Segundo Estadio

620 55 7
                                    


Segundo Estadio:

Capítulo 2/Dos:


La siguiente vez que el pelinegro despierta no es consciente de lo que esa persona está diciendo a su alrededor, de hecho, entiende poco por no decir nada de lo que ella dice. Le zumban los oídos y siente un ligero escozor en el brazo derecho, pero lo que realmente le duele como un vago recuerdo, es el costado.

¿Qué pasó? ¿Dónde está?

–Mi amor, has despertado. Me has tenido tan preocupada –Unos brazos lo rodean y un quejido se escapa de sus labios, haciendo que quienquiera que sea el que lo esté abrazando, afloje un poco su agarre.

–No vuelvas a preocuparme de esta forma Yuzu. Los médicos dijeron que saliste disparado del auto. ¿Por qué rayos no tenías puesto el cinturón de seguridad?

–¿Ma-Madre? –cuestiona el pelinegro sin entender qué rayos estaba haciendo su madre ahí.

La última vez que la vio en Japón fue cuando les comunicó a sus padres que podían irse al infierno con todo su dinero, pero que él no sé separaría de Javier.

–Tranquilo Yuzu, mamá está aquí y tu padre está cuidando de Shoma.

A Yuzuru le habría hecho gracia el hecho de que su padre estuviese cuidando de un niño que se llamase Shoma.

Desde que era joven amaba ese nombre y se juró que cuando encontrase a su pareja indicada y tuvieran hijos, llamaría así a su primer hijo. Era una lástima que Javier no quería hijos y para bien o mal, él era el amor de la vida del japonés.

—Le hemos inventado varias excusas del por qué no puede verte a ti o a Javier, pero comenzaban a escasear las mentiras y él es un chico muy listo, Yuzu. Si no despertabas pronto por lo menos tú, tendría que traerlo al hospital y...

El estruendo de la puerta abriéndose y un pequeño niño de por lo menos seis o siete años de edad entró en la habitación a toda velocidad.

"Papi" gritó con el rostro lleno de lágrimas antes de abalanzarse sobre la camilla en la que se encontraba Yuzuru y rodearlo con sus pequeños y delgados brazos en un abrazo necesitado. Como si no quisiera dejar ir nunca al pelinegro.

Pero algo no cuadraba.

¿Papi?

—No me dejes por favor, dile al abuelo que estás bien, que no vas a dejarme y te vas a morir. Papi...— el pequeño sollozaba en el hombro malo de Yuzuru, y aunque su brazo doliera horrores cada vez que el niño hipaba y hacía presión sobre las heridas vendadas, no dejó salir ni un solo quejido.

—Por favor no te mueras.

Puede que Yuzuru no entendiera que es lo que estaba sucediendo, puede que ni siquiera supiera quién era ese pequeño niño de cabellos negros y piel pálida y lechosa, pero algo si entendía. El pequeño estaba sufriendo, aferrándose a su cintura y temiendo por la vida del pelinegro. Eso ningún niño debía sentirlo nunca.

La vida es dura y nos marca de distintas maneras, pero hacerle algo tan cruel a un niño... Yuzuru simplemente no podía permitir eso.

—Tranquilo cariño. Papi va a estar bien...— dijo el japonés unos momentos después para devolverle el abrazo.

Levantó la vista y encontró a su padre, recargado en la pared con los brazos cruzados y una mirada llena de amor; el tipo de miradas que no le dedicaba a Yuzuru desde que este decidió que todo podría irse al diablo si él estaba al lado de Javier.

—Hanyu, ¿Qué fue lo que te dije de traer a Shoma? —cuestionó la madre de Yuzuru a su marido, mirándolo como si estuviera loco.

—Tenía miedo por la vida de Yuzu... Y él merecía verlo. No podíamos seguir mintiéndole, Yumi. El merecía saber la verdad —se excusó su padre y por un segundo Yuzuru vio al hombre justo que él había admirado por tantos años.

—¡Shoma es solo un niño!

—Por favor. No peleen— pidió Yuzuru con voz cansada. El pequeño niño parecía más que feliz de solo estar en sus brazos, sintiendo el calor y tranquilidad que había extrañado durante varios días, y despertando en el pelinegro un sentimiento de protección que Yuzuru no tenía idea que existía.

—¿Qué ha pasado?

—Ha pasado que el bobo de tu marido no puede cuidar de ti. ¿Te imaginas que habría pasado si hubiesen llevado a Shoma a la cena como Javier quería? –cuestionó la mujer dejando salir toda su frustración

—Javi...

Los recuerdos se arremolinaban en la mente de Yuzuru y su corazón comenzó a latir tan deprisa por el temor que le causaba el solo recordar al abogado con toda aquella sangre, las llamas y el accidente.

El sonido del electrocardiograma cambiando no pasó inadvertido por el padre de este, y salió cuanto antes, en busca de alguna enfermera.

—Javier, ¿Cómo está Javier? —cuestionó Yuzuru comenzando a sentir el miedo extenderse por todo su ser.

—Papá está durmiendo, el abuelo dijo que ha estado muy cansado últimamente por trabajar tanto, papi. Cuando descanse lo suficiente podremos ir a jugar a casa e irnos de vacaciones como él prometió, ¿te acuerdas? —Yuzuru no quería decepcionar a esos ojos soñadores e inocentes que lo miraban en espera de una respuesta, pero es que nada de aquello tenía sentido para el pelinegro. Lo único que podía rescatar de las palabras del niño era que Javier no había despertado.

Javi estaba bien, ¿Verdad? Él solo estaba inconsciente por el accidente y por eso su hijo decía que estaba dormido.

Sí, eso tenía que ser.

—¿Por qué lloras papi? ¿Te duele mucho? —cuestionó el niño limpiando rápidamente las lágrimas del pelinegro —Si no podemos ir de vacaciones no te preocupes papi, pero no llores...

Yuzuru no se pudo contener y esta vez fue él quien abrazo al pequeño con fuerza.

Yuzuru era consciente del gran amor que sentía por Javier, pero jamás había pensado en la posibilidad de perderlo de pronto. Fue hasta ese momento, que se dio cuenta cuánto necesitaba a Javier en su vida, pero lo que era peor aún... Yuzuru no sabía cuánto anhelaba hacer sus sueños realidad y que un niño tan precioso como Shoma; con la mirada limpia y curiosa, le mirara lleno de confianza y amor.

Una enfermera entró en la habitación seguida de un doctor alto de cabello negro. A Yuzuru le pareció que el hombre amaba su trabajo por la forma en la que soportó sus gritos desesperados por saber qué es lo que le había pasado a su marido. 

Sus padres al igual que su aparente hijo salieron de la habitación para que el doctor pudiese hacer su trabajo.

–No se preocupe señor Fernández, su marido está bien. Solo dele tiempo –repetía el médico, pero no importó cuantas veces lo hubiese dicho, Yuzuru no lo creería hasta poder tomar la mano de Javier y cuidar de él.

Al final, después de haberse quitado la intravenosa de forma brusca mientras intentaba escapar, el medico terminó pidiéndole una disculpa antes de sedarlo.

–Sólo dígame la verdad. Javi, él...– los parpados le pesaban más y más a cada segundo y arrastraba las palabras sin importar cuanto se esforzara por no hacerlo. Yuzuru por primera vez en su vida temió quedarse dormido sin saber una respuesta.

–El señor Fernández está estable. No puedo mentirte, cayó en coma pocas horas después de la cirugía, pero estará bien. Sólo necesita tiempo– le explicó el amable hombre– Duerma ahora, cuando despierte si sus heridas se encuentran mejor, podrá ir a verle.


Estoy un poco lastimado, pero no
estoy muerto. Me recostaré a sangrar un rato.
Luego me levantaré a pelear de nuevo.

To the stars who listenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora