Primer Estadio:

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Primer Estadio: 

Capítulo 6/Seis:

Marina se sentó delante de aquel que por mucho tiempo había considerado el más peligroso enemigo. Sin embargo, después de que su última conversación con su expareja terminara en poco más que ellos dos maldiciéndose, ella había sabido que tenía que cambiar la estrategia si quería lograr algo.

El café caliente que el japonés tenía frente a él humeaba y se metía por sus fosas nasales como si quisiera que el recuerdo que dejara ese momento, se intensificara con él olor del café tostado.

La noticia del caso que su hermana había perdido por la negligencia del buffet de abogados se había esparcido como pólvora, por lo que no le parecía extraño que uno de los periódicos más importantes del país se hubiese tomado la molestia de hacer una nota donde prácticamente destrozaban su matrimonio con el español, en una muy bien elaborada teoría del porqué Fernández había rechazado el caso de Saya Hanyu.

Yuzuru no tenía que ser un prodigio para saber que muy probablemente las acciones de aquello que más amaba Javier se habían ido en picada, como tampoco debía serlo para saber del intento de chantaje que Marina había tratado en Javier.

–¿Quieres que esperemos a Zachary unos minutos más? –cuestiono ella con un tono de voz tranquilo, pero el pelinegro pudo percibir perfectamente el sarcasmo en su voz.

–Eres tan considerada, pero esta vez vamos a prescindir de la fabulosa personalidad del señor Donohue –respondió el joven nipón removiendo su café tranquilamente y levantando un poco más de vapor.

–Es todo un milagro. Tú y él se la viven juntos. Me pregunto cómo se las han ingeniado todos estos años para que Javier no los encuentre en la cama juntos, aunque si lo pienso bien creo que es porque desde hace años con quien Javier duerme, es conmigo –la sonrisa que Marina esbozó sólo pudo darle náuseas al japonés.

Demasiado dulce, demasiado falsa.

–¿Por qué no me dices la verdadera razón por la que me has citado aquí? No todos tenemos esa disponibilidad de tiempo con la que tú cuentas. Hay personas, que si hacemos cosas productivas... Y no querida, chantajear a nuestro jefe no entra entre cosas productivas.

La mujer bufó con enfado.

No podía darse el lujo de hacer enfadar a Hanyu si esperaba que existiera alguna posibilidad de que sus planes salieran como ella esperaba. 

Aún le quedaba su última carta y si Javier no iba a darle lo que ella quería, Marina se encargaría de sacar todo el provecho que pudiera de su último secreto. Al fin y al cabo, ella siempre lo supo.

Javier había buscado en ella el calor de un lecho en una noche de esas que vienen después de un día de tanto trabajo, la disponibilidad que el japonés no poseía, y por supuesto la pasión que Hanyu ya le entregaba a Donohue. Pero, ¿qué más daba? Ambos siempre supieron las intenciones del otro. 

Javier se había casado con el japonés por pura conveniencia y quería un respiro de su monótona vida; ella quería dinero y comodidades, así de simple.

Por lo menos eso era hasta antes del accidente, pues cuando el español salió del hospital y la besó tan lleno de pasión y tan entregado a ella, Marina supo que algo había cambiado. Fernández le juró la luna y las estrellas, y por primera vez la idea de unir su vida a alguien, no sonó tan mal como siempre le había parecido. De cualquier forma, si en algún momento ella se fastidiaba siempre podría recurrir al divorcio y con lo embobado que estaba el español con ella, sacarle dinero no habría sido nada complicado. Menos aún con el asunto del bebé en camino.

To the stars who listenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora