Especial

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2 semanas

El suave sonido de la llovizna se escuchaba en la habitación, irrumpiendo el silencio de la noche. La escaza luz fuera del pasillo fue lo primero que vio a través de la puerta entreabierta al despertar, con somnolencia se levantó de su cómoda pero vacía cama y, lentamente salió de su habitación dirigiéndose a la continua. Notando de inmediato la suave voz que salía de dentro la recamara, con una imperceptible sonrisa se adentró a la habitación, encontrándose a un hombre de pelo plata, sentado cómodamente en una mecedora de madera, pintada de color blanco, mientras que entre sus brazos su pequeño hijo miraba con ojos entrecerrados su progenitor. El suave aroma dulce que desprendía el omega llenaba la habitación, Yuri sintió como todo su cuerpo se relajaba aún más con solo aspirarlo.

Despacio, camino hacia su esposo, colocándose detrás de él, acariciando sus hombros y dándole un suave beso en la mejilla para luego quedarse abrazado a él escuchando atentamente la nana que le cantaba a su bebé.

"Señora Santa Ana ¿por qué llora el niño?

Por una manaza que se le ha caído

Dile que no llore, yo lo daré dos

Una para para el niño y otro para vos."

La canción era cantada en su idioma natal, Yuri la había escuchado noche tras noche desde la primera vez que estuvieron en su hogar con su cachorro, el pequeño se había calmado tan apaciblemente entre los brazos de su padre al escucharle, luego de un llanto aparentemente incontenible.

-¿Dónde aprendiste esa canción? - preguntó con curiosidad mientras veía como su hijo yacía dormido plácidamente en su cunero.

Viktor sonrió con nostalgia, mientras pasaba delicadamente su dedo en la mejilla regordeta de su hijo. Yuri lo abrazo ante esto, dejándole suaves besos en su quijada para ver como su pareja se relajaba.

—Mi madre me la cantaba— respondió, para luego besarle a él en los labios.
Sus pensamientos fueron interrumpidos al suave balbuceo de su hijo, lo miró directo al rostro y sonrió ante esos pequeños ojitos achocolatados, iguales a los suyos. Viktor le dio una ojeada de reojo al fin y le dio un beso en la mejilla.
Yuri sintió como su pecho se inundaba de una sensación cálida que se esparcía a todo su cuerpo, dándole un cosquilleo que le recorrió entero, finalizando con la lágrima que cayo silenciosamente por su mejilla. No era de tristeza, ni nostalgia, era una lágrima de la felicidad más pura que alguna vez podría sentir. Porque su familia estaba ahí con él, junta y unida.

Y eso era lo mejor.

No necesitaba nada más.

—Te amo Viktor.

—Y yo a ti Yuri.

Sí, no podía pedir otra cosa.

4 años

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4 años

—¡Papá!— chilló con alegría el pequeño niño de pelos platinados, alzando sus cortos bracitos hacia su padre, quien de inmediato lo cogió y lo elevo en el aire, haciéndolo reír.

Una perdida nunca se olvida. ☆彡Omegaverseミ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora