin mirar a la enfermera que se ha quedado en la puerta del hospital.

Me subo a mi auto y enciendo el estéreo. Mierda. ¿Qué hago ahora? No tengo a donde ir.

—¡Eh!, ¡Maslow!.—gritan al otro lado de la calle.

—¿Bryan?

—¿Colton?—nos reímos, aun que eso haga que me duela el estómago de nuevo.

—¿Qué haces aquí bro?

—Estoy bien, ¿y tú?

—Bien, oye, me tengo que ir...

—No, espera.

—¿Qué?

—¿Me llevarías?

—Sube.—digo y enciendo el auto.—¿A dónde vamos?

—Están bucándome, Colton. Ya no estoy seguro en ninguna parte.—dice casi susurrando y me estremesco.

—¿De qué hablas?

—Es Byron.

—¿Qué mierda hizo ahora?

—Él... bueno, yo... Supongamos que le debo dinero y...

—¡Joder, Bryan! ¿Corriste de nuevo?

—No era mi intención.—me mira pero yo no a él. 

Byron no sólo es un hijo de puta idiota, es peligroso, o talvez la gente con la que anda es el verdadero peligro. Joder.

—Necesito tú ayuda.

—Yo no...

—¡Por favor!, mierda, sabes que yo... yo no lo hubiera hecho si no fuera necesario.

—¿De cuánto estámos hablando?

—Tres grandes...

—¡No me jodas, Bryan!

—Lo siento, lo siento.

—Eres un imbécil.

—Sí, lo sé, por eso te necesito.

—¿Entiendes que no siempre voy a estar aquí para cuidarte el trasero?

—Sí, y agradezco que lo estés ahora.—suspira con frustración.—Tienen a mi novia.

—¿Abby?

—No sé como, pero es así.—dice y aprieta los dientes, tratándo de que la voz no se le quiebre al salir, aun que no le ha resultado.

—Sabes lo peligroso que es. ¿Por qué lo hiciste?

—¡Joder, yabasta!, ¡está hecho y no puedo volver el tiempo!, ¡esos hijos de puta la tienen y no puedo hacer nada!. Tal vez Travis sepa como ayudarnos y...

—No pienso pedirle ayuda a Travis.

—¿Qué dices?

—Sólo cierra la boca.

Dulce tentación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora