Colton.
Me despierto en el hospital, desorientado.
Lo último que recuerdo fue caer en ese lago, y a Travis con mi chica.
Respiro tan profundo como para inhalar toda ésta mierda, pero sólo consigo que me duelan los pulmones y me vuelvo a recostar.
Escucho pasos por el pasillo y Travis aparece por la puerta. No dice nada, sólo me mira y lo agradesco.
Estoy muy débil como para partirle la cara aún.
Pero aún así, no puedo evitar preguntar. Necesito preguntar.
—¿Y Allison?
—Está bien, ¿cómo estás tú?
—Deja la hipocrecía, no se te da bien.
—Oh. Si, siempre lo supe.
—Nunca creí que llegarías tan bajo.—resoplo.—Y se supone que eras mi mejor amigo.—suelto una risita sarcástica y él se estremeze.
—No podía dejarla como estaba. ¿Sabes dónde la encontré?, ¡Estaba en un bar, tomando y llorando por tu culpa!—dice y aspira un poco de su cigarrillo—Además no está nada mal para tener diecisiete.
—¡Pero que cursi resultaste! La encontraste llorando y la cogiste. ¡Bien hecho, Travis!, ¡Así se hace, campeón! No vuelvas a decir eso de ella o te parto la cara.
—Yo no tengo la culpa de que ya no te quiera por imbécil.—dice y se burla.—Ah, y yo puedo decir lo que quiera de ella, porque por lo que tengo entendido, ya no es tu novia, ahora es mi novia.—dice y se larga.
Siento tanta rabia que me duele el estómago, y lo único que quiero hacer es llegar con Allison, abrazarla, besarla y hacerla mía para siempre. Pero sólo son estúpideces. Sólo eso. Seguro ya no quiere saber nada de mí. De seguro lo que dijo Travis es cierto. Y duele. Duele mucho, saber que no la tendré de nuevo, jamás.